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Adicciones y VIH/sida
De país productor y de tránsito de drogas, el nuestro se está convirtiendo poco a poco en consumidor de las llamadas drogas ilícitas. En tan sólo diez años, el consumo de algunas drogas ha conocido importantes incrementos, lo que a su vez ha incrementado el riesgo de transmisión de infecciones como el VIH/sida y las hepatitis B y C. ¿Estamos ante una epidemia emergente? ¿Cuál es la política diseñada para hacerle frente? Lo que sigue es un breve panorama de este fenómeno.
Por Fernando Camacho
Alma llegó apresuradamente al departamento que, desde hace dos meses, renta con unos amigos en una colonia cercana al centro de la ciudad. Sube los pocos tramos de escaleras con pasos ruidosos y mete la llave en la cerradura. Su ansiedad en ese momento comienza a ceder, pero no desaparecerá hasta que se sienta bien segura, con la puerta bien cerrada detrás suyo, y sentada en el suelo frente a la cuchara, la jeringa y el encendedor.
Después de calentar lo suficiente la dosis que cabe en el hueco de la cuchara y ponerla en estado líquido, la boca de la aguja absorbe la mezcla y se encamina hacia la vena dilatada de su brazo. Calcula y pincha con cuidado. Lentamente empuja el émbolo hacia abajo y la heroína entra en el torrente de sangre. Alma suspira profundo, pasa la jeringa a la siguiente mano y se recuesta con suavidad. Su compañero sonríe. Al oído le susurra una frase del escritor escocés Irvine Welsh (Trainspotting): "es mejor que un millón de orgasmos". Pero ella ya no lo escucha.
Escenas como la anterior no son, por fortuna, tan frecuentes
en nuestro país, sin embargo, el consumo de drogas se ha incrementado
de manera importante. De país productor y de tránsito de
drogas, el nuestro se está convirtiendo poco a poco en consumidor
de las llamadas drogas ilícitas. La más reciente Encuesta
Nacional de Adicciones (1998) estima, con todas sus carencias y márgenes
de error, que 5.27 por ciento de la población urbana del país
de 12 a 65 años de edad ha consumido algún tipo de droga
ilegal alguna vez en su vida; 4.7 por ciento ha recurrido a la mariguana;
1.45 a la cocaína; 0.8 a los inhalables; 0.36 a los alucinógenos;
y 0.09 a la heroína. A pesar de ser altamente tóxicos y de
acceso generalizado, el alcohol y el tabaco no figuran en las estadísticas
oficiales sobre consumo de drogas, por ser de las consideradas "legales".
La palabra "droga" sigue remitiendo únicamente a las sustancias
prohibidas y hasta satanizadas.
Un hábito a la alza
La escalada de estas sustancias en los últimos años se debe, entre otras cosas, a los cambios en el mercado de las drogas y en el proceso de tránsito de éstas hacia Estados Unidos, el principal consumidor del mundo. En tan sólo diez años, de 1988 a 1998, según se desprende de la misma encuesta, el consumo de cualquier droga ilícita se incrementó 26 por ciento, el de mariguana 37 por ciento, y el de cocaína 77 por ciento.
En opinión del doctor Agustín Vélez, del Consejo Nacional Contra las Adicciones (Conadic), los factores que propician el consumo de drogas son variados. Tiene mucho que ver la curiosidad de la juventud y su búsqueda de sensaciones posiblemente placenteras, así como la presión del círculo de amistades, si es que éstos son consumidores habituales de alguna droga. La disponibilidad de las sustancias también resulta determinante.
Las áreas urbanas concentran a la mayor parte de los usuarios de drogas en nuestro país, pero es en las ciudades fronterizas del norte donde se registra el mayor incremento de adictos, debido a que los cargamentos de narcóticos aún tienen como destino principal al vecino del norte. Cuando esas remesas no pueden cruzar la frontera, permanecen un tiempo a la expectativa; si se dificulta el objetivo, la droga comienza a venderse localmente. Así, la red de distribución echó raíces en México y la amplia disponibilidad de la cocaína abarató los precios, creando así las condiciones de un fuerte mercado interno.
