LUNES * 9 * JULIO * 2001

* El cantante se retrasó una hora; la policía calculó 12 mil personas en la plaza

Rubén Blades llenó el Zócalo, pero no logró prender a los asistentes

* El grupo Editus abrió el concierto con una instrumental, en la que resaltaron los violines, y luego acompañó al panameño * Pedro Navaja cerró el recital que duró más de horas

JAIME WHALEY

blades_concierto1Ya con las de nuevo cuño, ya con las viejitas y casi por todos sabidas, el caso es que Rubén Blades ofreció un concierto que, aunque tuvo candela, no logró prender del todo a un Zócalo a reventar que pacientemente esperó al músico panameño por casi 60 minutos.

Miles, que la policía calculó en 12 mil pero que a ojo de buen observador fueron, quizás, el doble, se deleitaron con una prolongada actuación de Blades que se alargó más allá de las dos horas y que rubricó, faltaba más, con su conocidísma Pedro Navaja.

Desde temprano el público respondió en buena cantidad a la conmemoración de un 6 de julio que está ya grabado en la historia capitalina y de la democracia y empezó a copar los mejores espacios disponibles, como los techos de los vehículos del Instituto de Cultura de la Ciudad de México, que organizó la audición y que puso de manifiesto, de nueva cuenta, su miopía en cuanto a la logística del acto y a la llamémosle ingeniería, pues todavía no entienden sus empleados que con un escenario escasamente elevado el público sufre para poder ver en condiciones normales y mucho más con el florecimiento de "¡periscooopios de a diez, lléeevelos, ándele llévelooos!", pues fueron miles quienes los adquirieron con la esperanza -que al fin y al cabo estamos en la ciudad de la esperanza- de tener una mejor vista, pero a la mera hora la compra les valió para puro periscopio pues los de adelante, los de al lado y los de atrás, también tenían su ingenioso y rudimentario instrumento.

Primero, los temas de Tiempos

Frisaban las dos de la tarde, una hora después de lo anunciado, cuando los excelentes ejecutantes del grupo Editus tomaron sus instrumentos y ¡a darle¡, primero con una instrumental en la que resaltaron los violines y luego ya con Blades, que vestía de playera gris y su acostumbrado sombrero negro echado hacia atrás, le dieron vuelo primeramente a los temas contenidos en el disco Tiempos.

En tanto, el respetable que apechugó la espera escuchando al grupo Constelación, también del género de la llamada salsa, se valió, como indicado ya está, de todo para poder echar ojo.

El grupo de los lumpen-desmadrositos se fue por el techo de un largo trailer y en vista del espacio hasta su propia pista ahí tuvieron. Bromearon, y no ligero, con turistas del hotel Majestic. A la hora del agua se medio desnudaron y ya después se dedicaron a ofender a solitario e indefenso borrachín.

El mejor lugar para los tempraneros

Los madrugadores se apretujaban contra la valla de alambre que bordeó la zona de actuación y así, como empaquetados se tiraron todas las dos horas, si acaso con un breve respiro cuando se soltó una lluvia que poco tardó en quitarse.

El grueso del vasto contingente, por su parte, se aposentó en la plancha y en el pavimento y ahí tímidamente bailó aunque más bien se movió por el cosquilleante ritmo que Blades le imprime a sus interpretaciones.

El panameño no solamente cantó, sino que en los inter se prestó para nombrar a los perdidos y por el alta voz desfilaron Miguel González y Yanireth del mismo apellido, entre otros.

Y ya está ahí el monumental coro con un "oooh, oooh, oooh", presto para acompañar Amor y Control, la más reciente de las canciones del solicitado Blades, que tuvo que ser levantado en vilo cuando subió al entarimado, para así rescatarlo de sus seguidores, de los colados y de la prensa que también pone su sentido de cooperación cuando de hacer bola se trata.

Buscando guayaba, otra de las clásicas

Pero ya se dejan escuchar los primeros acordes de otra clásica, Buscando guayaba, en la que el compositor va por la vereda del 8 y el 2, en busca de la jugosa fruta, lo que hace que aquellos que cansados buscaban refugio en la bocacalle de Madero, regresen para otro meneo. Y parece que se llega a la hora de las complacencias, pues ya Blades se arranca con Ligia Elena, en la que se narra la historia de esa cándida niña de la sociedad que se casa con un trompetista de la vecindad y el saco parece venirles a un par de atildadas y rubias turistas adolescentes bien que son asediadas por desarrapados sujetos, jóvenes también, que no cejan en su intento de poder arrancarles a las visitantes algo más que su nombre.

Hace hambre ya y la multitud como que se quiere ir, pero no insatisfecha, algo le hace falta y, caminando con el tumbao que tienen los guapos, aquí llega Pedro Navaja por lo que se pueden dar por satisfechos y tomar por asalto los pocos bebederos que están abiertos los domingos.