Ť Los países integrantes del bloque enfrentan problemas de crecimiento económico
Complicado clima político rodea reunión del G-8
Ť Ante el temor a manifestantes antiglobalización fue cerrada una estación ferroviaria
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Genova, 14 de julio. Los retos.
Cuando en octubre de 1998 Renato Ruggiero recibió un pastelazo en el rostro a manos del Biotic Banking Brigade's no sabía lo que le esperaba casi tres años después. Las preocupaciones del entonces director de la Organización Mundial del Comercio (OMC), antiguo gerente de la Fiat, hoy pieza clave en los trabajos del Grupo de los Ocho (G-8) en su papel de Ministro del Exterior de Italia y desde siempre hombre de confianza de los grandes capitales eran poca cosa en relación con las angustias que debe de tener durante estos días frente al descontento que amenaza la reunión.
Pero más allá de las masivas protestas callejeras, la Cumbre del G-8 que se realizará en Génova tiene delante de sí varios desafíos de difícil resolución. El clima político que precede al encuentro es impreciso y complicado.
Por principio de cuentas muchos de los gobernantes que asistirán a la reunión están estrenándose o enfrentan en sus países situaciones difíciles. En Italia, el país huésped, hay un nuevo gobierno, dirigido por el controvertido Silvio Berlusconi, quien ya encabezó en 1994 una Cumbre del G-7 en Nápoles, poco antes de su renuncia. En Japón hay un nuevo primer ministro y en Estados Unidos un nuevo presidente con prioridades distintas a las que defendió la administración de Clinton. En Francia Jacques Chirac se enfrenta a amargos problemas, mientras que en Rusia, Putin no las tiene todas consigo.
La economía mundial, estancada
Por primera vez en muchos años, los tres grandes bloques económicos tienen simultáneamente problemas de crecimiento y diferentes perspectivas de cómo enfrentarlos. Japón no acaba de salir de su crisis, en Estados Unidos hay una desaceleración al igual que en Canadá, y en la Unión Europea las dificultades alemanas hacen que el crecimiento económico del área sea bastante moderado. La crisis se ha instalado plenamente en Turquía y Argentina.
Estados Unidos y el FMI han presionado al Banco Central Europeo para que baje sus tasas de interés e intente estimular el crecimiento. Frente al dilema de que con la medida aumente la inflación, los europeos han rechazado la "sugerencia".
Entre las desavenencias de las grandes potencias se encuentra, además, el futuro de una nueva ronda de conversaciones de la OMC. Las Cumbres previas realizadas en Birminghan, Colonia y Okinawa no tuvieron avances en el tema del comercio internacional. Las diferencias entre europeos y estadunidenses se mantienen y el nombramiento en Estados Unidos de Bob Zoelick, un conocido y beligerante neoliberal, presagia tiempos difíciles. No parece haber en la nueva administración Bush disposición para retomar algunas de las demandas de los países más pobres como existe en la Unión Europea.
La negativa de George Bush a ratificar el Protocolo de Kyoto (formalizado en 1997) sobre la reducción de emisiones de gas carbónico oscurece las posibilidades de recomendaciones significativas en materia ambiental. Los avances que se puedan tener en otros terrenos de la agenda palidecen ante la magnitud de este asunto.
En la misma dirección camina la divergencia de opiniones en la disminución de la deuda externa de los países pobres. A pesar de los insuficientes resultados tenidos el año pasado en medio de la intensa presión realizada por la Campaña Jubileo 2000, Estados Unidos considera que lo que ha hecho para beneficiar a países africanos y del Caribe es todo lo que puede ofrecer.
Uno de los pocos puntos donde parece que la Cumbre de Génova se distinguirá será el de las recomendaciones de lucha contra el sida en lo particular y la salud (sobre todo el combate a la malaria y la tuberculosis) en lo general. La epidemia del nuevo mal en Africa ha alcanzado proporciones alarmantes.