En Tijuana, Baja California, se calcula que existen por
los menos tres picaderos y un centro de distribución de drogas,
a la vista de todos, en cada una de las 1,100 colonias de la ciudad. La
doctora María Elena Medina Mora, del Instituto Nacional de Psiquiatría
(INP), confirma: cuando la droga llegó al mercado de menudeo, las
cifras de consumo se dispararon. Las cifras del Conadic le dan expresión
numérica al problema. Tijuana presenta un nivel de consumo 2.3 veces
mayor al promedio nacional y casi 2.5 veces superior al de la región
norte.
Drogas y VIH. Relaciones peligrosas
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y el consumo de drogas avanzan, y muchas veces de la mano. El virus se puede contraer por contacto sexual, se sabe de sobra, porque aún es la principal vía de infección, pero hay prácticas de riesgo que resultan incluso más efectivas para adquirir el virus. Según un estudio publicado en 1999 por el investigador David Bell, compartir jeringas infectadas es 45 veces más riesgoso que tener sexo anal no protegido. Las probabilidades para uno y otro caso son de 0.9 y 0.02, una diferencia considerable.
México parece no haber llegado todavía a extremos alarmantes entre los usuarios de drogas inyectables (UDI) y el virus causante del sida. De los cerca de 50 mil casos de infecciones reportadas, dice Carlos Magis, director del área de investigación del Consejo Nacional de Prevención y Control del Sida (Conasida), sólo alrededor de 300 han sido por causa exclusiva del consumo de drogas. Los primeros casos correspondieron a hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), y sólo tres fueron por uso de drogas intravenosas (UDI). Es en 1986 cuando se detectan los primeros casos de transmisión por uso de jeringas contaminadas, exclusivamente.
Los estudios llamados "centinela", realizados periódicamente por el Conasida, indican que la prevalencia del VIH calculada entre la población usuaria de drogas intravenosas para el año 2000 es de las más elevadas en nuestro país: 6 por ciento, aunque compara con otros países como Argentina, cuya prevalencia es de hasta 32 por ciento, resulta aún baja. Estas cifras tienen como fuente a personas encuestadas con una metodología más bien rígida, a decir de algunos especialistas, pero aún así ofrecen una idea más o menos cercana a la realidad.
También se han realizado programas de tratamiento voluntario en cárceles y la seroprevalencia en UDI ha sido de 2.33 por ciento, aún menor a 6. Con los reclusos, las condiciones son mucho más estables y los resultados más confiables que en los "centinela". Estos estudios tienen además una gran ventaja: reflejan de cerca las condiciones de afuera (de las calles, de los picaderos) porque los reos tienen un alto nivel de reincidencia; entran, salen y vuelven a entrar, además de contar con el derecho a la visita conyugal. Estos elementos hablan del nivel de expansión de la enfermedad fuera del control de las prisiones.
Pero parece haber otros factores de consideración
que tienen mucho que ver con la expansión del VIH. El consumo de
ciertas sustancias (incluido el alcohol) facilitan las condiciones para
incurrir en prácticas sexuales desprotegidas. El adicto "baja la
guardia", pierde el sentido del peligro y se expone a una posible transmisión
sexual de la enfermedad, incluso más que por el UDI, opina el doctor
Vélez. Además, la prostitución suele ser un medio
de conseguir el dinero que asegure la siguiente dosis.
De los males, el menor
En los países donde la drogadicción y el avance del sida presentan índices más elevados, se ha desarrollado una estrategia llamada de Reducción o Mitigación del Daño, que parece ser la pauta a seguir para atender este fenómeno. Pensando integralmente, se cubren los distintos aspectos que componen el problema de salud; facilitando jeringas estériles a cambio de usadas, promoviendo la limpieza con cloro de las agujas, dando condones de forma gratuita y ofreciendo servicios de salud y educación adecuados y suficientes.
