lunes Ť 16 Ť julio Ť 2001

Iván Restrepo

Lobos disfrazados de corderos

Hace casi dos años, cuando el huracán Mitch amenazaba con causar destrozos en tierras mexicanas, fueron abandonados a su suerte miles de indígenas ocupados en la construcción de hoteles y obras conexas en la costa de Quintana Roo. En Cancún y la Riviera Maya (la franja costera de 120 kilómetros que va de esa ciudad a Tulum), los jornaleros provenientes de Yucatán y Chiapas buscaron desesperados la manera de regresar a sus lugares de origen. De perdida, encontrar un sitio seguro a fin de protegerse del huracán. Nadie salió en su ayuda y los apoyos brillaron por su ausencia. Cuando apareció la autoridad fue para reprimirlos por exigir apoyo mínimo. Como pudieron, abandonaron las casuchas sin servicios donde los tenían hacinados las empresas constructoras y, junto con sus hijos (muchos de los cuales son menores de edad y laboran al lado de sus padres), emigraron tierra adentro, a Cancún o a Playa del Carmen. Muchos lo hicieron a pie.

A través de sus enviados especiales, los principales noticiarios de la televisión mostraron al mundo el éxodo masivo de los pobres, de quienes levantan magnos hoteles y campos de golf, pero carecen de lo más indispensable. A última hora Mitch cambió de ruta y dejó su estela de destrucción en otros países de Centroamérica.

Recuerdo lo anterior con motivo de la consulta pública organizada hace unos días por el Instituto Nacional de Ecología en Playa del Carmen para conocer la opinión ciudadana sobre el proyecto hotelero que varios consorcios pretenden levantar en la zona de Xcacel-Xcacelito.

Sucede que los más prominentes empresarios de la región acarrearon a dicha consulta a decenas de trabajadores que supuestamente militan en dos centrales obreras identificadas con el corporativismo, el PRI y la corrupción en Quintana Roo: la Confederación Regional de Obreros y Campesinos (CROC), comandada por el jurásico Alberto Juárez Blancas, y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), cuyo guía es el señor Rodríguez Alcaine.

Usando a los acarreados, los empresarios pretendieron engañar a las autoridades y a los asistentes a la consulta y se proclamaron máximos defensores del ambiente. Allí denunciaron a los grupos que se oponen al cuidado de las tortugas marinas, a la flora y la fauna regionales, a la creación de empleos: las organizaciones ecologistas, los científicos y la población que luchan por detener la destrucción de los recursos naturales del Caribe mexicano.

El espectáculo del acarreo se atribuye a las familias Constandze y Quintana Pali, las cuales conforman el grupo empresarial más poderoso de Quintana Roo. No solamente tiene en concesión los parques de Xcaret, Xel-Ha y El Garrafón (y próximamente otro en El Sumnidero, en Chiapas), sino intereses diversos en la hotelería y el turismo. Es además el más beneficiado con los apoyos políticos de los gobiernos priístas y con el crecimiento anárquico de Cancún y de la Riviera Maya.

El acarreo no engañó a nadie y mostró hasta qué punto los dueños de la riqueza están dispuestos a llegar con tal de defender sus intereses. Igualmente dejó entrever que no es la trasnacional Sol Meliá la más interesada en levantar su hotel en Xcacel-Xcacelito, sino quienes explotan los citados parques "ecológicos", donde la entrada se paga en dólares.

Los medios escritos informaron ya de lo acontecido en la consulta, clave para el destino final de las dos playas más preciadas de anidación de tortugas en el Caribe mexicano. Resaltaron la abrumadora oposición al proyecto hotelero por parte de los científicos, la población y los grupos ambientalistas que no desean más crecimiento a cualquier costo, que ha incluido, entre otros, explotar al máximo la mano de obra indígena; creación de cinturones de miseria con los empleados de los hoteles y servicios conexos: sin vivienda suficiente y digna, agua potable, drenaje, transporte, escuelas, centros de salud, etcétera. Asimismo divulgaron la tergiversación que una de las empresas consultoras hizo de los estudios sobre la vegetación de la zona con el objeto de favorecer el proyecto hotelero.

En fin, de la noche a la mañana los empresarios y constructores se convirtieron en ecologistas y defensores de los trabajadores, y por diversos medios (desplegados, acarreos y aliados políticos) presionan a las autoridades. Van no solamente por Xcacel e Xcacelito, sino por lo que queda sin destruir en el litoral del Caribe mexicano, de ahí su oposición a fijar un tope mínimo en la construcción de cuartos de hotel en esa región. Los lobos con piel de cordero.