domingo Ť 15 Ť julio Ť 2001
Rolando Cordera Campos
Qué pobres estamos todos
Somos pobres y seremos más, si nos descuidamos. Una generación, estimó el presidente Fox el martes pasado, es lo que nos llevará superar las cuotas actuales de pobreza que son, Presidente dixit, el motivo de más agravio y vergüenza para todos. Buen momento para decirlo, cuando el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo nos distinguió como sede para la presentación mundial de su Informe sobre el Desarrollo Humano, en cuyo índice ocupamos el lugar 51.
También somos, y podemos ser más si nos distraemos, discriminatorios por más de uno, dos, tres, n motivos, como lo documentan ya las primeras entregas de la Comisión Ciudadana de Estudios contra la Discriminación, que el miércoles pasado tuvo su segunda reunión plenaria. En el desprecio y la agresión por raza, color, religión, sexo, preferencia, se cruzan los caminos ya largos de la historia de la especie y más vale no arriesgar banalidades de más.
Sabemos, eso sí, que no hay "leyes" de hierro o bronce que nos expliquen las tragedias recurrentes a que la discriminación lleva a los pueblos, sabios o ignorantes, cultos y refinados o apenas salidos del bosque, pero más vale no olvidar lo elemental: de seguir la economía como ha ido en estas dos décadas de modernización "para estar en el mundo", la tentación de inventar "pequeñas guerras civiles", como nos las contó Ensenzberger, crecerá sin remedio. Descubierto el racismo, de su repudio siempre se puede ir, sin previo aviso, a su cultivo. Los muchachones de la ex Alemania del Este, que persiguen morenos y declaran "tierras liberadas" a lo largo de las estaciones del tren berlinés, seguramente eran pioneros del comunismo hace poco más de una década.
Malas noticias, a las que se unen el INEGI con su Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, con sus tristes nuevas de que el ingreso se concentra todavía más, y el Consejo Nacional de Población (Conapo), que para celebrar su día mundial nos vuelve a advertir sobre una población que, aunque ahora moderadamente, no deja de crecer, de producir jóvenes que buscan educación y empleo, y las más de las veces no los hallan, y que en su movimiento imparable nos pone en dirección de ser, si nos olvidamos de lo que sabemos y prevemos, en unos lustros, una sociedad de viejos... pobres (La Jornada, 11 de julio de 2001, pp. 10, 11; notas de Juan Manuel Venegas, Alonso Urrutia, Karina Avilés).
No se trata de darle otra vuelta a la tuerca de la "ciencia lúgubre". Sólo de repasar los datos duros de una realidad rejega que se niega a darnos su otra cara, la brillante que muchos esperaban vendría con la democracia del fin del siglo. No fue así, ni podía serlo, pero es menester admitir ya que se fue muy lejos en el discurso y la promesa y que ahora ha empezado el otro inventario, el que nos abochorna, como lo sugirió el Presidente, a la vez que dificulta nuestra presentación exitosa ante la sociedad internacional que, por lo pronto y de todas formas, nos aplaude.
El esfuerzo que México tiene que hacer para dejar atrás esta pobreza, bien puede llevarle una generación. Lo que no se ve por ningún lado hoy es la disposición de los mandatarios de la pluralidad apenas adquirida para discutir en serio la situación y trazar planes y acuerdos que vuelvan realidad la visión expuesta por Fox el martes pasado, en el espléndido Salón de la Tesorería de Palacio Nacional.
No todo lo que brilla es oro, pero el cobre puede distinguirse sin problema y es eso lo que han enseñado en estas semanas los principales actores de una clase política que no acierta a decir su nombre ni a dibujar su real silueta. Todo es simulacro y conjetura, como esa de un presupuesto que se recorta y recorta sin ejercerse, o la de unos pactos que todos quieren pero nadie se atreve a siquiera sacar la pluma, no digamos para firmarlos sino para al menos delinearlos en sus contenidos y alcances. Buena tierra esta, para que los preceptores y aspirantes a protectores de la democracia "chiquita" cosechen sin sembrar.
"No sabemos de qué se trata, pero no le vamos a hacer el juego a Fox". "Si habla de pacto es que nos necesita y no se va a poder". "Si quiere pacto, que haga suyo el mío". Y de ahí pal real. Que cada quién se rasque con sus propias uñas. Tal para cual, dirá el afectado que según nos dicen los expertos suma mayorías. (šHey!, diría algún bilingüe: más que la economía es la pobreza, šestúpido!)
Así las cosas, no hay razón para extrañarse de que la presentación mundial del Informe sobre el Desarrollo Humano en Palacio Nacional no haya merecido la primera plana en ninguno de los diarios más leídos. Qué pobres estamos todos, dice el corrido, y si hacemos caso de lo que corean y actúan dirigentes y exégetas, así es: con pan y sin pan para comer, qué pobres estamos todos. Es por eso que la pobreza sigue sin ser noticia.