DOMINGO Ť 15 Ť JULIO Ť 2001

Ť Expertos analizan la tv en conferencia organizada por La Jornada y Casa Lamm

Ahora: videolíderes, videoguerras y videomensajes

Ť El mayor número de canales no ha redundado en la multiplicación de opciones al televidente

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

La televisión cumple este mes 51 años de existencia en México y aun con esta trayectoria relativamente corta ha logrado tener la supremacía de las industrias culturales: 95 por ciento de los hogares tienen al menos un aparato receptor, los mexicanos se colocan frente a la pantalla en promedio 4 horas y 23 minutos diarios y han hecho de los programas de telenovelas, deportes y noticias los de mayor rating.

La televisión, de esta forma, se ha convertido "en un poder con casi ningún contrapeso en lo legal, político o social", asegura Alma Rosa de la Selva. "Nos propone cómo ser, qué tener, qué saber, cómo sentir", señala Jenaro Villamil. "Es el medio hegemónico tanto en el área informativa como en el entretenimiento y la cultura", asevera Florence Toussaint.

El papel de la televisión en México fue revisado el viernes pasado en el ciclo de conferencias que organizan La Jornada y Casa Lamm. Las reflexiones de tres analistas de los medios de comunicación derivaron en la pregunta: Ƒdebemos apagar la televisión?

El cuestionamiento fue inevitable ante un panorama poco optimista. Toussaint expuso que la existencia de un mayor número de canales paradójicamente no se ha traducido en la multiplicación de opciones para los televidentes.

Los años 90 en México, explicó, ven crecer las opciones de canales televisivos de manera explosiva. En el segmento de señales aéreas gratuitas se inicia el uso de la banda UHF, con lo cual se amplían las posibilidades enormemente. Aparece así Canal 40 y el Canal 22 se comienza a ver mejor, y Multivisión hace su aparición en 1989.

Sin embargo, se da una "diversidad acotada". En la televisión de paga, explicó, se difunden repeticiones; los canales y programas producidos en América Latina no tienen cabida porque la gran mayoría de las emisoras por suscripción tienen origen en Estados Unidos. Además, apenas 12 por ciento de la población mexicana tiene suscripción al sistema de paga.

En la televisión abierta, la situación no ha cambiado mucho, pese a que fue roto el monopolio comercial que tenía Televisa. La cultura fue la primera afectada, señaló Toussaint. El Estado se deshizo de los canales 7 y 13 y se quedó con el 11 del IPN y el 22 de Conaculta, dos estaciones que difunden desde la capital del país.

Por su parte, Tv Azteca comenzó a competir con Televisa, pero lo hizo más en términos del mercado publicitario y un tanto de rating y el resultado "fue una televisión que se emulaba a sí misma en los niveles de menor calidad".

Al analizar el poder del rating, Villamil señaló que en los últimos años la tv ha reforzado su papel protagónico. "Hay vi-deolíderes; hay videoguerras que se convierten en sucesos globales de comunicación; hay videomensajes que determinan la trayectoria de cualquier personaje importante, desde el papa Juan Pablo II hasta el presidente estadunidense en turno".

El problema, aseveró, es que en países como el nuestro, donde existen procesos aún inacabados de transformación política, la televisión ha crecido en poder e influencia, y es claro que el proceso de transición a la democracia no sólo no podrá culminar exitosamente, sino que puede abortar, retroceder y alterarse para sostener los parámetros de un gobierno "tutelar y teledirigido".

De hecho, explicó, más que contar con una propuesta acabada o con una organización partidista consolidada para llegar al poder, es prioritario contar con marketing audaz, una imagen y un discurso mediático atractivos, spots publicitarios "que nos coloquen en el limbo de la popularidad".

Y el caso del presidente Vicente Fox, dijo, es quizá la prueba más fehaciente del éxito de un candidato que derrota a un sistema gracias al rating y a un hábil manejo del marketing.

"Fox se convirtió en el emblema personalizado de una aspiración social: el cambio político que, en el lenguaje mediático, se tradujo en el éxito de sus monosílabos (hoy, ya). Como presidente, Fox ha prolongado su política mediática, a tal grado que prácticamente se convierte en su única política."

Villamil definió los rasgos que caracterizan el poder del rating: induce a una permanente homogeneización (por ejemplo, no existe una diferencia sustancial entre las ofertas televisivas de Televisa y de Tv Azteca) e impone el imperio de la imagen por encima de la reflexión.

La comunicóloga Alma de la Selva afirmó que el poder de la televisión se ha mantenido en lo político, en lo cultural y en lo económico.

En el terreno político, refirió, existe linchamiento mediático vía la pantalla y ésta litiga para sus causas, como ocurrió con el caso de Paco Stanley, por lo que las televisoras se asumen más como actores políticos que como interlocutores con la sociedad.

Ante lo poco accesible de otras ofertas culturales para la sociedad, la televisión se ha impuesto también frente a otras opciones, de tal forma que los medios electrónicos son los nervios de la cultura e influyen en todos los ámbitos de la vida de los televidentes.

Y en el campo económico, explicó, con todo y recesión no ha dejado de ser un buen negocio. Recibió cuantiosos recursos por la venta de publicidad electoral en 2000, y goza de un régimen fiscal de excepción porque paga parte de sus impuestos en especie.

La televisión sin duda es una agenda pendiente, advirtió, porque no podrá haber democracia ni reforma del Estado que no incluya modificaciones en el marco legal y en la participación de la sociedad.

Mientras tanto, Ƒqué hacer?, fue la principal inquietud de los asistentes al foro. ƑApagar la televisión? Alma de la Selva consideró que conviene presionar a los legisladores para que promuevan reformas legales. Villamil le apostó a la regulación pero también a la recepción crítica. Para recuperar la libertad del sujeto frente a la televisión, dijo, hay que conocerla, aprender a leerla, a reflexionarla, a utilizar el propio poder de audiencia como un detonador de la democratización de los medios.