Pasarela nudista en Minsk
Una ola de calor se apodera de la capital de Bielorrusia, donde el pudor y la ropa parecen ser un estorbo
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 12 de julio. La repentina aparición de 12 muchachas de impactante belleza, sin más atuendo que unos lentes oscuros, hace apenas unos calurosos días, preocupó por igual a los vendedores y los compradores del mercado más concurrido de la ciudad de Minsk, la capital de la vecina Bielorrusia.
Nadie se sintió agraviado por un acto de presumibles -en sus dos sentidos- faltas a la moral en la vía pública. El inusual desfile de media hora de duración, tan sorprendente y grato a la vista que los uniformados guardianes del orden no tuvieron tiempo de reaccionar, causó preocupación por motivos más materiales y casi todos los presentes en el mercado se debatieron entre devorar con los ojos a las chicas y proteger sus puestos y sus bolsillos.
Y es que todavía se recuerda el incidente ocurrido ahí mismo hace dos años, cuando una impresionante pelirroja se paseó desnuda por el mercado, mientras sus numerosos cómplices, carteristas de origen ucraniano, hicieron su agosto vaciando los bolsillos de los embobados testigos del gratuito espectáculo.
Enemigos de la ortodoxia
En esta ocasión no hubo robo masivo ni carteristas. Tampoco fue protesta de la sociedad defensora de animales ni campaña publicitaria de ningún bronceador. La idea de desnudarse en público fue, en palabras de una de las participantes, Liena, de 23 años, sólo "un día para recordar toda la vida".
De este modo un poco extravagante en un eslavo país de religión cristiana ortodoxa, decidieron celebrar el fin de sus estudios universitarios 12 muchachas bielorrusas. En la fiesta de graduación, abundante champaña de por medio, una de las flamantes licenciadas tuvo la ocurrencia de comentar que estaba hasta la coronilla (probablemente usó una palabra más fuerte de progenitora alusión) de tanto estudiar durante varios años y que le encantaría hacer algo fuera de lo común.
"ƑY por qué no te desnudas en público?", retó uno de sus compañeros de estudios, y agregó: "šA que no!". La respuesta no se hizo esperar: "šA que sí!". Y las otras 11, según se supo luego, lo hicieron por simple solidaridad con la amiga, mujer de palabra.
Eso sí, los compañeros de carrera hicieron las veces de guardaespaldas y no permitieron que nadie tocara a las muchachas. Cuando un vendedor de tomates quiso palpar de qué estaban hechos los glúteos de una de las niñas, recibió un descontón del que se va a acordar toda su vida, aunque al volver en sí difícilmente estaba en condiciones de entender qué hacía en el suelo.
"Fue algo alucinante -relata Dmitri Belkebich, vendedor de zapatos, según la crónica del semanario Megapolis Express-. De pronto, una docena de muchachas con pinta de modelo aparecieron en el mercado envueltas en una especie de túnicas y, como si se hubieran puesto de acuerdo, dejaron caer al mismo tiempo lo que resultaron toallas chinas y empezaron a caminar por entre las filas de puestos, saludando coquetamente a todo el que se encontraban a su paso".
Las muchachas no temen que las autoridades, una vez que se repongan de la parálisis tempo-visual los policías, les finquen responsabilidades por incurrir en faltas a la moral en la vía pública. Con una ingenuidad tan tierna como sus cuerpos, Liena, que ejerce de portavoz del grupo, afirma que no causaron daño a nadie y que los policías también son personas.
"Nunca había visto a un policía con los ojos cuadrados -cuenta-. Además, todas teníamos lentes oscuros y, aunque no es suficiente, nadie nos reconoció. Me encontré a un vecino y ni cuenta se dio que era yo. La verdad, ja-ja-ja, fijó su mirada en todos lados, menos en mi rostro".
La nudista ocurrencia de las chicas universitarias está teniendo un efecto multiplicador. Acaso por el calor, ya se produjeron otros tres casos similares en Minsk.
Asimismo se registró en días pasados la incursión individual de una rubia que, al despojarse de toda la ropa, pretendió obviarse la larga fila para entrar a una discoteca de moda. Según la prensa bielorrusa, nadie quiso cederle su lugar y la muchacha no tuvo más remedio que vestirse y esperar, como todos, su turno.