JUEVES Ť 12 Ť JULIO Ť 2001
Ť Orlando Delgado
Inflación: Ƒpor fin lo logramos?
Con discreción desusada, se anunció el crecimiento de los precios al primer semestre del año: 2.11 por ciento, lo que no había ocurrido desde 1969; además, la inflación de julio del 2000 a junio de este año fue de 6.57, lo que significa que la meta de 6.5 se cumplirá sin dificultades. Este logro, añorado por quienes han diseñado la política económica desde 1983, se opacará ya que el crecimiento será de sólo 1 por ciento, los empleos se contraerán en alrededor de 550 mil, el déficit fiscal será ligeramente superior al comprometido, el déficit del intercambio con el exterior de mercancías y servicios seguirá aumentando como proporción del producto, alcanzando cerca de 4 por ciento; el tipo de cambio, por su parte, se está revaluando y lo seguirá haciendo en el año, lo que ha golpeado, y lo seguirá haciendo, los exportadores.
Así que terminaremos este año con un crecimiento pírrico, pero los precios se comportarán conforme a lo previsto; incluso, se espera que en los próximos meses el aumento de los precios pueda llegar a 4.5 por ciento anual, lo que permitiría que, en caso de que alguna reforma fiscal se dé, sea absorbida sin dejar de cumplir con la meta. En los últimos 30 años, los precios crecieron menos de 10 por ciento, la famosa inflación de un dígito, en tres ocasiones: en 1970-72, en 1994-94 y en el 2000; el PIB creció 6.9, 3.4 y 7.3 en el primer periodo, 0.4 y 3.5 en el segundo y 6.9 el año pasado; la relación inflación-crecimiento en 2001 se parecerá más a la de 1993 que a cualquiera de los otros años.
La otra variable que presentará un comportamiento mejor al previsto, será el tipo de cambio que se revaluará en cerca de 2 por ciento, ya que se estima que el dato promedio del año será de 9.50; también en 1993 ocurrió que, pese a ser un año desastroso desde el punto de vista productivo, el tipo de cambio resultó ligeramente apreciado en relación con el año anterior: 2 mil 118 viejos pesos en 1992 y 3.10 nuevos pesos en 1993. En ese año, además, se incrementó sensiblemente la inversión extranjera, al pasar de 8 mil 334 millones de dólares en 1991 a 15 mil 617 millones, un crecimiento de 87 por ciento; la información disponible al primer semestre de 2001 indica que la entrada de capital extranjero ha aumentado y parece muy probable que lo siga hacienda, dadas las complicaciones que enfrentan Argentina y Brasil.
En 1993, pese al estancamiento económico, las importaciones crecieron 5.2 por ciento, pero las exportaciones se incrementaron 12.3 por ciento, de modo que el déficit comercial pasó de 15 mil 933 millones de dólares a 13 mil 481 millones. En este año, el comportamiento del sector externo ha estado estrechamente asociado al desempeño de la economía estadunidense, ya que se destina a ese país 90 por ciento de nuestras exportaciones y de ella proviene también el grueso de las importaciones; resalta, sin embargo, que las importaciones de bienes de consumo se hayan incrementado, al tiempo que las de bienes intermedios y de capital han caído.
Desde el principio de los tiempos de los neoliberales, se nos ha planteado que no hay peor cosa que la inflación; es, según ellos, el impuesto más regresivo, el que golpea con mayor dureza a los sectores de menores ingresos. Por ello, se sostiene que llevar la inflación a niveles comparables a los de Canadá y Estados Unidos, esto es, a 3 por ciento, es la mejor contribución que puede hacer el gobierno para aliviar la situación de pobreza de los 58 millones de pobres que existen en el país. Sin embargo, resulta que cuando la inflación cae, gracias a la conjunción de factores externos y de una activa política monetaria restrictiva, lo hace en medio de una recesión en la que miles pierden el empleo y miles más que se incorporan al mercado de trabajo no lo consiguen.
Esto ocurre, además, en el marco de un empeoramiento continuo de la distribución del ingreso en el país, en donde el 20 por ciento más rico se apropia del 54.8 por ciento del ingreso nacional, 3.5 punto porcentuales más que hace 16 años y el 10 por ciento mayor participa con el 38.7 por ciento, seis décimas de punto más que en 1984, en tanto que el 30 por ciento más pobre redujo su participación de 8.1 a 7.89 y el 50 por ciento siguiente también pierde 3.1 puntos porcentuales al pasar de 40.6 a 37.5 por ciento del ingreso total. Así las cosas, el costo que paga la sociedad por reducir la inflación tampoco se distribuye equitativamente, lo pagan los que pierden el empleo; mientras, los grandes banqueros venden sus empresas y ni siquiera pagan impuestos.