JUEVES Ť 5 Ť JULIO Ť 2001

Margo Glantz

Vigencia de Manuel Payno

Manuel Payno pasó a la historia por haber escrito una de las novelas más importantes del siglo XIX, Los bandidos de Río Frío, texto sorprendentemente vigente hoy. Pareciera que los sucesos que allí se relatan hubiesen sido sacados de la prensa cotidiana, por su sordidez, su escandalosa violencia, el estentóreo manejo que de ellos se hace y sobre todo por la inepta soberbia con que los que gobiernan precipitan al país en la ruina. La novela habla, como su título lo indica, del bandidaje, los secuestros, la inseguridad en los caminos, la ineficacia de los transportes, los asaltos a mano armada, el contrabando y sobre todo de la corrupción que penetra hasta las estructuras más profundas de la administración pública. México, país de folletín, dice Carlos Monsiváis. La inteligente e irónica marquesa Calderón de la Barca describe así al coronel Yáñez:

"Hablando de ladrones y robos, tema inagotable en la conversación, me contaba el otro día el Señor... que en tiempo del presidente anterior, cierto caballero fue a palacio para despedirse antes de salir para Veracruz. Fue recibido por el presidente (Santa Anna), que se encontraba solo con su ayudante el coronel Yáñez y le contó confiadamente que iba a llevar consigo una considerable suma de dinero, pero que estaba tan bien escondida en el doble fondo de un baúl, del cual le hizo una descripción, que aun en el caso de ser atacado por los ladrones era imposible que pudieran descubrirla, y que, en consecuencia, no creía necesario hacerse acompañar de una escolta. Este confiado caballero salió de México al día siguiente con la diligencia. Apenas había salido de la garita el carruaje, cuando fue asaltado por los ladrones, los que, por extraño que ello parezca, se fueron en derechura del mismo baúl que contenía el dinero, lo abrieron, rompieron el fondo y apoderándose de la suma allí escondida, se marcharon con toda tranquilidad. Fue una singular coincidencia de que el principal de los ladrones, aunque medio cubierto con un disfraz, tuviera un sorprendente parecido con el ayudante del presidente. Si esto no son coincidencias..."

Pero los que ahora leemos a Payno olvidamos que no fue sólo un importante novelista del siglo antepasado, sino una muy importante figura política y un extraordinario economista que logró ordenar, durante sus dos breves gestiones como ministro de Hacienda, las finanzas internas y reducir la deuda externa. Basten algunos ejemplos bastante dramáticos:

El producto de las aduanas era el principal ingreso del Estado, ingreso mermado casi íntegramente por la corrupción y el contrabando. Para subsanar estos problemas los sucesivos gobiernos anteriores a la Guerra de Reforma y a la intervención extranjera solían endeudarse de manera escandalosa. Doy un solo ejemplo: de un préstamos de 50 mil pesos (de entonces) hecho por un extranjero residente en México, el gobierno recibe 12 mil 600 y se compromete a pagar el total a un interés altísimo. ƑAlguna semejanza con la situación actual? La deuda, obviamente, se acumula y ante la imposibilidad de recabar el dinero que debería haber entrado como producto de las aduanas, Payno se ve obligado a recurrir a la indemnización que el gobierno estadunidense le entregó a México después de la intervención norteamericana. Cuando después viaja a Inglaterra para negociar de nuevo esa deuda la situación es idéntica. La deuda externa se pagaba con el dinero que el país había recibido a cambio de la mitad de su territorio, y cuando esa deuda no era pagada el país era invadido o intervenido por las potencias extranjeras. ƑPura coincidencia? ƑAcaso este año no hemos pagado parte de nuestra deuda externa con el dinero enviado por los braceros mexicanos a sus familiares, ingreso superior al que Pemex obtuvo por el petróleo?

Y valga la semejanza: cuerpos igual a territorio.

Legítimamente, entonces, si podemos creerlo así, Relumbrón, el principal bandido de la novela de Payno, justifica la creación de su magnífica sociedad de latrocinio: ''Pensaba en ese puñado de ricos que el público llama agiotistas, y le daba una rabiosa envidia la facilidad con que ganaban su dinero y el rango que ocupaban en la sociedad, formando una autocracia desdeñosa y egoísta, incapaz de hacer un servicio a nadie, ni aun de dar medio real a un ciego. Era un contrato de balas huecas, de tiendas de campaña, de fusiles de nueva invención, de cualquier cosa, y antes de que esos proyectiles se hubiesen entregado o los mercados construido, ya las cajas de fierro de los agiotistas, por este o por el otro artificio, estaban llenas de los sacos de a mil pesos salidos de la tesorería..."