PRIVATIZACIONES: CONTINUIDAD IDEOLOGICA
En
una entrevista radiofónica, el presidente Vicente Fox rechazó
ayer que exista continuidad entre la política económica del
zedillismo y la actual. Salvo por coincidencias en el manejo de las variables
macroeconómicas y de "disciplina", dijo, el presente gobierno se
deslinda del anterior en "la parte creativa de la economía" y en
el impulso al desarrollo regional y a la micro, pequeña y mediana
empresas.
El mandatario omitió que, además de la disciplina
fiscal y la "ortodoxia que hace a una economía fuerte", entre los
sexenios anteriores (Salinas y Zedillo, al menos) y el presente existe
el denominador común de las tendencias privatizadoras a ultranza.
Dos ejemplos ilustran este factor de similitud entre el
manejo económico foxista y el de los últimos gobernantes
priístas. Uno de ellos es el empeño gubernamental por deshacerse
de Cintra, la controladora que posee la mayoría accionaria de las
dos principales líneas aéreas nacionales, Mexicana y Aeroméxico,
y por transferir tales empresas a manos privadas.
El otro es la persistencia oficial en señalar que
la industria eléctrica nacional requiere de capitales privados para
no estancarse y seguir generando energía en los próximos
años, idea inventada por los operadores económicos de Zedillo
y gustosamente heredada y adoptada por los de Fox.
El asunto de las líneas aéreas es un buen
ejemplo de fundamentalismo neoliberal, para el cual ni siquiera es admisible
cuestionar la pertinencia de desincorporar esas empresas.
Se actúa, en este terreno, por reflejo ideológico
y partiendo de axiomas --parcial o totalmente falsos, desde luego-- como
que el Estado es, per se, un mal administrador, y que preservar en alguna
medida la propiedad pública es necesariamente una mala señal
e, incluso, un gesto de hostilidad a la inversión extranjera.
Dejando de lado las falacias implícitas en tales
argumentos, hay al menos tres razones para no desincorporar las aerolíneas:
la primera es que, toda vez que ambas empresas operan con números
negros, constituyen una fuente de ingresos para las exánimes arcas
públicas.
La segunda es que en las administraciones privadas de
Taesa y Mexicana hubo, en el pasado inmediato, desfalcos, corruptelas y
manejos irregulares --recuérdense las imputaciones contra Gerardo
de Prevoisin y las extendidas sospechas sobre la presencia de narcocapitales
en Taesa-- que acaso no habrían tenido lugar si esas compañías
hubiesen pertenecido al sector público.
La tercera, sin duda la más importante, es que
el transporte aéreo constituye una actividad estratégica
para el país, que no debiera dejarse librada a los vaivenes de la
bolsa y del libre mercado. Así lo hizo el gobierno de Carlos Menem
con Aerolíneas Argentinas, que fueron vendidas a Iberia, empresa
que se dedicó a saquear y depredar a la compañía sudamericana
hasta provocar que hoy los argentinos estén a punto de quedarse
sin línea aérea nacional.
Con respecto a la industria eléctrica, ayer el
subsecretario de Energía, Nicéforo Guerrero, declaró
que la reforma al sector eléctrico buscaría convertir la
Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la Compañía
de Luz y Fuerza del Centro en "unidades de negocio", a fin de captar inversiones
privadas por los 50 mil millones de dólares que se requieren, a
decir del director de CFE, Alfredo Elías Ayub, para atender la demanda
de energía eléctrica en los próximos 10 años.
Curiosamente, esa cifra, 50 mil millones de dólares,
es exactamente lo que cuesta al país cada año la extendida
corrupción que dejó el priísmo, según el secretario
de la Contraloría, Francisco Barrio.
En otros términos, es concebible que el gobierno
de Fox se empeñe en el saneamiento de la administración pública,
rescate al menos parte de los recursos que hoy se privatizan --de manera
ilegal--, cubra con ellos las inversiones requeridas para asegurar el abasto
energético en las próximas décadas y mantenga en manos
de la Nación un sector que tampoco debe quedar al albedrío
irracional del mercado mundial de capitales.
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