Un club de elite
El Grupo de los Ocho (G-8) es un club informal, sin reglas, oficinas o burocracia permanente integrado por las naciones industrializadas más poderosas del planeta. Su presidencia es rotativa y cambia cada año. La responsabilidad de organizar la Cumbre anual recae en la presidencia en turno.
La agenda de estos encuentros es preparada por los Sherpas, funcionarios que representan a cada uno de los países integrantes de la organización. Ellos realizan tres o cuatro reuniones al año para acordar la agenda y preparar el borrador del comunicado final de la Cumbre. Su labor es apoyada por dos funcionarios de cada país especializados en asuntos exteriores y en finanzas, y por los directores políticos de los ministerios del Exterior. Además, durante el año, distintos grupos de expertos se reúnen para preparar temas específicos.
No cuenta con un secretariado formal encargado de implementar acciones. Al finalizar cada cumbre se da a conocer un comunicado en el que los jefes de Estado y de gobierno que lo integran se comprometen a coordinar acciones individuales en sus países hacia objetivos comunes.
Un alumbramiento en época de crisis
El nacimiento del G7/G8 se remonta a los primeros años de la década de los setenta. Muchos cambios se produjeron en la economía y las relaciones de fuerza entre los países en ese entonces.
En 1971, de manera unilateral, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, desvinculó el dólar del patrón oro, precipitando una crisis en el sistema monetario internacional surgido de Bretton Woods. En octubre de 1973 la OPEP decretó un embargo petrolero y hace subir los precios de los combustibles aceleradamente. La hegemonía estadunidense en el plano internacional comenzó a ser desafiada tanto por el surgimiento del Movimiento de Países no Alineados y la exigencia de un nuevo orden económico internacional como por Cuba y Vietnam. Finalmente, otras naciones industrializadas disputaron a Estados Unidos, aquejado por la estanflación y una balance comercial desfavorable, mercados. Así las cosas, mientras en 1955 este país concentraba 66 por ciento del producto interno del G7, en 1975 había disminuido a 47 por ciento.
Para discutir los problemas económicos del mundo en 1973 los ministros de Finanzas de Estados Unidos, Japón, Alemania Occidental, Francia e Inglaterra se reunieron en la biblioteca de la Casa Blanca. El "Grupo de la Biblioteca" se convirtió rápidamente en un espacio regular de ministros y en la Cumbre de los países capitalistas más poderosos.
En 1975, en Rambouillet, Francia, el presidente de Francia Valery Giscard auspiciaron un foro informal de discusión sobre asuntos económicos del planeta con los miembros de los Grupos de la Biblioteca. A él se unieron Italia, Canadá y el presidente de la Comisión Europea durante 1976 y 1977 para formar el Grupo de los Siete (G-7).
Durante la década de los ochenta los encuentros anuales se fueron formalizando. Con la llegada de una nueva generación de líderes (los presidentes Reagan y Miterrand, el canciller Kohl y la primer ministro Thatcher) comenzaron a discutirse temas políticos además de los macroeconómicos. En 1979 se condenó la invasión soviética de Afganistán, en 1983 se acordó apoyar el traslado de misiles Pershing a Europa y en 1986 se impulsó una condena al terrorismo.
El fin de la Guerra Fría provocó cambios importantes en el club de elite. Durante los primeros años de la década de los noventa el G-7 trabajó buscando salidas para la Ronda de Uruguay, que concluyeron en 1993 con la formación de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Aunque había participado informalmente en algunas reuniones desde 1991, en 1998 Rusia -un poder nuclear- se incorporó al grupo formando el G-8, aunque en una muestra de curiosa esquizofrenia, el G-7 se mantiene.
