REPORTAJE
Revista al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey
Marco: diez años de ir más allá de cultivar el asombro
Proyecto cultural con un récord de 85 exposiciones de mil artistas y la presencia diaria de 600 niños sólo en visitas guiadas, el Marco busca ahora volver a llamar la atención de los grandes empresarios regiomontanos y tiene en los jóvenes, así como en los nuevos conceptos del arte, una de sus principales fuentes de crecimiento. La institución que, en palabras de la directora Nina Zambrano, pertenece a la ciudad no a alguien en particular, abrirá los festejos de esta década de arte con la exposición del brasileño Tunga. De ahí en adelante, el agasajo durará un año
RENATO RAVELO Y JOSE GARZA ENVIADO Y CORRESPONSAL
Monterrey, NL. En el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey cada veinte minutos un chorro de agua se lanza al patio central. En el extenso estanque, de varias decenas de metros cuadrados y mínima profundidad, se forman olas discretas que llegan al borde y regresan a chocar, para dar la imagen de un suelo con escamas, un papel corrugado en el que se escribe y se repite la historia de los 10 años de un proyecto cultural que, con un récord de 85 exposiciones de mil artistas, busca volver a llamar la atención de los grandes empresarios regiomontanos, y tiene en los jóvenes, así como en los nuevos conceptos del arte, uno de sus principales recursos de crecimiento futuro.
El acontecimiento de agua del patio central del museo que construyó el arquitecto Ricardo Legorreta ha visto pasar millón y medio de visitantes a exposiciones de Roberto Matta, Fernando Botero, Isamu Naguchi, Cartier-Bresson, Ray Smith, Pierre Alechinsky, Julio Galán, Leonora Carrington, Enrique Guzmán. Como todos los espejos, sin embargo, carece de memoria.
En las salas 1, 2, 3 y 4 del Marco se escuchan los martillazos, las voces de orden, los taladros que esconden los últimos ajustes de la exposición del artista brasileño Tunga, que abrirá de alguna manera los festejos que celebran la década y que durarán todo un año.
En otra de las salas abiertas al público, en la planta baja del edificio de 16 mil metros cuadrados, 5 mil de exhibición, que en su momento costó 10 millones de dólares, se ubica parte de la Fundación Cultural Televisa, institución que no resistiera los embates de la economía filantrópica y es compartida en custodia por el Marco y Casa Lamm.
La actual directora del Marco, Nina Zambrano, quien es también, desde 1996, la presidenta del Consejo de Directores del Museo, advierte: "Marco nació de la iniciativa y el compromiso de un grupo de empresarios y del gobierno del estado. Sin embargo el gobierno no ha cumplido ese compromiso y muchos de los empresarios que empezaron se alejaron".
Requiere convencer a la comunidad: "El museo siempre está en riesgo. He tratado de explicar que necesitamos que más personas den aunque sea menos". Y aclara: "Marco es una institución de la ciudad no de un grupo privado de ninguna empresa".
El Marco es ya paisaje ocupacional de los regiomontanos, como lo revelan los 600 niños que diariamente ocupan la visita guiada, o quienes acudieron en el último semestre a las exposiciones de Gabriel Orozco, o la titulada Los paisajes de Magnum, o la de Robert Therrien, que sorprendió a la mayoría de los asistentes, como consta en el video que se proyecta junto al patio central, al poner en grandes dimensiones mesas, platos y dar la sensación de que el visitante alcanza apenas a medir la pata de una silla.
Proyecto de ciudad que comenzó de una manera destacada, llamativa. El museo fue tramado desde 1989 por Diego Sada y Margara Garza Sada de Fernández, si bien su apertura ocurrió el 28 de junio de 1991 con la inauguración de una muestra que se llamaba Mito y magia en América Latina: los ochenta, que conjuntaba 300 obras, de 61 artistas de 17 países. Como nuevo símbolo Monterrey, ciudad de la prosperidad, tuvo el apoyo económico de gran número de empresarios.
Aún se recuerda entre los reporteros regiomontanos las cenas de gala con que se anunciaba, por ejemplo, México: esplendores de treinta siglos, la llamativa y sorprendente muestra que a principios de la década de los noventa promoviera, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, como parte de su estrategia para poner a México en la modernidad con una fuerte identidad.
