VIERNES Ť 13 Ť JULIO Ť 2001

COSAS DEL FUTBOL

Josetxo Zaldúa

Otro jueves de gloria en el DF. De veras que hay que agradecer al futbol y a la televisión que otorguen a no poca gente la oportunidad de, al menos durante 90 minutos, escapar de las angustias cotidianas gracias a un balón y a 22 varones de calzón corto que, enloquecidos, tratan de darle sentido a un juego que parece no tenerlo.

Esta selección de Javier Aguirre es otro cantar. Por lo menos saltan a la cancha sin complejos, que es de agradecer en estos tiempos de paranoias e inseguridades.

Da gusto ver que los jugadores mexicanos se muestren confianzudos. Lo penoso es comprobar una vez más cómo las televisoras, especialmente Televisa, convierten un asunto de patadas en algo de vital importancia para la nación.

En la otra acera televisiva no faltarán los abusados de siempre diciendo que la selección brasileña no era la buena, que las estrellas se quedaron en casa. Y sí, es verdad, pero el peso futbolístico de Brasil no debe echarse en saco roto.

Si el Tri hubiera perdido estarían quemando vivos a los seleccionados agarrándose precisamente de las ausencias citadas. Es lo de siempre: si ganan, mal y si pierden, pues peor.

Nadie tiene la bolita mágica, ni para el futbol ni para nada. Lo que importa es que algo está cambiando en la selección nacional y ese algo tiene que ver con Aguirre, El Vasco.

Hombre, según cuentan las crónicas, poco dado a los paños calientes, el entrenador mexicano ha sido capaz en poco tiempo de provocar una involución en la actitud de los jugadores que selecciona.

Hay que dejarlo trabajar en paz. El y su equipo de colaboradores tienen en sus manos un paquete complicado. Igual fracasan y sobrarán entonces las doctas voces de siempre, esas que nunca se equivocan porque nunca se comprometen con nada, con nadie.

Lo mínimo es darle la oportunidad.

El futuro

Lo que habría que evitar es caer de nuevo en las cuentas alegres y crear la ilusión de que el Tri ganará la Copa América y luego clasificará para el Mundial y que, una vez ahí, hasta puede llegar a la gran final.

Hay quienes tienen una pasmosa facilidad para dibujar horizontes de fantasía. Y al futbol nacional le falta realismo y le sobran sueños.

Mejor ir poco a poco, amparados en la planificación, en el trabajo serio, aspecto éste que implica necesariamente trabajar con la niñez.

Se trata de crear escuelas de futbol para desterrar la improvisación. Para ello hacen falta recursos y, por supuesto, más gente preparada y entregada.

Parejo a esto se antoja urgente diseñar una estrategia. Hacerse la pregunta elemental: qué queremos y a partir de ahí establecer el modo de llegar al objetivo.

Se requiere paciencia, mucha paciencia y, sobre todo, tantito sentido común, que en este caso pasa por entender que si no se siembra jamás habrá cosecha.