sabado Ť 14 Ť julio Ť 2001
Enrique Calderón A.
Gato por liebre
Aun año de las elecciones presidenciales y luego de varios procesos electorales locales, pareciera que nuestro país ha logrado finalmente transitar a la democracia. Desafortunadamente no es este el caso, y una larga lucha queda por delante.
Hace unos pocos años, nos parecía que lograr una elección democrática en la que el voto se respetara sería suficiente para transformar el país y acceder a las condiciones sociales que los últimos gobiernos priístas habían dejado pendientes. Este pensamiento social provenía directamente de la experiencia del 88, en la que el triunfo le había sido escamoteado a Cárdenas.
La necesidad de limpiar los procesos electorales se convirtió en demanda, en esperanza y en objetivo de la sociedad civil y de Cárdenas mismo; los resultados de 1994 fueron una dura lección, el triunfo del PRI y de su candidato habían sido legítimos, representaban la voluntad del pueblo, y le otorgaban al nuevo presidente el mandato y la confianza para dirigir el país. Los desmanes, las arbitrariedades y las decisiones que se cometieron en agravio de muchos y en beneficio de unos pocos intereses son historia conocida.
"La democracia es la solución", se nos repitió, "un proceso electoral que saque al PRI de Los Pinos es lo único que el país necesita, votemos por el cambio, basta ya de corrupción, basta ya de engaño, basta ya de mal gobierno". Vinieron las elecciones y la democracia triunfó. El candidato Vicente Fox, de la Alianza por el Cambio, era el triunfador, la democracia llegaba por fin a México, los problemas se resolverían y México tomaría nuevo rumbo, el cambio se haría visible y pronto. Las cosas, sin embargo, funcionaron de otro modo.
Ya con el mandato de la sociedad para dirigir el gobierno, Fox decidió que las cosas debían ser de otro modo. Las políticas y estrategias de Zedillo y Salinas después de todo no eran tan malas, requerían tan sólo de algunas pequeñas adecuaciones. Lo que ha seguido después resulta asombroso. Mientras los banqueros son premiados con exenciones fiscales, como el del caso reciente de la venta de Banamex, y la entrega permanente de recursos a través del IPAB, el gobierno pretende gravar alimentos y fármacos en detrimento de los más pobres.
ƑDe qué se trata? De un engaño, dirán muchos. Fox prometió unas cosas y hoy hace otras. Algo hay de razón en ello, sin embargo el origen y la historia política de Fox no eran hechos desconocidos de la población; se trataba de un candidato de derecha comprometido con los intereses económicos más reaccionarios y avenidos de la especulación y las ganancias fáciles.
Otros dicen: bueno, estos son los riesgos de la democracia, juzgada por Churchill como "la peor forma de gobierno excepto todas las demás". La democracia produce este tipo de resultados, que supuestamente compensa luego con otros de sentido inverso, es el proceso de aprendizaje que tiene que experimentar un país, que se introduce por estos caminos.
Mi impresión es distinta. Esto que hoy vivimos poco tiene que ver con democracia, se trata más bien de un gato que nos ha sido vendido como liebre.
Sí; hoy podemos elegir quién debe ser presidente, quiénes ocupan las gubernaturas, pero nuestro poder de decisión allí termina; porque en materia económica, en políticas sociales, en contratación de deuda externa, en enajenamiento del patrimonio público, absolutamente nada podemos decir. Congresistas y gobernantes pueden hacer lo que les plazca o, mejor dicho, lo que les ordenan quienes realmente dirigen el país, que mucho me temo, ni siquiera mexicanos son.
En una conferencia dictada por Carlos Montemayor en días pasados, el destacado analista citaba a Aristóteles en su obra Política: "En la democracia, la soberanía reside en los muchos aunque sean pobres; en las oligarquías, en cambio, la soberanía está en unos pocos, normalmente los más ricos". Sin lugar a dudas nuestro gobierno representa en el mejor de los casos una oligarquía, como sucede en toda Latinoamérica, aunque tampoco debemos descartar la existencia de un gobierno de ocupación. Pero una democracia, de ningún modo; nos han dado efectivamente gato por libre.