MIERCOLES Ť 4 Ť JULIO Ť 2001

ASTILLERO

Julio Hernández López

LA EXTREMA DERECHA está desilusionada: adúltero, pecador, disoluto y falso, dicen que les ha salido Vicente Fox, el que arrancó su camino hacia Los Pinos con el estandarte de la Guadalupana en la diestra; el que fue a postrarse a la Basílica minutos antes de que le instalaran la banda presidencial en el pecho; el que recibió de manos de una de sus hijas un crucifijo en sus primeras horas como jefe del Estado mexicano; el que se ha casado conforme a las leyes civiles sin deshacer aún sus lazos religiosos.

ESE SEGMENTO ultraconservador era el último reducto de confianza plena que le quedaba a un presidente especializado en ir desencantando a todos cuantos han creído en sus discursos y promesas confeccionados siempre a la medida de lo que quiere escuchar cada público. Los grupos tradicionalistas tuvieron una influencia decisiva en la promoción de la campaña foxista y, especialmente, en la formación de grupos de "contrataque civil" que, mediante "cadenas" internéticas y postales, bombardeaban con recriminaciones y amenazas a quienes estaban en contra de la candidatura del guanajuatense y a quienes le criticaban abiertamente en medios de comunicación.

UN EJEMPLO DE ese fanatismo neocristero lo dio el empresario Francisco de Paula León Olea, quien pagaba durante la campaña del 2000 planas en los diarios (asumiéndose como sociedad civil, no como promotor de la campaña de Fox ni como vengador extraoficial) y organizaba cataratas de correo electrónico para ajusticiar pecadores políticos como a su juicio eran, entre otros, Cuauhtémoc Cárdenas y Francisco Labastida a lo largo de sus campañas y, en especial, después del famoso martes negro del hoy, hoy, hoy, cuando los foxistas aseguraban que el michoacano y el sinaloense habían llegado a un arreglo político para ir contra el guanajuatense (recuérdese que en aquellos días surcaron el espacio cibernético arreglos fotográficos que mostraban en poses matrimoniales ridículas o en relaciones de pareja a los candidatos del PRD y del PRI).

OTRO MOTIVO DE júbilo para esos sectores superderechistas era la clara influencia que en el equipo de Fox tenían elementos ligados al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo. Un punto de garantía de la preminencia de sus ideas era la señora Martha Sahagún, educada por monjas teresianas, profesora en una universidad lasallista y presumiblemente miembro (y miembra, diría el neologista de Palacio) de los citados Legionarios (organización fundada por el sacerdote michoacano Marcial Maciel).

SIN EMBARGO, Y a pesar de tan firmes asideras, la ultraderecha ha considerado una traición el hecho de que el Presidente y su vocera se hubiesen casado conforme a las leyes terrenas y hubiesen desdeñado el hecho de que subsiste su matrimonio religioso. Jorge Serrano Limón, el mítico guía moral y declarante vitalicio de Provida (aunque ahora lo hace formalmente a nombre de Cultura por la Vida), ha confesado la consternación que la boda real le causó. Fox, dijo, sigue casado con la señora Lilián de la Concha, "y nada ni nadie podrá disolver este matrimonio. Además, quien se separa de su esposa, y se une a otra por las leyes civiles, cae en estado de adulterio". La presidenta formal del comité nacional de Provida, Rocío Gálvez, también criticó la ceremonia de la cabaña de Los Pinos, y dijo confiar en que ese acto "no tenga consecuencias negativas" para las familias mexicanas, al promover la idea de la disolución.

LA ELITE MEXICANA de la Iglesia católica, mientras tanto, ha adoptado una actitud de sospechosa benevolencia en algunos casos (entre los que destaca el jefe máximo, Norberto Rivera, aliado de Maciel) y de cuidada crítica en otros (el caso de la conferencia episcopal que preside Luis Morales Reyes). Pero, por más que unos quieran ser leales aliados, aun en el naufragio sacramental, y otros prefieran el apego a la doctrina por encima de las circunstancias, el juicio eclesiástico es tajante respecto de la boda realizada en la cabaña del tío Fox: es una irregularidad, es lamentable y les impedirá a ambos comulgar y confesarse (tales acusaciones ya habrían llevado a la cruz cívica y moral, y a la barranca política, a cualquier priísta o perredista a quien se le hubiera ocurrido hacer lo mismo que Fox y Sahagún).

FRENTE A TALES destanteamientos en la relación de la derecha mexicana con su presidente con botas, algunos segmentos liberales, o de izquierda, pretenden reivindicar la importancia del gesto de la pareja gobernante, en el sentido de hacer a un lado la moralina y privilegiar las vías civiles para regular su vida personal. Una primera lectura podría llevar a tales conclusiones, pero debe tenerse muy en cuenta que, con tal de obtener un tanque de oxígeno a tiempo, y mejorar su imagen dañada, entre otras cosas por el toallagate, el Presidente de México ha quedado en grave deuda frente al alto clero, históricamente especializado en convertir los agravios en ganancia para su causa y que, además, la única fuerza que le queda al guanajuatense, la de la popularidad, estará condicionada a la resolución que sobre el caso tome el Vaticano, directamente el Papa (pues aun cuando, según la doctrina católica, todos los humanos somos iguales ante Dios, los presidentes o jefes de Estado pueden ser atendidos en este tipo de cuitas personalmente por Su Santidad).

EN ESAS CONDICIONES de debilidad temprana, Fox ha convocado a un gran pacto de unidad nacional. Sigue teniendo, según insisten los especialistas en esos asuntos, un importante apoyo popular, e incluso es muy probable que los puntos perdidos por el escándalo de las toallas sean remontados con el impacto de la boda, pero, fuera de ese etéreo poder de la popularidad, ha ido distanciándose de todos sus aliados originales o sobrevivientes. (La ceremonia panista de conmemoración de su presunto triunfo presidencial fue fría, burocrática, y el Ejecutivo y su partido aparecieron como pareja de esposos que duermen en camas aparte, aunque se tomen de la mano en la ceremonia de entrega de calificaciones a los hijos; la extrema derecha y la elite católica, como se ha dicho, también están desilusionadas). A ese llamado a tomar acuerdos no concurrirá el PRI, según ha anunciado su dirigente Dulce María Sauri. No queda sino el PRD, pero no todo ese partido, sino la vertiente encabezada por López Obrador (que ayer habló con Fox sobre el punto), Monreal, Amalia y los Chuchos.

COMO SE VE, nunca antes una boda había trastocado o acelerado la definición de tantas cosas en la política mexicana. Por principio de cuentas, ha paliado con un golpe publicitario los escándalos de una alcoba, cuyo caro equipamiento ahora puede ser diluido en el contexto de un enamorado desliz doméstico previo a la recuperación física de una luna de miel mediática que iba desapareciendo. Al mismo tiempo, el matrimonio ha plantado la semilla de la sucesión presidencial del 2006 (Ƒen quién pensar: en Evita Perón, en Hillary Clinton, en Cecilia Bolocco o en Santa Mar- tha de los Pinos, la Legionaria Sedesol? Y, además, ha colocado en un plano de enigmático replanteamiento la relación del jefe del Estado con los segmentos extremos de la derecha nacional y con la izquierda no cardenista.

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