MEXICO S.A.
Ť Carlos Fernández-Vega
EN LA INTERMINABLE telenovela que protagoniza la industria azucarera nacional, ayer se difundió un nuevo capítulo: Pancho Barrio y sus muchachos documentaron un nuevo desvío de recursos públicos (aproximadamente 102 millones de pesos), utilizando para tal fin a la anémica Financiera Nacional Azucarera, en contubernio con unos de los "zares" de la industria azucarera-refresquera que opera en el país.
EN ESTOS TIEMPOS de mercado y globalización, en los que se canceló de un plumazo el subsidio a la tortilla y a la leche popular, funcionarios públicos de dicha institución otorgaron apoyos ilegales al Consorcio Azucarero Escorpión, a cuya cabeza aparece el no muy aséptico empresario yucateco Enrique Carlos Molina Sobrino, quien lleva varios días tratando de limpiar su imagen, incluso por medio de desplegados en distintos medios de comunicación impresos.
LA GRAN PARADOJA de la "estrategia de gobierno" puesta en marcha para "sacar adelante" a este renglón productivo (desde Luis Echeverría hasta Vicente Fox, pasando por todos los demás) es que, indistintamente, acaricia y golpea a los dulces empresarios del sector, sin que tal actitud solucione el problema: al mismo tiempo, los dueños de los ingenios azucareros -sabedores de la querencia que se les tiene- se dejan mimar con la nada despreciable caricia del erario público y, lejos de ayudar, profundizan sus negocios oscuros. Como siempre, en la mitad del conflicto quedan los paupérrimos jornaleros cañeros -que ayer pasaron a saludar al Rey del Ajo, que despacha como secretario de Agricultura-, a quien los barones del azúcar adeudan miles de millones de pesos.
POR EL LADO de las caricias, los resultados nunca se palpan: a lo largo de las últimas tres décadas el gobierno federal en turno ha apapachado a los dueños de los ingenios azucareros, rescatados a través de la estatización de las centrales en la década de los 70, apoyados con la reprivatización del sector a finales de los 80 y principios de los 90, vueltos a rescatar por medio del Fobazúcar -con 2 mil millones de dólares de recursos públicos- a partir de 1995 y "rerescatados" por enésima ocasión con dos paquetes crediticios del Banco nacional de Comercio Exterior en 1998-1999 (500 millones de dólares) y ahora en el 2001 (con otros 250 millones), y nada, la crisis en el sector lejos de resolverse, se profundiza.
POR EL LADO de los golpes, las soluciones tampoco aparecen: sexenio tras sexenio se han descubierto y documentado -a conveniencia del funcionario en turno y dependiendo de las amistades que el involucrado presuma- fraudes, desviaciones, contubernios, peculados y demás figuras ilícitas en las distintas instituciones públicas encargadas de atender los requerimientos del sector: Unión Nacional de Productores de Azúcar (UNPASA), en Azúcar SA, en la Comisión Nacional de la Industria Azucarera y en Financiera Nacional Azucarera.
AHORA, DE NUEVA cuenta, le tocó a esta última institución. De acuerdo con las investigaciones de la Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo, Financiera Nacional Azucarera otorgó, de manera ilegal, subsidios para fomentar las exportaciones -definitivas- de los excedentes de producción en la zafra 1997-1997 a los ingenios propiedad del Consorcio Azucarero Escorpión (Caze), de Molina Sobrino. Sin embargo, se documentó que dichas centrales obtuvieron el subsidio, a pesar de haber presentado "pedimentos temporales", desvirtuando, así, el objetivo de fomentar exportaciones definitivas sobre excedentes de producción en azúcar para mantener equilibrado al mercado. Como si fuera alguna novedad, la Secodam también comprobó que la empresa no pagó el impuesto general de exportación, ni las cuotas al Instituto Mexicano del Seguro Social.
SIN DUDA, MOLINA Sobrino no será el único industrial del sector con negro pasado (presente y futuro) y negocios turbios, pero el yucateco insistentemente ha negado la comisión de dichos ilícitos: "he documentado que las exportaciones sí fueron definitivas", ha dicho en su defensa a lo largo de los últimos días. Pero la Secodam y el desarrollo de las investigaciones, comprobarían otra cosa.
ENRIQUE CARLOS MOLINA Sobrino apareció, de la noche a la mañana, en aquella feliz relación de multimillonarios mexicanos publicada por la revista Forbes a mediados de 1994, cuando en este país todo era abundancia y primer mundo. El empresario yucateco, con diez ingenios azucareros reprivatizados en su haber, aparecía con una fortuna personal estimada en mil 400 millones de dólares. (Un año después, en 1995, "errores de diciembre" y Ernesto Zedillo de por medio, ya no apareció en la lista de los ricos entre los ricos.)
SIN EMBARGO, EN la vida nada es gratuito: en 1987-1988, Enrique formó parte destacada de la "Comisión de Financiamiento y Consolidación Patrimonial del Distrito Federal del Partido Revolucionario Institucional, en la campaña de Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia de la República". Y efectivamente la vida, en el salinato, le sonrío.
EL EMPRESARIO LLEGO a encabezar no sólo uno de los grupos refresqueros más poderosos del país (Grupo Embotellador Mexicano, posteriormente Pepsi-Gemex)), sino que su Consorcio Industrial Escorpión, el cual agrupa cerca de 50 distintas razones sociales que operan en los sectores industrial, automotriz, turístico y financiero. De simple propietario de tres embotelladoras medianas, engrosó su fortuna a raíz del proceso de privatización del salinato. Primero, compró al Estado siete empresas refresqueras (entre ellas Garci-Crespo), luego los diez ingenios azucareros (Atencingo, Calipam, Casasano, El Modelo, El Potrero, Emiliano Zapata, La Providencia, Plan de San Luis, San Cristóbal y San Miguelito) y adquirió un sólido paquete accionario en Banamex, junto con el ahora más rico Roberto Hernández, y en Banpaís, al lado de su socio Angel Isidoro Rodríguez, El Divino. Una parte importante de sus inversiones, reposan gratamente en el balneario Fobaproa.
ADEMAS DE LO anterior, ha contado con varias empresas transportistas, fleteras, inmobiliarias, seis distribuidoras directas, una importadora en San Antonio, Texas, una fábrica de plásticos, otra de carrocerías y refacciones para la industria de refrigeración, una división automotriz (distribuidora de Chevrolet, Dina, reconversiones, venta de aceites y llantas), una división de turismo (restaurantes, discotecas, desarrollos comerciales y hoteles de gran turismo en Cancún, Los Cabos, Acapulco y el DF.)
Y AHORA, POR 102 millones de pesos, está -de nueva cuenta- en la picota.
Las rebanadas del pastel
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