miercoles Ť 4 Ť julio Ť 2001

José Steinsleger

Por una Suiza blanca y transparente

Cuando yo era niño creía que Suiza era el país más puro, justo y hermoso del mundo. El país de la neutralidad en el que habían encontrado refugio la novicia rebelde y la familia Trapp, donde sólo cabían perros San Bernardo, relojeros sabios y rechonchos y casitas alpinas con techos nevados de chocolate.

Después, el país de la Cruz Roja, del médico Paracelso y del pintor Paul Klee, del moralista Amiel, del pedagogo Jean Piaget y del doctor Carl Jung se me fue convirtiendo en el revés de aquel cuadro de la infancia.

En los informes contra la corrupción de Transparencia Internacional, una de las organizaciones oficiosas más opacas y torcidas del Banco Mundial, Suiza figura entre los primeros lugares libres de corrupción institucional. Los gobiernos se compran el cuento y... en caso de duda habría que consultar el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, del ginebrino Jean Jacques Rousseau (1775).

Gestada en las grandes rebeliones campesinas y religiosas del siglo XVI y en las luchas revolucionarias del XVIII y XIX, la Suiza moderna adhirió al credo calvinista que en los detentadores del poder económico ve a los predestinados de la humanidad.

La prédica de Juan Calvino (1509-64) hizo que los banqueros del capitalismo naciente se convencieran de que la riqueza material es signo inequívoco de que Dios aprueba la laboriosidad, la disciplina y la ley del máximo beneficio. Y no la ternura de Heidi, el afán justiciero de Guillermo Tell o el comunismo cristiano de Ulrico Zwinglio o Thomas Münzer, reformadores religiosos que lo precedieron.

A los banqueros protestantes de ayer y hoy les cautiva una idea de Calvino: la voluntad divina para salvarnos o ser condenados depende de la capacidad de acumulación individual. Idea que por esos misterios de la fe de quien quizá no por azar había nacido en una región de Francia llamada Picardía, acogieron con entusiasmo los príncipes terrenales, fundiendo el universalismo de sus credos con el individualismo de la Reforma. Bussiness is bussiness. "El protestantismo de cada creyente es el sacerdote de su propio culto". ƑTambién en esto se equivocó Marx?

En Suiza lava más blanco el periodista Jean Ziegler asegura que en este país "...el manejo del dinero tiene un carácter sacramental. Actividad que se lleva a cabo en medio del recogimiento y el silencio. Hasta la arquitectura de los bancos helvéticos refleja de manera admirable el carácter sagrado de sus actividades. Las grandes instituciones de negocios son templos suntuosos con columnas de mármol, que administran fortunas y son como capillitas con lambrines" (Editorial Diana, México, 1990).

El credo calvinista permitió que la banca suiza y miles de funcionarios que pasaban por "filántropos piadosos e inofensivos" (Ziegler) acumulasen los dientes de oro, joyas y otros objetos de valor sustraidos a las víctimas de los nazis en los campos de concentración de Europa central. Heinrich Himmler, jefe de las SS (tropas de asalto) de Hitler, mantuvo en los años de la guerra correspondencia directa con el banco Credit Suisse, donde los nazis tenían cuentas numeradas y secretas.

Desde 1933, las comunidades, sociedades comerciales y familias judías de toda Europa depositaron cientos de millones de dólares y de todo tipo de monedas en los bancos de Suiza. Después de la guerra, cerca de 7 mil sobrevivientes (o sus herederos legítimos) pidieron que se les restituyeran sus depósitos. Sólo 961 los recibieron. La cantidad restante, astronómica por concepto de intereses, no tenía "beneficiario conocido" y pasó a ser propiedad de los bancos suizos.

El gobierno de Suiza, el país más aislado y conectado del mundo (no pertenece a Naciones Unidas, ni al Fondo Monetario Internacional ni a la Comunidad Europea, mas todo el mundo depende de sus bancos), "lamenta hoy esas relaciones con el pasado", en tanto sigue enarbolando otro mito: la neutralidad.

Sin embargo, el "humanitario" gobierno suizo encabezó el bloqueo crediticio contra el gobierno de Salvador Allende en Chile (1971), y así como en 1939 instauró la visa obligatoria para los judíos alemanes, su embajada le cerró las puertas a los chilenos que imploraban asilo en 1973.

Asimismo, Suiza financió en plena dictadura militar las instalaciones en Brasil de la Buehrie-Oerlikon, una de las fábricas de armas más grandes de América del Sur, a más de conceder el primer crédito europeo a la dictadura militar argentina (1976-83). El ministro de Economía Roberto T. Alemán ofició de representante de la Unión de Bancos Suizos, facilitándose así el flujo financiero proveniente de los negocios y lavado de dinero de los genocidas argentinos.

Philippe de Wreck, un aristócrata de Friburgo, católico practicante y antiguo presidente de la Unión de Bancos Suizos, y acaso inspirado en el legado libertario de Zwinglio y Münzer, declaró al periódico Tribuna de Géneve el 2 de junio de 1989: "Será menester arrasar con las castas corrompidas, como las de Brasil por ejemplo, y que un movimiento de masas lleve al poder a personas más limpias". ƑQuiso decir que la caridad bien entendida empieza por casa?