MARTES Ť 10 Ť JULIO Ť 2001
Empacho de siglos
Múltiples recetas en medicina tradicional; para la alopatía no es enfermedad
JOSE GALAN
ƑQué cosa es el empacho? ƑQuién no se ha empachado? Ahíto de comida y bebida, uno siente dolor en el estómago, presenta palidez, ojeras, lengua blanca. Y qué decir de los niños pequeños, enfermos por comer cualquier cosa. Para los médicos alópatas el mal se cura con medicamentos para problemas gastrointestinales. Pero la sabiduría popular lo trata de otra manera: "lo truena"; "tira del cuerito" o el empacho "se quiebra".
Este síntoma está catalogado desde el siglo XVI hasta nuestros días. El doctor Roberto Campos Navarro, médico y antropólogo, ha compilado textos desde 1552 a la fecha en un libro publicado por el Instituto Nacional Indigenista.
Ahí hay testimonios de médicos, matronas y curanderas, descripción de plantas y tratamientos, y está prologado por el doctor Ruy Pérez Tamayo, quien confiesa que después de leer el libro llegó a la conclusión de que a los ojos de la medicina moderna "no es una enfermedad", pero advierte que sí lo es a la luz de la antropología social: "le pasa lo mismo que al mal de ojo o al susto".
Su tratamiento se enmarca en la tradición centenaria que esgrime conceptos diferentes a la medicina para enfrentarse a la realidad. Es más, la sabiduría popular distingue dos variedades de empacho: el seco y húmedo. El primero se caracteriza por ''calentura sin predominio de horario, vómitos, dolor de cabeza, pies fríos y el estómago inflamado''. En el segundo hay diarrea.
En 1552, Martín de la Cruz, médico indio del Colegio de Santa Cruz, Tlatelolco, con conocimientos puramente empíricos, escribió un tratado llamado Libellus de medicinalibus indorum herbis, donde proponía ya un tratamiento para el empacho:
"Cuando alguno, por la crudeza del estómago, padece estreñimiento, se prepara esta medicina: se muelen conos de ciprés, hojas de laurel, tallo de la yerba zacamatlalin, corteza de zarza, de cerezo y del árbol illin y raíz de la yerba tonatiuh ixiuh, que es tan reluciente como el oro. Todo eso molido se cuece en agua ácida con miel. Ese jugo es maravilloso para limpiar el intestino".
En el Códice florentino o Historia general de las cosas de la Nueva España, fray Bernardino de Sahagún recomendaba para el ahitamiento la cura con la corteza del chichicuáhuitl, que se da en Tlálhuic, así como el uso de la raíz tlanoquinoli para "el que está empachado, con el vientre lleno o el que tiene fiebre", así como las raíces coyotómatl y tlalchichic.
Para 1595, Alonso López de Hinojosos, practicante del Hospital Real de Indios en la capital de la Nueva España, ya advertía en su tratado Summa y recopilacion de cirvgía con vn arte para sangrar y examen de barberos, en la segunda edición impresa por Pedro Balli en 1595, que entre las principales enfermedades de los niños se encontraba el ahíto, "repleción e hinchamiento del estómago y de la tripa ciega, de donde sigue gran suma de enfermedades, como la eplipesia, escotomía, gota, viragra, podagra, flaqueza del estómago y una gran suma de muertes repentinas. Para evitarlo, es buen consejo enseñar al niño a comer poco. Comiendo cosas que dañan, andan encanijados y amarillos".
En el siglo xviii, Juan de Esteyneffer afirmaba en su Florilegio medicinal de todas las enfermedades para bien de los pobres, publicado en 1712, que para el empacho ordinario "es bueno beber orines de muchacho o propios, o beber la lejía de la ceniza de palos buenos y conocidos, o mejor de la ceniza de estafiate o ajenjos".
El empacho no es exclusivo del altiplano. El libro recorre los remedios tradicionales para la enfermedad en Yucatán, Sonora, Tabasco y prácticamente todos los estados del centro y sur del país. Y forma parte de la literatura clásica de México. Como lo demuestra José Joaquín Fernández de Lizardi, el Pensador Mexicano, en la novela La quijotita y su prima:
"Cada rato estaba empachada, sin saber por qué. Ya se ve, la pilmama nunca decía que le daba peritas verdes, tejocotes, chicharrón ni otras porquerías semejantes, pero así lo hacía como hacen las muchachas para que la niña no llore, para que no se le salte la hiel o se le reviente un ojo. La criatura de repente perdía las ganas de comer, padecía ansias, licuaciones, calenturas, meteorismos o aventazones y todos los síntomas del infarto".
En 1875, el doctor Manuel Gutiérrez, miembro de la Sociedad Médica y Científica Pedro Escobedo, una de las más importantes en la segunda mitad del siglo xix, entró de lleno al debate sobre la existencia o no del empacho, y sostenía que a pesar del silencio absoluto de los autores europeos "y de algunos médicos compatriotas, es indiscutible la existencia del empacho".
"Lo que deben saber las señoritas educadas acerca del empacho", advertía en 1886 el doctor Antonio Velasco, egresado de la Escuela nacional de Medicina y catedrático de la secundaria para niñas, es que "los cuerpos que lo pueden ocasionar son o alimenticios que se han vuelto indigeribles o sustancias que no pueden ser digeribles en ninguna circunstancia. La leche, cualquiera que sea su origen, el huevo, los frijoles, el plátano, los chícharos, la carne, los granos de elote, los arvejones, los huesecitos de capulín, de tuna, de dátiles, las semillas de granadita de China, las películas de los gajos de lima y de naranja, etc., pertenecen a la primera categoría. A la segunda todo aquello que el niño se pueda llevar a la boca como rizos de papel, hebras del tapete, pedazos de vestido, la tierra, etcétera."
No sólo la medicina tradicional funciona contra el empacho, conocida bajo el término médico moderno de enteritis gastrointestinal. También los métodos utilizados por los médicos tradicionales, curanderos y yerberos de todo el país, y que trascienden, como lo demuestra el doctor Campos Navarro en su compilación, las modernas prácticas médicas.
Como en Jalapa, Veracruz, donde la antropóloga Isabel Lagarriga Attias encontró una práctica tradicional del "truene" del empacho: en la noche anterior al tratamiento se truena el empacho de la manera siguiente: se acuesta al niño boca abajo con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. En la parte media de la columna vertebral se le dan tres pellizcos, procurando que los tres truenen. En seguida se le pone manteca en la región donde fue el pellizco para que se calme el ardor de la piel, y se le faja con un emplasto hecho con yerba malva hervida con la orina del niño, unto fresco, yema de huevo, cinco dedos de tequezquite y unas hojas de rosa de castilla o habanera. El emplasto se amasa con aceite de almendras y se pone sobre hojas de Santa María previamente calentadas. En seguida se acuesta al niño a dormir y se repite la operación por tres noches seguidas.
"Todos los curanderos tenemos nuestra forma de curar, como nos enseñaron nuestros antepasados. El tronido es lo único y lo mejor que hay, lo más efectivo y sencillo" para curar el empacho, según doña Marina, curandera de la ciudad de México. "El niño se pone boca abajo, se le busca la espina dorsal y en medio se levanta el pellejito hasta que truene, o sea, se lo jalamos y lo tronamos. Al tronar, el empacho se despega, como que está girando nuestro estómago y me imagino que descansa. Cualquier día se puede curar, tres horas después de comer, menos los días nublados y los días de lluvias, porque ahí si no curo ni empacho ni susto ni limpias ni nada. Lo de yerbas y otras enfermedades, eso sí, cualquier día".