ENTRE LA MISERIA Y EL PROGRESO
Un
estudio realizado por el Consejo Nacional de Población (Conapo)
sobre los índices de desarrollo municipal ha puesto nuevamente de
relieve la dramática situación del mundo indígena
mexicano --al que el Congreso de la Unión le negó una ley
justa--, que hoy registra los niveles más bajos de desarrollo humano.
El mismo Conapo reconoce dos Méxicos antagónicos,
separados por una profunda brecha de desigualdad. En un extremo, el micropaís
progresista que ha concentrado los beneficios de la globalización;
en el polo opuesto, los cientos de municipios marginados y de población
mayoritariamente indígena que agrupan a los más pobres y
desprotegidos del país.
Las enormes y persistentes desigualdades sociales no son
ninguna novedad en una nación que registra, desde hace varias décadas,
un incremento sostenido en los índices de pobreza y una cada vez
más inequitativa distribución del ingreso. Tampoco es novedad
confirmar que, a la luz de los resultados, los programas focalizados de
desarrollo social y combate a la pobreza, en particular los aplicados en
comunidades rurales e indígenas, han sido poco efectivos.
En realidad ningún gobierno ha buscado solucionar
de raíz tales problemas. Sin embargo, resulta reprobable que el
Senado, habiendo tenido en sus manos la posibilidad de dar un paso fundamental
en beneficio de los indígenas mexicanos, se haya lavado las manos
con el agua "bendita" de una ley inoperante que en nada contribuye al desarrollo
de las comunidades marginadas, sino que, por el contrario, representa un
claro retroceso para el país. Y no sólo en materia de desarrollo
social, sino en cuestiones que tienen que ver con el respeto a los derechos
fundamentales de los individuos y las comunidades que forman.
No conformes con ello, PRI y PAN, la ya tradicional mancuerna
de lides camarales, intentan ahora, ilegalmente, nulificar cualquier posibilidad
de que la ley indígena sea revisada y mejorada. Un arrogante capricho
contra la pobreza y la injusticia.
Los datos que arrojan el estudio del Conapo, y el realizado
por la UNAM y el Conacyt, corroboran que es en los estados del sur --Chiapas,
Oaxaca, Guerrero y Veracruz-- donde se ubican los municipios con los menores
índices de desarrollo humano. El contraste con los municipios de
estados norteños y zonas urbanas es abrumador. Y esta situación
lejos de por lo menos detenerse, se ha agravado.
Tal es el caso del ayuntamiento de Coicoyán de
las Flores, Oaxaca, donde se registran índices similares a los de
hace más de 60 años, y dos modernas delegaciones capitalinas
como Benito Juárez y Miguel Hidalgo.
Efectivamente, la brecha que divide al progreso de la
miseria en nuestro país tiene un referente geográfico obligado.
La bonanza está y apunta hacia el norte.
En el contexto internacional, en el que México
quiere perfilarse como promotor de la democracia y los derechos humanos,
destaca el Informe sobre Desarrollo Humano 2001 de la ONU, en el que ocupamos
el lugar 51 de entre 162 naciones, detrás de países como
Trinidad y Tobago y Letonia.
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