Las medallas
El G-8 es un foro de las economías de mercado más grandes del mundo, que, a pesar de su "informalidad" impacta significativamente el rumbo de la economía y la política global. Sus deliberaciones y recomendaciones afectan la vida de naciones y gentes que no participan de manera alguna en ellas. Su influencia en las instituciones multilaterales es muy relevante. Su acción cuestiona y erosiona la credibilidad de Naciones Unidas.
A pesar de su informalidad ha desempeñado un papel clave en la creación de un clima de confianza entre las naciones industrializadas. Ha obtenido éxitos notables en la estabilización del sistema monetario internacional, la caída del comunismo, la conclusión de la Ronda de Uruguay y la formación de la OMC.
Muchas de sus declaraciones, sobre todo aquellas relacionadas con la ayuda a la reducción de la deuda externa de los países pobres, la disminución de las emisiones de carbono y la prevención de conflictos, han quedado en promesas incumplidas. Su iniciativa de avanzar en la reforma de una nueva arquitectura financiera global, impulsada a raíz de la crisis asiática de 1997, está inconclusa.
No ha podido, tampoco, manejar adecuadamente los demonios de la globalización, aunque de acuerdo con Renato Ruggiero "muchas de las críticas que se le hacen están basadas en lo que el proceso es" y no son honestas.
El término no formó parte de su léxico sino hasta la Cumbre de 1993 en Japón, en la que comenzó a sustituir al de interdependencia. Fue hasta un año después que se utilizó en un comunicado. En amplios sectores de la población de los países que integran el G-8 hay la convicción de que la mundialización los hace vulnerables a fuerzas externas más allá de su control. Con ella se asocia la pérdida de empleos, el aumento en la criminalidad y la inseguridad pública, pánico financiero y la pobreza mundial. Estos fueron temas que comenzaron a tratarse desde la Cumbre de Birmingham en 1998 sin demasiado éxito.
Hasta dónde han crecido esos demonios y hasta dónde el club de elite no ha podido resolver sus problemas de legitimidad puede verse en la suspensión del Tratado de Schengen en Italia -que reconoce el libre tránsito de personas dentro de la Unión Europea- en el cierre de una de las más importantes estaciones de ferrocarril de Génova para impedir el traslado de manifestantes y en establecimiento de un casi estado de sitio en la ciudad.
O sea, de acuerdo con Fiorini Iantorno, representante de ATTAC, la afectación de los derechos de muchos a nombre de los intereses de ocho. Lo que no son, por cierto, las mejores cartas de presentación para un país democrático.
El transporte a Génova
Aunque las autoridades cerrarán desde el 18 al 21 de este mes la estación ferroviaria y el puerto de Génova, impidiendo cualquier movimiento desde esa ciudad y hacia ella, los manifestantes siguen preparando su llegada a la capital de la Liguria.
El 18 partirán de Roma tres trenes especiales: dos a la mañana desde la estación Termini y uno a la noche desde la Tiburtina. Este mismo tren nocturno partirá igualmente el 19 y el 20. Por su parte la ARCI (Asociación Recreativa y Cultural Italiana) prepara un ómnibus para el 20. Desde Milán saldrá el 18, desde la estación Garibaldi, el tren de los "monos blancos". El 19 habrá tres trenes, a las 13, a las 21 y a las 21:05; el 20 saldrá otro a las 7 y el 21 dos a las 9 y a las 9:05. Al mismo tiempo, desde el 11 al 20 de este mes en el tren ordinario a Génova de las 20:15 se destinará un vagón a los manifestantes. Desde la zona de Venecia saldrá un tren desde Mestre a las 12 del 18 y otro desde Padua a las 13. De Florencia el 19 habrá dos trenes, desde Santa María Novella, uno a las 5 y otro a las 21, además de ómnibus, el 20 y el 21, a las 8. Rifondazione Comunista mandará también dos ómnibus, mientras otros tres saldrán de Chianti, dos de Borgo San Lorenzo y uno de Campi. Por último, de Nápoles zarpará un barco el 18 y otro el 20.
(Guillermo Almeyra)