domingo Ť 8 Ť julio Ť 2001

 Néstor de Buen

Las barandillas políticas

Llevamos una larga temporada en la que la política no sólo ocupa a la Presidencia de la República o al Congreso de la Unión y su órgano paralelo la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), sino que también integra expedientes de averiguaciones previas o denuncias ante las contralorías, por supuestos desvíos de fondos.

Un grupo de jóvenes diputados panistas de la ALDF encabezan la ofensiva total en contra de Rosario Robles. Pero no faltan otras expresiones de política de denuncia penal: ahora también le toca a Juan S. Millán, eficaz gobernador de Sinaloa, al que acusan de un desvío de fondos con importe de 500 millones de pesos destinados para apoyo al campo y que, se dijo por el delegado de la Secretaría de Agricultura, no han sido justificados.

Ya Juan S. Milán, con la vehemencia indispensable, ha puesto en su lugar al denunciante, y a su vez, exigido del titular de Agricultura que resuelva el muy grave problema del maíz cosechado en Sinaloa y sin venta posible porque se le sustituye por un maíz no adecuado para alimento humano que, por lo visto, es el que consumimos fundamentalmente en el Distrito Federal.

Tampoco faltan denuncias por espionaje electrónico, en las antiguas oficinas de Rosario Robles y en las del gobernador de Oaxaca, José Murat, que se vinculan a la denuncia que hace La Jornada este sábado de que se ha descubierto a un grupo de civiles que trabajan para institutos políticos (sábado 7, página 7) lo que, a su vez, obliga a considerar la afirmación tajante -y que creo, por venir de quien viene: Santiago Creel- de que el gobierno no se dedica a esos menesteres. Eso tiene otros aires.

Pero me ha llamado la atención, no por esperada, la noticia de que la Contraloría del Distrito Federal, a cargo de Berta Luján, ha declarado improcedente la denuncia del PAN contra Rosario Robles y Leonel Godoy. El informe expresa que los fondos utilizados para comunicación social no provenían de otros programas prioritarios sino que se obtuvieron por el aumento de la recaudación y por ahorros en el pago de intereses.

Ya Carlos Imaz, inteligente e impulsivo, ha dicho, con la claridad que le caracteriza, que la acusación de los panistas Walter Widmer y Federico Doring fue producto de dolo y mentiras hechas valer en la denuncia presentada en la contraloría contra Rosario Robles y Leonel Godoy. Pero por supuesto que la resolución de la Contraloría Interna del Distrito Federal podrá ser impugnada ante los órganos superiores, iniciando un largo camino que habrá de concluir en una resolución dictada por un tribunal colegiado de circuito en materia administrativa. Largo será el tiempo para que se llegue al final.

Estamos en presencia de una política de denuncias que no son otra cosa que llamadas de atención de grupos partidarios para tratar de justificar su presencia y su actuación. No deben olvidar los autores de esas denuncias que, como ya ocurrió con toallas y sábanas, las piedras les pueden caer en el tejado propio.

Sería mucho más conveniente que, aprovechando la situación excepcional de un Congreso dividido, que no se siente vinculado a las propuestas presidenciales, en primer término por el PAN y, como es natural, por los otros partidos, en especial PRI y PRD, se intente profundizar en acuerdos elementales buscando localizar, que sobran, los problemas que tiene nuestro país, para tratar de resolverlos no con desplantes sino con razones.

Estoy de acuerdo en que las plataformas respectivas pueden presentar discrepancias, aunque éstas más me parecen nacidas de lo que ocurre cada día. Sin embargo, tampoco están muy definidos los partidos en cuestiones ideológicas como para encontrar terrenos de discusión profunda. Pero lo que hay de cierto es que México sufre una miseria monumental, con empobrecimiento evidente de, por lo menos, el 50 por ciento de la población, y una clara contracción económica. Si a ello se agrega el tema de moda de la inseguridad, que a todos afecta, no parece que la búsqueda de soluciones nacionales tenga que arriesgar la discusión de problemas derivados de discrepancias políticas esenciales.

Hay que reconocer, sin embargo, que todos estamos aprendiendo algo nuevo. Pero ya es tiempo de irnos a lo positivo y no perdernos en digresiones cuya motivación política pobre ?que debería ser de altura? es lo único evidente.