Una de estas medidas no sirve de nada si no se acompaña de las demás, dice el Programa de las Naciones Unidas contra el Sida (Onusida). El modelo busca, por lo menos, evitar que la gente muera de sobredosis o que contraiga alguna enfermedad, pero la máxima reducción del daño a que puede aspirar es a la desaparición total del consumo de la droga. Este no es un proceso fácil, pero se puede ir creando conciencia sobre los riesgos del consumo de drogas y de su relación con el VIH. En España, con la aplicación de programas de intercambio de jeringas en usuarios de drogas intravenosas, la prevalencia del VIH se redujo de 62 a 31 por ciento entre 1996 y 1999; en Brasil fue de 61 a 41 por ciento de 1992 a 1999, y en Nueva York de 50 a 29 por ciento de 1990 a 1997.
En México, a decir de Carlos Magis, la aplicación
de este programa también ha dado buenos frutos. Refiere la experiencia
de la organización Compañeros, con trabajo sobre todo en
Ciudad Juárez: "Mientras en Tijuana los reclusos nos decían
que compartían jeringas en 60 por ciento, en Ciudad Juárez
lo hacen en 40 por ciento. Mientras en Tijuana nos decían que limpiaban
las jeringas con cloro 28 por ciento, en Juárez es de 47 por ciento.
Es decir, en Juárez comparten menos y limpian más. Esto nos
está diciendo que la intervención es eficaz", concluye el
doctor Magis.
Consumo de drogas alguna vez en la vida
Tijuana 14.7%
Ciudad Juárez 9.2%
Guadalajara 7.6%
Distrito Federal 7.28%
Monterrey 4.19%
Matamoros 3.62%
Promedio nacional 6.2%
Las líneas de la droga
Antonio Contreras
Medicamentos y drogas
El hígado descompone algunos medicamentos contra
el VIH, en particular los inhibidores de la proteasa. También descompone
algunas drogas recreativas, incluso el alcohol. Cuando hay drogas y medicamentos,
ambos "en la línea" para usar el hígado, estos se procesan
mucho más despacio. Esto puede conducir a una dosis excesiva de
fármaco o de droga recreativa. Una dosis excesiva de un medicamento
puede causar efectos secundarios serios. La dosis excesiva de una droga
recreativa puede ser mortal.
¿En cuál estadística cabes?
Según cálculos de la ONU, alrededor de 200
millones de personas mayores de 15 años de todo el mundo consumían
algún tipo de droga ilícita a fines del siglo pasado. En
primer lugar se ubica la Cannabis (144 millones), seguido de los estimulantes
anfetamínicos (29 millones), la cocaína (14 millones) y los
opiáceos (13.5 millones, incluidos 9 millones de heroinómanos).
De éstas, la cocaína y la heroína registran hoy un
aumento constante.
Drogas y género
Por cada trece hombres que consumen alguna droga ilícita,
hay una mujer adicta. Según la Encuesta Nacional de Adicciones de
1998, 11.09 por ciento de los varones encuestados respondió que
sí ha consumido droga alguna vez en su vida, contra 0.87 por ciento
de las mujeres que contestó lo mismo.
Ganancias mínimas
Un kilo de coca en Perú cuesta 650 dólares.
Cuando esta misma cantidad llega a Miami, su precio se ha elevado a 23
mil dólares. Finalmente, al ser vendida como producto procesado
en las calles de Chicago, su precio ha alcanzado los 188 mil dólares.
Experimentación animal con cocaína
La experimentación animal con cocaína ha arrojado datos sorprendentes. Se han entrenado animales (simios y roedores, principalmente) para recibir una dosis del fármaco como resultado del despliegue de una conducta, apretar una palanca, por ejemplo. En condiciones de libre acceso al fármaco, los animales se autoadministran la droga compulsivamente. Presentan periodos en los que lo único que hacen es apretar para conseguir la droga, sin atender sus necesidades más básicas como la alimentación. Después suspenden toda actividad para dedicarse por completo a la búsqueda de la droga. Todos los animales que, en condiciones experimentales, tienen acceso ilimitado a la cocaína, se la autoadministran hasta que mueren.