REPORTAJE
"No se compran niños con tarjeta de crédito"
Aumentan las adopciones por parte de extranjeros, asegura García Alatriste
CAROLINA GOMEZ MENA/II Y ULTIMA
"Cuando se adopta un niño(a) se está construyendo una familia; no se compra con tarjeta de crédito, no se va y escoge como si se tratara de un objeto. Esto implica aspectos humanos profundos; no es sencillo", subrayó Yolanda García Alatriste, directora de la Casa Cuna Tlalpan del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).
"Si comúnmente cuesta construir nuestra familia y debemos invertir emocional, física y económicamente, con mayor razón cuando es una adopción, y como institución (DIF) debemos garantizar que el proyecto de vida del menor y de los padres adoptivos sea exitoso; somos responsables de que todo el proceso esté cuidado y vigilado para salvaguardar la integridad emocional de los solicitantes y de nuestro niño, por eso nada puede llevarse a la ligera."
Y efectivamente, nada se deja a la improvisación, porque no se puede arriesgar a un menor -que en la mayoría de las ocasiones ha vivido experiencias traumáticas, tales como el maltrato o el abandono-, a que sus esperanzas de contar con una nueva familia se vean truncadas porque las expectativas de ambas partes (las del pequeño y las de los padres) no se hayan sabido conciliar.
Es por ello que un proceso de adopción puede -dependiendo de la situación jurídica del infante- durar meses o bien años. Si el menor está ligado a una averiguación previa, el primer paso es terminar la diligencia, lo que puede quedar finiquitado "con prontitud" si los padres del niño son desconocidos; tiempo indefinido, si éstos no se localizan mediante edictos o hay indicios de abuso o maltrato por parte de éstos.
Por ello, en cuanto la instancia judicial -en el caso de la capital, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal- vislumbra que el proceso tardará, emite un oficio de institucionalización mediante el cual el niño es remitido a una casa hogar o casa cuna.
Después y según la orientación de la decisión del juez de lo familiar, puede comenzar un juicio de pérdida de la patria potestad, si es que hay elementos para que el menor sea desvinculado definitivamente de los padres, y esta diligencia puede extenderse hasta año y medio. Sólo después de este proceso da inicio la primera parte del juicio de adopción: la etapa socio afectiva.
"Pásele a escoger"
En entrevista con La Jornada, García Alatriste critica a los aspirantes a padres que llegan a la casa cuna con la idea de pasar a las salas a escoger.
"Los niños salen a salas de arte, ludotecas, parques y cada 15 días están en el cine. Fue a raíz de esas salidas que una señora vino aquí y nos dijo que quería pasar a ver a una niña de cabello rubio y ojos claros, porque la quería adoptar", recordó, para luego dar a entender que esa clase de personas que no dan a la adopción el valor humano, difícilmente podrían ser consideradas buenos prospectos de padres.
El primer paso es conocer a los futuros padres, y para ello el DIF les hace una valoración social y psicológica, con el fin de dilucidar "si hay solvencia social y moral, y si tienen los elementos para darle al niño las circunstancias de vida a las cuales tiene derecho; es decir, si podrán cubrir sus necesidades de alimentación, vestido, atención médica, educación y recreación; si tienen trabajo seguro, si no son adictos, cuál es su escolaridad, la dinámica familiar e incluso cómo fue el noviazgo", comentó.
De manera paralela se indaga cuáles son las motivaciones para adoptar, si éstas son genuinas o si sólo son el producto de un acto de compasión, entre otras causales. En esto la disponibilidad económica del matrimonio o de la mujer que quiera adoptar es "sólo una parte de la valoración", pero no el determinante, porque "no se necesita ser rico, pero sí darle de comer al niño tres veces al día; ni tener casa propia, pero sí que el pequeño tenga una espacio propio, una cama y que no duerma con la abuelita o en un sofá", remarcó.
Una vez terminada la investigación, el consejo técnico en adopciones decide si la solicitud es viable o no. Si determina lo último, la solicitud pasa a lista de espera, pero las asignaciones de los menores no se dan de manera lineal, por lo que esta fase no tiene tiempo definido de duración. "Es un proyecto de vida de seres humanos, por eso no le damos al matrimonio ubicado en el número uno de la lista al pequeño que primero se libere; hay que conciliar expectativas mutuas."
Pese a que la conclusión de este acto jurídico generalmente es prolongado, la mayoría de los egresos de menores de las casas cuna y hogar se deben a adopciones, pues en promedio casi 80 por ciento corresponden a este rubro, mientras que sólo alrededor de 15 por ciento es a causa de reintegraciones familiares y el resto a derivaciones institucionales.
