JUEVES Ť 12 Ť JULIO Ť 2001

Ť Teresa del Conde

Cine mexicano

Entre las notas de opinión más pertinentes que se han publicado durante las últimas semanas, está la de Javier González Rubio, aparecida el miércoles 11 en la página 5a de esta sección. Se titula "Dinero para el cine". Me adhiero a su inconformidad, sobre todo porque en los inicios de la presente gestión, en las altas esferas de la cultura, la presidenta del Fonca, Sari Bermúdez, anunció que "habría una sorpresa" en este rubro. Tiene razón Javier, ¿hasta cuándo comprenderán (no sólo los funcionarios) la importancia del cine?

A ojo de buen cubero hago aquí un recuento: el éxito de Amores perros de Alejandro González Iñárritu es excepcional, la película ha levantado críticas positivas en todo el mundo. Lástima que no obtuvo el Oscar, pero ¿qué importa?, lo bueno es que no sólo esa película guarda excelente nivel. Veamos: Por la libre, de Juan Carlos de Llaca, señala una veta sobre la adolescencia, que otras películas, como la de Alfonso Cuarón: Y tu mamá también, retoman bajo parámetros distintos. Todo el poder, de Fernando Sariñana, es una película que rebasa en mucho el propósito de señalar los problemas de la delincuencia citadina, obedece a una estética bien delineada que ya se había dejado sentir en otro largometraje del mismo cineasta: Hasta morir, cosa que al parecer no sucede con El segundo aire, película que aún no veo. Una más, de tipo road film, o sea emparentada de algún modo con Y tu mamá también y con Por la libre es Bajo California, el límite del tiempo, de Carlos Bolado. Casi la pierdo, porque se exhibió poco, lo mismo que la película del joven Oscar Urrutia Lazo, buena también.

A mí no me convenció el desenlace de Perfume de violetas, de Maryse Sistach, pero eso se debe a que no me pareció del todo creíble, no a ningún prejuicio sobre la conclusión que una película puede o no ofrecer. Hay películas mexicanas que los expectadores cinéfilos perdemos porque no están fácilmente accesibles. Yo sugeriría a Alfredo Joskovitz, director de Imcine, que se alentara desde allí un ciclo -con la propaganda adecuada- sobre el cine mexicano de los años noventa, que incluyera a consagrados como Arturo Ripstein.

Los cortometrajes constituyen otro conglomerado al que hay que poner atención: se ayuda a veces a quienes no lo necesitan y se ignora a quienes proponen un buen guión y desempeño en los mismos. Me ha tocado, en más de una ocasión, ser testigo de ese fenómeno. También es cierto que -por prejuicios consuetudinarios- nunca he sido invitada a ser jurado de cortometrajes, aunque sí de carteles sobre cine, que no es lo mismo.