A diez años aún permanece la gala (el 14 de junio hubo cena de gala y se presentaron dos orquestas de cámara de la Filarmónica de Nueva York, bajo la dirección de Kurt Masur), si bien ahora ya se sabe que la modernidad no tenía cupo para todos y que no es necesario vestirse de cultura para recibirla, por lo que los apoyos ya no fluyen como antes. Atrás quedaron las siete subastas como la que impulsó el proyecto (una más en conjunto con Christie's), la primera de las cuales dejara una ganancia de 591 mil dólares.
Hoy se cuenta con el apoyo principal de Cemex, que encabeza Lorenzo Zambrano, sin embargo, no hay crisis, sostiene su hermana: "Es una institución que es mucho más que un museo que pretende cultivar el asombro y la experiencia de vivir del arte; es un lugar donde coinciden la estética y el espíritu, de encuentro entre escritores, pintores, escultores, curadores y museógrafos".
Casi una tercera opción
En las oficinas del Marco, Ramiro Martínez, del área de coordinación y registro, comenta: "En México no existe una cultura, ni una historia del mecenazgo, como en Estados Unidos y Europa; se ve más como un asunto individualista o del Estado".
Martínez empezó como voluntario en el Marco, seis meses antes del proyecto México: esplendores... Estudió Finanzas en la universidad de San Antonio, Texas, y es quien se encarga de las negociaciones para traer muestras, de plantear las condiciones.
Martínez forma parte de las nueve instancias en que se divide el organigrama del Marco, que incluye el Consejo de Directores, Administración, Comunicación e Imagen, Mantenimiento y Seguridad, Membresías (más de mil personas se relacionan de alguna manera), Servicios Educativos, Voluntarios (más de 300) y un Comité Juvenil.
Al hablar del museo, en la perspectiva de su posible evolución, Martínez asegura que el recinto cuenta con las condiciones para crecer cuantitativa y cualitativamente.
Es decir, cuenta con un muy espacio de almacenaje, no saturado por su colección particular de 113 obras producto de las adquisiciones del Premio Marco que de 1994 a 1996, se convirtió en el más destacado galardón con sus 250 mil dólares para primer lugar.
En realidad, comenta, la única modificación hecha al edificio en diez años, que no sea de mantenimiento, fue quitar la planta de cuatro lámparas en forma de media columna de metal que hacía interferencia visual, lo cual se llevó a cabo previa consulta y aprobación del arquitecto Legorreta.
El sentido cualitativo tiene que ver con las nuevas manifestaciones estéticas: "Si te fijas, el Marco abre con una muestra de pintura, pero lo que vamos a presenciar hoy ya no tiene que ver con la expresión plástica figurativa o abstracta".
Yolanda Barrera, encargada de Comunicación e Imagen, no quiere hablar. Se hace a un lado, esquiva porque ella es la que establece los vínculos de difusión del Marco, y rehuye los reflectores. Sin embargo confirma que de "que tenga memoria, el performance que se presenciará por la noche es el primero que se hace, hemos traído videos".
Y la memoria de Barrera se remonta a los inicios del proyecto, desde antes que fuera Marco, cuando como periodista del diario El Norte, se acercó a Garza Sada. Sin embargo buena parte de la cara pública, durante años, la dio el anterior director Fernando Treviño (recientemente renunció Xavier López Arriaga, quien lo sustituyó cuando entró Zambrano).
En la oficina de Barrera se encuentran los proyectos que uno no debiera enterarse, como el del boleto de lotería que el Marco tendrá a finales de julio. Ahí hay material promocional de la muestra de Jenny Holzer o la del arquitecto Sean Scully, quien desde los años setenta se dedica a explorar la luz y la arquitectura. Este material se canalizará para sumarse a la estadística de diez años: más de 2 mil desplegados publicitarios, 50 mil notas periodísticas, 300 ruedas de prensa e igual número de campañas de radio.
En estos diez años en que Barrera ha transitado de la línea de quien pregunta a quien responde, ha descubierto que la equidad es la base de una buena relación con los medios. Se ha especializado en buscar que así suceda, apoyada en su asistente, Leslie Alférez, quien, egresada de la licenciatura en arte, empezó, por cierto, en las visitas guiadas. Pero la suerte del reportero rara vez es equitativa y uno se entera. Dice Barrera que entre la primera etapa, de esplendor, y la actual de búsqueda, la diferencia en cuanto a difusión es que "hay menos esa cosa del secreto".
Cuando se le pregunta a Ramiro Martínez, sobre la influencia del Marco en la comunidad artística, argumenta que a partir de que funciona el museo se abrió la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de Monterrey, la escuela de la Universidad de Nuevo León "tomó más fuerza" e impactó en el Museo de Monterrey.