Una vez en lista de espera, la siguiente fase consiste en empatar aspiraciones y personalidades de uno y otro lado. De esta forma es como se da prioridad a acomodar niños pequeños con padres jóvenes, así como hacer coincidir inclinaciones intelectuales y hasta artísticas; es decir, a aspirantes a padres que tienen como expectativa dar educación universitaria a su futuro hijo, se les asigna un menor con gran potencial intelectual, o si se da el caso de un niño con tendencias musicales se le canaliza, de ser posible, a una pareja que tengan estas mismas habilidades.
Cuando se ha encontrado al hijo ideal, se muestran los documentos a los solicitantes, para luego dar paso a la etapa "más emotiva", la presentación física entre los futuros padres y el menor. Durante todo el proceso nunca se vieron, sin embargo 99 por ciento -de ambos lados- "acepta la propuesta". Quedó atrás la espera de meses o dos años o más, en la que los candidatos a padres aprendieron que "el tiempo es lo de menos, porque el hijo ideal llega cuando tiene que llegar y nunca podría haber sido el que fue asignado hace cuatro matrimonios atrás o el que estuvo liberado hace cinco meses, sino el que se les está presentando."
Es tanta la empatía que durante las en promedio ocho convivencias institucionales posteriores, así como en las subsiguientes externas se da entre ambas partes, que el lazo se refuerza. Y una vez aprobada esa fase, se entra a la última y definitiva: el juicio en el que el juez de lo familiar, con base a la información proporcionada por el DIF, determinará si la adopción es o no procedente. Si opta por lo primero, se registra al menor y con ello "el niño es hijo adoptivo desde el punto de vista jurídico, aunque afectivamente lo fue desde el primer día."
Indistintamente de la edad del menor, la recomendación del DIF -para evitar posteriores malentendidos- es que el infante sepa que fue adoptado.
Derivado del largo proceso y la convivencia, "los solicitantes quedan muy enganchados con la casa cuna, por lo que no nos faltan las invitaciones al bautizo del menor o al cumpleaños". No obstante, resaltó la especialista, aunque "siempre estamos abiertos a darles asesoría, procuramos guardar una sana distancia para dejarlos crecer como familia, pero a veces regresan 15 años después con la hija(o) porque quieren que conozca dónde vivió en su niñez."
Aunque más de 80 por ciento de las adopciones se dan a nacionales, cada vez con mayor frecuencia niños mexicanos son adoptados por extranjeros, particularmente de España o de países con costumbres tan diferentes, como Alemania o Suecia. Y es que, según García Alatriste, la mayor cultura de adopción existente en esas naciones abre las posibilidades a muchos niños que aquí las tienen cerradas, por no ser bebés o padecer enfermedades o discapacidades.
Además, "no vemos si es nacional o extranjero, lo que valoramos es al ser humano que esta allí". Es por esto que el idioma natal de los padres tampoco interesa, porque de una y otra parte se desarrolla "una gran capacidad" para relacionarse.
"Andrea hace poco se fue a Suiza, porque allá viven sus actuales padres; él es italiano y la mamá mexicana, y aunque tiene poco tiempo con ellos, la chiquita ahora habla, además del español, italiano, suizo y alemán, y no tiene problemas. A Iván le ocurrió lo mismo, "él se fue de cinco años a Alemania y hace poco nos vino a visitar y está muy bien; habla alemán con todos los modismos de la lengua, como si fuera nacional de aquel país", ejemplificó García Alatriste.
Para una adopción es necesario presentar ante las procuradurías de la defensa del menor y la familia de los DIF estatales y nacional los siguientes documentos:
Para connacionales
? Carta en la que se manifieste la voluntad de adoptar.
? Copias certificadas del acta de matrimonio.
? Dos cartas de recomendación.
? Entrevista en el área de Trabajo Social.
? Llenar solicitud proporcionada por la institución.
? Una fotografía tamaño credencial de cada
solicitante.
? Fotografías tamaño postal a color, tomadas
en sus domicilio.
? Certificado médico de buena salud expedido por
una institución oficial.
? Constancia de trabajo.
? Pruebas de detección de VIH/sida
Para extranjeros
? Presentar toda la documentación anterior traducida
al español por un perito especializado.
? Certificado ante notario público del país
de origen, y legalizado por el consulado mexicano.
? Autorización de su país de residencia
para adoptar a un menor mexicano.