MARTES Ť 10 Ť JULIO Ť 2001
Ť Visita Xóchitl Gálvez grupos residentes en el DF
"No queremos vocho, queremos cosas serias", dicen indígenas
Ť Llevaría una generación revertir rezagos, según la comisionada
MATILDE PEREZ U.
šEsto es muy duro, muy duro!, allá en el campo es hambre, pero aquí... Allá en los pueblos no hay tele y aquí sí, pero eso no es bienestar, expresa Xóchilt Gálvez Ruiz, quien luego de visitar las habitaciones de apenas dos a seis metros cuadrados donde viven triquis, mazahuas, mazatecas y purépechas -a unas cuadras del Templo Mayor-, dice estar muy conmocionada y triste. Huyen del hambre y la pobreza del campo, pero en la ciudad se vuelven a lo mismo: marginación, abusos y violencia; viven hacinados y en la insalubridad.
En su primera visita a viviendas que en la delegación Venustiano Carranza ocupan indígenas, la comisionada para pueblos indígenas de la Presidencia de la República comenta: "Conocía La Merced, pero entrar a su mundo (de los indígenas radicados en la ciudad), ver sus habitaciones, hablar con los niños, ver y sentir el medio hostil en el que se desarrollan realmente me duele".
De su cara ha desaparecido la sonrisa y afabilidad con la que saludó a las mujeres mazahuas, triquis, zapotecas, purépechas y de otros pueblos. "También soy migrante, vine en busca de una mejor oportunidad y ellos hacen lo mismo", menciona.
Tras escuchar las peticiones de acciones para tener una mejor vivienda, respeto a su comercio ambulante, educación y hasta ayuda para tener un acta de nacimiento, Gálvez acepta que será difícil cumplir con esos retos. "Hay que ser honestos, hay pocos recursos para eso, no hay un programa de vivienda para indígenas porque no tienen ingresos fijos, pero pelearé para que eso se incluya en el presupuesto de 2002".
Y nuevamente lamenta que los rezagos sean tan grandes, "llevará una generación revertirlos, pero más vale empezar" y por eso -agrega- habrá que trabajar conjuntamente con el gobierno capitalino. "Tengo acercamientos, pronto me reuniré con el jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, para tratar el asunto de la vivienda y del comercio, que son las principales peticiones de los indígenas".
En la calle Juan de la Granja 74, en medio de la unidad habitacional la Candelaria de los Patos, frente al Palacio Legislativo, Gálvez supo que esas 41 familias habitan en lo que fue un campamento de los sismos de 1985. Las paredes de las viviendas son láminas y de ellas penden las ropas recién lavadas, los pisos de cemento están brillantes y los niños bromean con la funcionaria, a quien también le dicen que quieren estudiar.
ƑTienen Progresa -leche y tortillas-, tienen becas?; Ƒen que trabajan?, pregunta Gálvez a las triquis. "Somos comerciantes, pero nos recogen la mercancía; en 1977 firmamos un convenio de reordenamiento de la vía pública y hasta la fecha no hay nada. Queremos un firme compromiso de que nos ayudará con la vivienda", reclaman. Entregan sus peticiones, pero exigen a Gálvez que firme de recibido, "para tener una constancia".
En Juan Cuamatzin 86, a espaldas de la avenida Fray Servando Teresa de Mier, las mazatecas y mazahuas insisten: entrar a un programa de dignificación de comercio ambulante, respeto a tradiciones y cultura, mejor vivienda.
"Nosotras ganamos muy poquito, a veces 100 pesos, en otros sólo 30 pesos, por eso estamos aquí en este predio que está intestado", explican. Entre sus solicitudes está que respondan a las demandas de sus pueblos allá, en los estados para que pare ya la migración, y también programas reales, "no queremos vocho, queremos realidades, cosas serias", insisten.
Pero Josefina Flores Romualda y Marcelina Castillo Cruz, mazahuas del estado de México, piden que no se les llame migrantes indígenas porque "es como si no fuéramos mexicanos, queremos que nos digan residentes indígenas, porque -confían- eso ayudará a cambiar el trato de los urbanos hacia nosotras; en el comercio ambulante nos tratan diferente, somos los primeros a los que acusan de robar y en ser detenidos. Defienden su comercio ambulante, son la única actividad que pueden tener para educar a sus hijos, y a su pliego petitorio de vivienda, justicia, suman la de su comunidad San Antonio Pueblo Nuevo, donde quieren una carretera, una preparatoria y un hospital.
Su actividad la explican en pocas palabras a Xóchitl Gálvez: "Diario salimos a torear a los granaderos". A eso la comisionada de los pueblos indígenas responde: "špronto van a debutar en la Plaza México!", usa la frase para crear una mayor confianza con las mujeres que ríen y ofrecen los tamales y agua de horchata que prepararon para el encuentro.
Antes de entrar a Manzanares 78, una bodega adaptada para dar cabida a viviendas para 40 familias, Gálvez supo que las indígenas pagan ocho pesos diarios y sólo les dan una cubeta de agua y que todos los días recorren las calles del Centro Histórico en busca de un lugar donde les permitan pasar la noche.
Quienes habitan en las estrechas viviendas de madera distribuidas en lo que fue una bodega, a pesar de las aguas sucias, del olor fétido, de -como lo describen- ver las ratas, no terminar de combatir otras plagas y hasta de tener una epidemia de viruela, sienten que están en mejores condiciones que aquellos que van sin rumbo en busca de techo.
Allí, Gálvez constata que una mujer vive en un cuarto de apenas dos metros, duerme en el piso y sus pocas pertenencias son algunos trastos. Es una mujer que, como otros indígenas, no existe para las autoridades, porque no tiene acta de nacimiento ni puede acceder a ninguno de los programas gubernamentales.