Ť El público pagó por gozar un rato de nostalgia
El viernes, sólo chispazos de lo que fue la gran voz de José José
ARTURO CRUZ BARCENAS
''José, no seas el Julio César Chávez de la balada'', expresó Abril, bella rubia asistente al concierto de El príncipe de la canción, el pasado viernes, en el centro de espectáculos Premier, en el sur de la ciudad. La dama, de unos 40 años, fue a ver a su intérprete, al igual que otros cientos que pagaron los 950 pesos por ver el show, cena incluida.
La mayoría del público pagó por gozar un poco de nostalgia y se rindió a su pasado. José José está en ese pretérito, con temas como En las puertas del colegio, Tiempo, que le pesa como un fardo... ''sabia virtud de conocer el tiempo; a tiempo amar y retirarse a tiempo''. La entrega del público es total. No importa que su garganta esté maltratada, que haga artificios. Pepe es un ídolo y cuando comienza a cantar el aplauso refleja algo grande, profundo.
''¡Me basta con un poco de tu amor! El que tengas escondido, el que nadie haya querido. ¡Con eso me quedo yo.'' Instruye, a veces regaña a la orquesta que lo acompaña. Agita las manos. Se entiende que el que falla es el entorno, no él. ''¡Súbele!'' ''¡Bájale!''
''¡Más... así!'' Camina de un lado a otro del escenario; sus piernas están rígidas, el abdomen pronunciado. Son 38 años de trayectoria.
''¡Nunca pagarás por lo que fue mi vida!'' Son las facturas que la vida cobra, tarde o temprano. Nada que ver con la moral. Los excesos los resentirá el cuerpo algún día. ''La garganta debe cuidarse'', dice Pedro Fernández, quien joven aún goza de las mieles del éxito.
Maestro del romanticismo hiriente, sufrido. El amor más jijo puede hallar en sus interpretaciones la catarsis, previa borrachera o grito en el llano.
Lanza un parlamento: ''El amor es asunto de equidad y, a veces, en una relación de pareja a uno le toca perder y al otro ganar. Les voy a cantar O tú o yo: ''... y es que la vida es así... compréndelo, amor, o tú o yo...''
La voz por momentos se desgarra. Atrás de ese espasmo está la voz que le dio fama. Haciendo un esfuerzo, una abstracción, se percibe la voz que enamoró a Anel. ''Buenos días, amor, amor, ¿qué tiene tu cara?''
Homenaje de Pepe Jara y Silvia Pinal
Su técnica por momentos cae. Furtivos pero evidentes viajecitos a una mesita instalada en el escenario son ejemplo de que tarde o temprano todos iniciaremos el declive. Nada es eterno, ni los diamantes ni las estrellas.
Toma aire de esos aparatitos que usan quienes padecen asma. Con otra cosa refresca el túnel de la cantada, como dijera Rockdrigo.
Preguntan algunos reporteros si debe decirse la verdad. ''Yo voy a mediar; mira el cariño de la gente.'' Informadores de varias televisoras preguntan en breve y mañosa encuesta al público qué les pareció el concierto. En la pregunta está la respuesta. Quizá si se formulara la pregunta de otro modo. Tal vez: ¿desde cuándo es usted admirador (a) de Pepe? ¿Canta de vez en vez un tema de él? ¿Volverá a verlo en vivo? ¿Comprará su próximo disco?
Varias parejas se conocieron y enamoraron, y se casaron o divorciaron, al calor de una rola de El príncipe de la canción, quien haciendo un alarde interpretó cerca de 20 canciones (incluidos dos popurrís) en casi dos horas. Ya se acerca a los 40 años de carrera y para rendirle homenaje suben Pepe Jara y Silvia Pinal. Agradece José el gesto. Jara había expresado una hora antes, en el pasillo del foro de San Jerónimo, que ya no se puede beber sin problemas.
Todo es crítica al que bebe y es bohemio puro, de corazón, como dice Raúl Martell, amigo del intérprete de Gavilán o paloma. Martell considera injusto que algunos medios se ensañen con Pepe. ''Todos algún día iremos para abajo. ¿Por qué no ver lo bueno que se ha hecho? A todos nos pasará lo que le ocurre a José. Lo que pasa es que ahorita se le cargaron las enfermedades. Hace unos días estaba bien pero recayó por estos días.''
Hay quien dice que duele verlo cantar así, sin el color de una de las voces más agradables al oído de las últimas décadas. Se despide con La nave del olvido. Hay chispazos de lo que fue esa voz. Sube su hijo José Sosa y cantan La fuerza de la sangre. La emoción al máximo. Periodistas de viejo cuño han ido a ver a su amigo en ese foro donde hace unas décadas logró el éxito.
Su público no lo deja irse y todo está listo para el colofón, la cereza del pastel que a algunos amargará y a otros empalagará. Se va con El triste, cuya letra se le ha vuelto biográfica, en algunas líneas: ''qué triste luce todo sin ti''. Sin él mismo. Lo triste es la nostalgia por lo que se fue y no volverá. Es peor llorar por lo que no se ha sido. Tal es la ontología de José José por estos días.