Armando Labra M.
Banqueros: a donar pactos y treguas
HACE POCO MAS de un año, se apreciaba necesario aplacar el riesgo de que las elecciones presidenciales se convirtieran en un aquelarre que lesionara la gobernabilidad democrática. Los partidos estaban dispuestos a pactar, pero el PAN se echó para atrás a último minuto y se creó una situación aún más preocupante, cuyas consecuencias políticas hoy todos padecemos.
El PAN vio entonces la posibilidad de pactar como un asunto estrictamente coyuntural y actuó en consecuencia. De haberse concretado entonces el pacto, todos los partidos habrían ganado las elecciones. Como no fue así, de todas formas ganó Fox, pero perdieron todos los partidos, incluyendo el PAN. Porque a veces ganando se pierde, y hoy todos los partidos se encuentran heridos de cisma, por no pactar a tiempo, civilizadamente y con visión política profunda.
Así es como hoy, con esa misma visión cortoplacista se convoca a un pacto político de poca monta e importancia, porque solamente busca inyectar fuerza efímera al Presidente, y a cambio de nada. Un pacto político es un asunto serio que requiere ser abordado con rigor, y en esa perspectiva se han pronunciado el PRD y el PRI. Plantear un pacto para avalar la figura presidencial se antoja incongruente después de tantos años de tozuda labor panista por abandonar el presidencialismo. Un acuerdo para apoyar a un individuo resulta aún más inconcebible, porque no existe bandera alguna que convoque a reunir voluntades. La mera debilidad política no sólo no es razón suficiente, sino alarmante, y no hay pacto posible que supla tal carencia.
Lo que en realidad se está pidiendo es una tregua para el presidente Fox, no un pacto. El equívoco no es banal, porque el fortalecimiento incondicional de un gobernante débil, y más aún si es popular, sin una negociación previa sobre asuntos sustantivos, no puede sino conducir al autoritarismo, y en nuestro caso a una variante ranchera de despotismo no ilustrado, peligrosamente inclinado a ejercer el poder al margen del Legislativo. La controversia constitucional sobre el reglamento de la ley eléctrica así lo revela. Cuidado.
En otro orden de ideas, pero también como resultado de caótico acomodo espontáneo de todo tipo de asuntos, causa una creciente y seguramente perdurable irritación el destino del patrimonio cultural del pueblo de México que a lo largo de décadas rescató Banamex y que ahora, de prevalecer el despropósito en curso, dramáticamente pasará a manos de Citigroup.
El palacio de Iturbide, el de los Condes de Valparaíso, sede del banco; el palacio de La Canal, en San Miguel Allende, la casa de los Montejo, en Mérida, entre otros invaluables edificios coloniales; obras de arte, documentos, etcétera, no tienen precio, y siempre han pertenecido a la nación. Ahora resulta que esos bienes patrimoniales podrán estar a la venta y el gobierno mexicano tendría opción ¡para comprar lo que pertenece a los mexicanos! ¡Habrase visto!
Aunque la venta de Banamex es de suyo un tema que rebasa al ámbito estrictamente legal y financiero, para tornarse político y hasta moral, y considerando que las autoridades la acaban de autorizar en sus términos sólo jurídicos, con un grave costo económico para el país, los bienes patrimoniales de ninguna manera deben correr tal suerte.
Inteligente y oportuno sería que, íntegros, todos, absolutamente todos los bienes que constituyen patrimonio histórico en manos de Banamex fueran donados a la nación. Necesario será, de otra forma, que el gobierno expropie esos bienes que a todos nos pertenecen históricamente.
Si Banamex no dona hoy o el gobierno no expropia mañana ese tesoro nacional, ambos habrán de cargar con un franco e imborrable resentimiento de la nación, porque no sólo habrán asociado intereses para descremar inmensas ganancias financieras a costa del erario, y además en tiempos de crisis para mayoría de los mexicanos, sino añadirán el estigma de haber entregado impunemente el patrimonio nacional al extranjero. Y ya no queremos impunidades, ¿verdad? Tarde que temprano se pagan, ¿verdad?
Nadie se los perdonará. De nada valdrán las importantes acciones sociales y altruistas que en lo personal realizan los ya ex dueños del banco. La cuenta final será terrible para ellos. Ojalá recapaciten, banqueros y gobierno, y hagan algo sensible, oportuno y positivo para la nación que todo les ha dado. Y copeteado.
Pero regresemos al tema del pacto con ánimo propositivo. Los pactos políticos tienen sentido cuando giran en torno de principios, no de personas, aunque finalmente sean éstas las que capitalizan el impacto político. El único pacto político posible hoy en México sería el que reafirme los principios que nos unen, y no hay que ir muy lejos para encontrarlos, basta leer la Constitución y acordar su cumplimiento.
Así concebido, el pacto necesariamente rebasaría la política para abarcar la economía y la sociedad, porque versaría sobre la moderación efectiva de los excesos del mercado y del Estado y de sus representantes en ambos espacios de poder. Con esa perspectiva, incluso será meritoria y hasta posible la tregua que solicita y necesita el Presidente.