Creo que el trabajo que están haciendo los artistas jóvenes en la actualidad, señala, "es de muy buena calidad y esto es influencia del trabajo de las universidades y nosotros, de darle la oportunidad a la gente de ver que el arte no es solamente pintura, sino supone una variedad estética. Creo que el arte es necesario para la vida diaria y te abre la cabeza a muchas posibilidades".
Sin embargo, con la visión de que en América Latina no existen los apoyos que fluyen a quienes apoyan la cultura y el arte, sobre todo en el terreno fiscal, considera que el financiamiento es muy complicado porque, al tratarse de un proyecto regional no recibe dinero federal.
?En algún momento, sin embargo, el Marco conjuntó apoyos...
?Es cierto, casi fuimos una tercera opción, que no se limitara a lo privado o lo público.
Un año de festejos
Asistentes a la primera actividad de la exposición de Tunga se dirigen al auditorio, escenario de más de 80 presentaciones de libros o de los 49 catálogos editados por el Marco en diez años, lugar donde el curador Carlos Basualdo hablará sobre la fuga que el artista brasileño, basado en el minimalismo, el arte pobre italiano y la herencia política de Joseph Beuys.
Circula papelería en la que se indica que en noviembre habrá un concierto "con una de las sinfónicas más importantes del mundo", que se llevará a cabo un ciclo de cine con películas "realizadas por artistas plásticos que hayan expuesto en el Marco, o bien que narran la vida de artistas plásticos" lo que incluirá a Julian Schanel, David Salle y Roberto Longo.
Asimismo, se indica que se creará un club de arte contemporáneo "la comunidad podrá interactuar con un grupo de (10) artistas que participarán en un nuevo debate que los acercará a los rumbos del arte contemporáneo y sus posibles efectos en el futuro" y que los visitantes número 10 entrarán gratis y los número 100 recibirán un premio.
El ambiente es de festejo. A la mediana asistencia que se registró a la conferencia de Basualdo, acerca de la "relación metonímica, en la que la lógica de un elemento conduce a otro elemento", se empiezan a sumar gran cantidad de jóvenes,
Afuera, porque uno tiene que salir cuando el murmullo de la espera agobia, una paloma se posa sobre la mano de la escultura de Ignacio Zaragoza, que señala el atardecer mientras atrás un grupo de mayores le terminan de ponerle al danzón.
Es definitivo: si el Marco en un primer momento era la llamativa escultura de La Paloma, de Juan Soriano, que lo señalaba como un espacio relevante que marcaba la esquina de Zuazua y Padre Jardón, ahora el museo se ha normalizado, forma parte integral del paisaje, como la figura de Zaragoza, como la plaza, ha cotidianizado, ha desacralizado el arte.
Cuenta una periodista regiomontana que era imposible entrar a la exposición de Botero, Yolanda Barrera remite a un texto que Gabriel García Márquez escribió, hacia dos años, sobre su fobia a los museos, porque pensaba que guardaban a las musas enterradas: "En un solo golpe de vista se me reveló (el Marco) como una fiesta de la vida por la inteligencia de su concepción y la belleza de su obra, y me infundió una sensación de optimismo y buena salud que me permitió entender al instante, y ojalá para siempre, que el arte no se come, pero alimenta".
Adentro de nuevo los jóvenes se organizan para ver los performances en los que las Xipofagas capilares, dos niñas preadolescentes unidas por el cabello, deambulan por la muestra del artista brasileño, o un grupo de muchachos tejen. Algunos se detienen más tiempo, otros salen al acto social, todos comentan, al menos: "No, güey, este jale si está chido".
A la mañana siguiente del primer performance que se hace en el Marco, de manera tan claramente escénica, el eco de las risas y los comentarios, permanecen en el oído, aunque de ellos no dé cuenta el agua.
Lo que parecería ser un segundo performance acontece: sobre el estanque del espejo desmemoriado de agua, se colocan simétricas, en forma regular, veladoras, a salvo de la humedad. Un vigilante, de los diez de planta, es cuestionado:
-¿Qué actividad artística se lleva a cabo hoy?
-Hoy, no sé, pero mañana hay una boda.
Al final de cuentas el Marco no puede negar su vocación, su relación de nacimiento con la clase emprendedora en lo económico, aunque los jóvenes, los programas educativos, la adopción de la sociedad media regiomontana, parecieran ser su opción de continuidad, la otra historia que el espejo de agua se va a guardar.