MIERCOLES Ť 4 Ť JULIO Ť 2001
Ť Carlos Montemayor presenta hoy el primer libro del poeta y artista plástico totonaco
México es un país grande y no le cabe un sueño chiquito: Jun Tiburcio
Ť Volumen bilingüe ilustrado con dibujos, bordados y fotografías de las esculturas del autor
Ť Los indígenas somos modernos, porque si no ya habríamos desaparecido, señala
ANGEL VARGAS
Es un poeta caminante que se permite ''crear sueños grandes porque al país no le cabe un sueño chiquito". Es indígena totonaco y responde al nombre de Tiburcio Pérez, aunque prefiere que se le llame Jun, que en su lengua materna significa colibrí. Su máximo compromiso, dice, ''es vaciar la vida en esta propia vida, porque uno debe morir cansado y por algo que justifique haber existido".
Nació hace 38 años en el corazón del Totonacapan, en Chumatlán, Veracruz, y creció apegado a las tradiciones en la ciudad sagrada de Tajín, custodiadas por médicos tradicionales, músicos, danzantes, propagadores de leyendas, voladores y venerables consejos de ancianos. En fin, un entorno que le desató la sensibilidad y la imaginación, que lo hizo artista desde muy pequeño.
Esa es la historia resumida de Jun Tiburcio, maestro normalista, escritor, alfarero, pintor, diseñador de bordados e instalador, quien se encuentra en la ciudad de México para dar a conocer su primer libro, Sueño en grande.
Se trata de un volumen bilingüe, en español y totonaco, ilustrado con dibujos, bordados y fotografías del trabajo escultórico del artista. Fue editado por Banco de Ideas, con un tiraje de mil ejemplares. Su presentación será hoy a las 19 horas en el Papalote Museo del Niño, a cargo del escritor Carlos Montemayor.
Mediante este libro, Jun Tiburcio rinde tributo no sólo a su cultura sino ''a los demás pueblos indios que han sido obligados al silencio durante tanto tiempo. ƑCuántos hermanos quisieron decir algo y no los dejaron?, Ƒcuántos han tenido que morir para que nuestra palabra ahora asome, aunque aún tímida?"
Integración con respeto
El artista lamenta que hasta la fecha las culturas originarias sean vistas como parte de un pasado y, no pocas veces, como sinónimo de retraso. En su opinión, es mucha la sabiduría que podrían aportar para el desarrollo del país.
''El indígena ya está en el mundo de los mestizos. Estamos dentro de la modernidad. Somos modernos, porque si no lo fuéramos ya habríamos desaparecido. Falta integrarnos a la educación, al bienestar, al reparto de los bienes que tiene el país", agrega.
''Es algo justo y no imposible. Pero debe ser una integración con respeto, porque cuando se habla de integración nacional sólo nos contemplan para producir, consumir y comprar, pero no para mejorar nuestras condiciones de vida. La justicia es para nosotros injusta."
Sostiene que su trabajo ''es una forma modesta de llamar la atención y demostrar a los hermanos indígenas y no indígenas que juntos debemos construir un país con derecho a soñar, porque de ello depende nuestro futuro".
Agrega: ''Y debemos crear sueños grandes, porque el país es grande, no le cabe un sueño chiquito".
Escribir para dar cauce a la vida
Jun Tiburcio aprendió español a los 16 años y comenta que a partir de entonces comprendió y valoró más la musicalidad y la poética inherentes a las lenguas indígenas.
Conoció también el significado y la importancia de la letra impresa, y la vio como la mejor y única manera de trascender a la muerte. Fue con esa conciencia que se hizo poeta. Dice:
''Quería contar lo que veía a diario, lo que percibo con mi cuerpo, mente e imaginación y que la mayoría se ve obligada a ignorar. Con la escritura encontré una manera de pensar y de sacarme un trozo del corazón.
''Cada letra me significa mucho, porque es parte de lo que tengo dentro. Cuando escribo doy cauce libre a lo que me hace vivir. Me doy poco a poco, sin temor de quedar vacío, porque el sentido más importante de cualquier hombre debe ser vaciar su vida en esta propia vida. Además, sé que con cada palabra aseguro mi sobrevivencia a la muerte."
La poesía de Jun Tiburcio está ligada con la vida cotidiana entre su gente. Y así, habla del amor a la naturaleza y a sus semejantes, el respeto y la veneración a los ancianos, la alegría del alma como cura de todo mal y la sabiduría de manejar el tiempo.
El escritor sabe de sus limitaciones y subraya que, así como ha continuado un camino iniciado por otros, tocará a las siguientes generaciones concluirlo:
''Quisiera remediar las cosas pero lo sé imposible y, además, injusto, porque uno no está solo en esta vida y debe dejar que los demás ejerzan su derecho a la responsabilidad."