MARTES Ť 10 Ť JULIO Ť 2001

Ť Sergio Ramírez

Todos los riesgos incluidos

Ahora que los precios de los productos tradicionales se desploman cada vez más a menudo, y la deuda externa no deja de crecer, muchos países marginales ven aliviarse su situación de penuria crónica exportando lo último que les queda de valioso, que es su propia gente. La gente que emigra, y envía remesas en dólares a sus familiares que quedan atrás, han pasado a ser el primer producto de exportación en las cuentas nacionales tanto en El Salvador como en Nicaragua, un rubro en divisas que se sitúa hoy en día por encima del café, "el oro verde" en el que por mucho tiempo se cifraron las mejores esperanzas, y hoy toca amargamente la retirada.

El progreso podía ofrecerse entonces a todo color. Palacios neoclásicos en plazas donde aún pastaban las vacas, y estaciones de ferrocarril de techos victorianos desde la que partían hacia los puertos recién estrenados los trenes cargados de sacos de café y racimos de banano. Hoy, los emigrantes se escapan de esa visión bucólica del progreso por la puerta secreta de las emigraciones clandestinas, dejando atrás su paisaje. Pero el paisaje que se queda también es utilizable en este gran remate en que hay que venderlo todo para sobrevivir, y el turismo salta a la vista como tabla de salvación. Antes había que sembrar café en las sierras. Ahora es necesario sembrar hoteles entre las palmeras. Entre uno y otro espejismo, se abre la visión tantas veces fracasada del desarrollo.

Pasamos a duras penas por la industria con chimeneas, que muy pronto empezó a ser desmantelada del catálogo de nuestras ambiciones, para llegar a la industria sin chimeneas donde lo que se ofrece son las llamadas riquezas naturales, todo aquellos que Dios nos dio con mango generosa, montañas, selvas, y playas donde ya quisiéramos ver a miles de europeos nórdicos, alemanes y canadienses tostándose bajo un sol de justicia. Ese es el nuevo oficio de los países marginales en el mundo global, dar reposo y distracción a los que vienen a tenderse en nuestras hamacas generosas, cansados de bregar entre humos industriales y el tecleo incesante de las computadoras.

Pero para los países en graves dificultades, y que no aciertan a ver la luz al final del túnel, hay ahora la oportunidad de una nueva clase de turismo que quebranta los parámetros tradicionales, aún los del turismo ecológico que es también una variante atractiva pagadera en dólares, selvas vírgenes llenas de especies exóticas y ríos caudalosos que discurren por lugares aún no reconocidos en los mapas. Además, existe ahora el turismo peligroso.

Hay una clientela dispuesta a viajar a los países más remotos del mundo, no en busca de arenas blancas, un coco lleno de ron, y una caricia alquilada porque ya sabemos también que entre los grandes atractivos del turismo moderno está también la prostitución a gran escala, aún la prostitución infantil, masculina y femenina, que se suele dispensar en algunos paraísos del Caribe sino de peligros verdaderos.

En cualquier lugar donde hay un conflicto étnico o religioso que se dirime a balazos, una guerra tribal insoluble, guerrillas dueñas de la selva, paramilitares que cazan subversivos, bandas de narcotraficantes que protegen a mano armada los territorio remotos donde funcionan sus laboratorios de procesamiento de la droga, se ofrece ahora este turismo caro y refinado, en el que se paga por correr riesgos mortales y emociones de alto voltaje.

Allí estaba esperando ese nuevo recurso de los países pobres, ante la mirada inadvertida de los grandes estrategas económicos, que suelen sacarse del sombrero remedios mágicos, aunque se trate las más de la veces de las mismas recetas con nuevas etiquetas. Ahora, pues, ya lo saben. Basta buscar en la red cibernética direcciones como www.comealive.com (o sea, "regrese a casa con vida") para obtener el catálogo turístico de todas estas ofertas que paran los pelos de punta, no sólo serpientes de mordedura mortal colgando entre las lianas de los árboles milenarios, o cocodrilos de fauces prodigiosas que aparentan dormir plácidamente en el lodo, sino algo mucho más excitante, capaz de producir increíbles disparos de adrenalina: una banda de forajidos armada hasta los dientes, una emboscada en el camino, un combate real, ser parte de un secuestro. Prisioneros quemados vivos. Violaciones de mujeres.

Los paquetes de esas agencias especializadas tienen nombres no menos atractivos: Los lugares más peligrosos del mundo, Cara a cara con la muerte... en Francia, una de ellas, Cosmópolis, ofrece lo que da en llamar "excursiones geopolíticas", a lugares como Serbia, Montenegro, Afganistán, Argelia, Sudán, a una clientela ansiosa de descubrir por sí misma las márgenes más riesgosas del mundo. Ellos mismos eligen su destino, allí donde arde un conflicto.

Usted, imagínelo: una ronda nocturna en Afganistán con las milicias de talibanes que persiguen infieles; una excursión de limpieza étnica sobre las aldeas albanesas, brazo a brazo con los paramilitares esclavos de Macedonia; un día de aventuras en las selvas colombianas con las fuerzas expedicionarias del patriarca Marulanda, fotografía con él incluida; una expedición punitiva con los tutsis o con los hutus en Ruanda o en Burundi. ƑQué más quedará por ver? Tal vez una quema de buses en las calles de Managua, o una entrevista exclusiva con Montesinos en su calabozo de Lima, aunque ahora ya no muerda.

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