MARTES Ť 10 Ť JULIO Ť 2001
Ť Recital en Coyoacán
Javier Gándara, un virtuoso del acordeón
ARTURO CRUZ BARCENAS
La tarde del pasado domingo, el acordeonista pachuqueño Javier Gándara convirtió el Patio Jacaranda del Museo de Culturas Populares de Coyoacán en sala de concierto, por una hora. Su interpretación levantó del asiento a decenas de asistentes (unos 200) que se fueron convencidos de que el virtuosismo en la ejecución musical lo mismo puede ser con un violín, con una guitarra o con un acordeón, que se toca pegado al pecho, cerca del corazón, apoyado en una pierna.
Gándara interpretó los temas de su primer disco: El acordeón en concierto. Modestia aparte, Gándara se define sólo como un músico en permanente proceso de aprendizaje. Muchas son las horas, desde su niñez, que ha invertido, para tocar como lo hace, haciendo aparecer fácil sacar sonidos, armonías, melodías de gran imaginación y técnica.
Algunas parejas acudieron sin ton ni son; son las que caminan y se meten donde se puede y las dejan. Andan en busca de un rincón. Distrajo el romance Gitanerías, de Ernesto Licuona, que Gándara toca con los ojos cerrados. También se escuchó la Marcha turca, de Mozart, que el hidalguense interpreta magistralmente
El borboteo del agua de una fuente se mezcla con las notas de Ojos negros, pieza tradicional rusa con la que Gándara logra convencer a los asistentes. Toca dos tangos, temas polacos. La energía con Preludio y fuga para acordeón, de Gunter Ketzscher. Gándara hace de su aparato una orquesta. Algo tiene de sacro el sonido del acordeón, pues todos callan ante su estruendo.
Provinciano al fin, Gándara recibe los aplausos con cierta timidez.
El padre de Javier, Evodio Gándara Angeles, expresó que su padre, de Tixtla, Guerrero, tocó el violín y fue conservatoriano. "Yo enseñé violín, pero me llamaron para que formara estudiantinas y a mi hijo, a los 5 o 6 años, le inculqué el acordeón, cuyo aprendizaje hay que iniciar a temprana edad. No se puede improvisar".
Añadió que no basta entender la música, sino que es necesario transmitirla. "La partitura ahí está. En mi caso, tuve que apretar un poco a Javier para que se enamorara del instrumento. La música convierte a la persona en mejor ser humano".