jueves Ť 5 Ť julio Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

Apatía en la UNAM

En días pasados Carola García Calderón y quien esto escribe, en nuestra calidad de consejeros universitarios, convocamos a los profesores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se trataba de una reunión de información y consulta solicitada por el grupo de trabajo encargado de presentar la fórmula o fórmulas posibles para integrar la Comisión Especial del Consejo que se encargará de la organización del congreso.

De los 700 profesores que aproximadamente tiene la facultad, sólo asistió el tres por ciento. Obviamente no se tomaron decisiones, pero la consulta en sí misma no habría de resultar representativa.

La pregunta que me surgió de inmediato fue sobre la participación de la planta académica de una facultad como la nuestra, es decir, de una facultad que estudia los problemas sociales y políticos de México y el mundo. ƑQué pasa con los universitarios ante la inminencia de un congreso que cambiará en algo o en mucho nuestra universidad?

Estaba pensando en lo anterior cuando casi providencialmente, valga la expresión, recibí por correo electrónico de Félix Hoyo un texto de Christian Rakovsky dirigido al "camarada Valentinov" el 6 de agosto de 1928 desde Astrakán (ahora Astraján). En este texto, titulado "Los peligros profesionales del poder", Rakovsky decía que "León Davidovich (Trotski) ha demostrado con toda una serie de ejemplos irrefutables el papel revolucionario, verdadero y positivo que ciertos movimientos revolucionarios jugaron con su derrota: la Comuna de París, la insurrección de diciembre de 1905 en Moscú. La primera aseguró el mantenimiento de la forma republicana de gobierno en Francia, la segunda abrió la vía a la reforma constitucional en Rusia. Sin embargo, los efectos de estas derrotas conquistadoras son de corta duración si no están reforzadas por una nueva ola revolucionaria".

Con un largo texto, de donde entresaqué el anterior, Rakovsky intentaba responder a su interlocutor, quien estaba preocupado del espíritu de actividad del partido y del proletariado después de la revolución, de un proletariado que ya desde entonces estaba dominado por la apatía y la mezquindad, además del arribismo. El "camarada Valentinov" preguntaba también, en cita de Rakovsky, "Ƒqué ha ocurrido para que gente que tiene un pasado revolucionario estimable, cuya honestidad personal no arroja ninguna duda y que ha dado pruebas de su devoción a la Revolución en más de un caso, se encuentren convertidos en lastimosos burócratas?" (Se respeta la redacción del traductor.)

El texto, así como se presenta, es muy fuerte y al citarlo no quiero aludir a los miembros de la comunidad universitaria, pues es obvio que en su mayoría no se han convertido en lastimosos burócratas. Simplemente estoy usando el texto como analogía. Pero, en efecto, Ƒpor qué la apatía reina en mi facultad y en general en toda la UNAM? ƑNo les interesa a los universitarios el futuro de nuestra casa de estudios o están convencidos de que las autoridades centrales saben qué hacer y cuáles son los cambios que aquélla debe sufrir, si alguno?

El movimiento estudiantil de 1999, independientemente de su derivación poco representativa, sirvió "con su derrota", como diría Trotski, para abrir la posibilidad de la revisión y reforma de la UNAM a partir de un congreso que era una de las demandas importantes -al principio inaceptable para las autoridades y no pocos académicos afines. Pero, también de vuelta a Trotski en la cita de Rakovsky, "los efectos de estas derrotas conquistadoras son de corta duración si no están reforzadas por una nueva ola revolucionaria". En el espíritu de la cita, la analogía sería que sin una nueva ola de participación académica, estudiantil y de trabajadores administrativos, los efectos positivos que tuvo la derrota (Ƒautoderrota?) estudiantil no sólo se convertiría en una conquista de poca duración, sino que el congreso podría resultar muy diferente a las demandas que motivaron su planteamiento.

Se ha argumentado que el congreso no será democrático, por lo que no vale la pena participar. El congreso, digo yo, será democrático si los universitarios en mayoría participan y exigen que sus propuestas sean debidamente planteadas y discutidas para buscar consensos. No será ciertamente democrático si no participamos y dejamos los cambios y el futuro de la UNAM a unos cuantos. Son los tiempos en que se demanda no una democracia a secas, sino una democracia participativa. Participemos, formemos una nueva ola, si no revolucionaria sí de iniciativas de transformación.