Ť Es una road movie en clave de parodia, señala la cineasta mexicana
Presentó María Novaro en España su largometraje Sin dejar huella
Ť El filme es una búsqueda de identidad que muestra los contrastes entre el México del norte y el del sur
Ť La insistente presencia de mensajes zapatistas en la cinta es sólo un reflejo del país, afirma
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 11 de julio. Los contrastes entre el México del norte y el del sur, las andanzas de dos mujeres osadas y de naturaleza rebelde -una española, especialista en cultura maya, dedicada al tráfico de falsas reliquias prehispánicas, y una mexicana, trabajadora de la maquila y madre soltera con dos hijos-, son el punto de partida del "viaje de búsqueda de la identidad" que la cineasta mexicana María Novaro hizo en su último largometraje: Sin dejar huella, presentado hoy en Madrid.
Estos dos personajes femeninos navegan en una historia que pone de relieve el retrato del país que hace la directora y guionista mexicana, contada desde el género de road movie-recorrió tres mil kilometros y filmó en 70 locaciones-, que hace en clave de parodia.
Sin dejar huella resurge de un primer "contraste", el de la amistad de dos personajes antagónicos, incluso repelentes, desde el que María Novaro partió en este viaje por realidades también contrastantes: la vida de una madre soltera de Ciudad Juárez, Aurelia, interpretada por Tiare Scanda, que trabaja en una maquiladora y que cada tarde va a amamantar a su segundo hijo a la orilla del Río Bravo. Del otro lado, el personaje de Ana, interpretado por Aitana Sánchez-Gijón, una española especialista en la cultura maya que, a modo de subsistencia, vende falsas reliquias prehispánicas del otro lado de la frontera y que tiene como hombre ideal al subcomandante Marcos. Juntas recorren en una camioneta, con un bebé de meses a cuestas, los tres mil kilómetros que separan Ciudad Juárez de Cancún, un viaje de hallazgos, complicidades y reflejos inequívocos del México actual, el otro gran protagonista del filme.
"La película es una parodia en el género del road movie, que está tratada con humor y es básicamente el relato de una amistad femenina, pues creo que no hay muchas películas que cuenten historias de amistades femeninas. Pero también es un retrato del país. Otro personaje de la película es México, el contraste del México del norte con el México del sur", explicó Novaro después de la proyeccion de su cuarto largometraje en la Casa de América de esta ciudad.
Una historia personal
Pero la historia de la película pertenece también a la propia vida de Novaro, que el año pasado, después de ver cómo dos de sus proyectos cinematográficos sucumbían ante la perpetua crisis económica de la industria del cine en el país, decidió pedir una camioneta prestada y recorrer México con una libreta de apuntes y una cámara de video a cuestas. En ese viaje escribió el guión y decidió las locaciones que utilizaría para la película.
"Manejé los cerca de tres mil kilómetros que llevan de la frontera norte de mi país, que separa el desierto de Chihuahua de los estados de Texas y Nuevo México, hasta la peninsula de Yucatán. Recorrí la zona maya, que se extiende desde Tabasco y Campeche hasta el mar Caribe, y llegué a la frontera con Belice, acompañada solamente por mis libretas, mi cámara de video y muchos mapas. Buscaba encontrarme mirando e imaginando el mundo, intentando descubrir las relaciones ocultas entre las cosas.
''En alguna parada del camino, Aurelia y sus hijos se
subieron a mi camioneta. Un poco más adelante, Ana se sumó
al viaje. Más tarde apareció el carro rojo en mi
espejo retrovisor. Bien dicen que la identidad no es
más que el relato que nos hacemos de nosotros mismos", explicó
Novaro, quien estuvo acompañada por la actriz Tiare Scanda.
En busca de las raíces de la identidad
Novaro continúa en Sin dejar huella con su indagación en las raíces de la identidad, que abordó de lleno en El jardín del Edén (1993), filme en el que una artista chicana va en busca de sus raíces a la ciudad fronteriza de Tijuana. En este hurgar en la realidad popular, Novaro también encuentra en Sin dejar huella los narcocorridos, la narcopolítica y su similitud con los (narco) judiciales, que tienen su opuesto, en este juego de contrastes de la cineasta, en la tradicional música veracruzana y en la vida de las comunidades indígenas mayas.
"En todas mis películas he intentado recuperar una tradición muy del cine mexicano de la época de oro de los años 40, donde siempre se usaba música popular para narrar la película, incluso las letras de las canciones jugaban dentro de la historia que se estaba contando. Es una tradición que yo he retomado y que en todas mis películas utilizo. En este caso utilicé dos tipos de música: la de los narcocorridos, que me parece sumamente divertida, espeluznante y con un sentido del humor muy a la mexicana, y por otro lado la música jarocha, que es hermosísima, que tiene raíces afroindias y que está en momentos cruciales de la película", explicó la directora.
Al ser cuestionada si la reiterativa presencia de mensajes solidarios con el zapatismo era una reivindicación personal o un reflejo de lo que ella misma había visto en su travesía por el país, Novaro señaló que "es una realidad de Mexico; hay una serie de reflexiones en la película de cómo veo al país actualmente, de cómo está el México del norte, con el narcocorrido y la narcopolítica, pero está también el México indígena, que está haciéndose oir en el país y, por supuesto, la presencia zapatista, que cambió la conciencia del pais sobre nosotros mismos".
Novaro, también autora de Lolo (1989) y Danzón (1991), negó que su película fuera feminista, sino que es "sencillamente un punto de vista de mujer, que sigue siendo un punto de vista minoritario en la pantalla". Sobre los actores secundarios, todos hombres, explicó que "es una parodia, están un poco caricaturizados, estereotipados, no entiendo cómo hay quien se asombra cuando el cine está lleno de personajes femeninos estereotipados. Pero cuando uno invierte el juego y el estereotipo se aplica a los personajes secundarios masculinos, sorprende mucho".
Sin dejar huella fue producida por la Fundación Hubert Bals-Festival de Rotterdam, la productora Tornasol Films, la española Gerardo Herrero, Tabasco Films, Altavista, el Instituto Mexicano de Cinematografía y el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad.