Lunes en la Ciencia, 2 de julio del 2001
Mejorar el sistrema educativo nacional, la meta Evaluar a los evaluadores Alejandro Canales y Mario Rueda Hace unas semanas el recientemente creado Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (Copaes) convocó a las organizaciones interesadas a solicitar su reconocimiento como "organismo acreditador de programas académicos del nivel superior", es decir, el consejo evaluará a los evaluadores y determinará si están o no facultados para realizar esa labor. Se trata de una iniciativa relevante y es un paso más en la instauración de los mecanismos de evaluación del sistema educativo, por lo que su puesta en marcha deberá ser analizada con sumo rigor. El Copaes es una asociación civil integrada por la SEP y nueve agrupaciones civiles y profesionales, entre las que se encuentran la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), la de Escuelas Particulares (Fimpes) y asociaciones de ingenieros, médicos veterinarios y abogados. Tiene como principal propósito el reconocimiento formal de organizaciones que tengan como fin acreditar programas académicos de educación superior, sean de carácter público o privado. Se constituyó formalmente el nueve de noviembre del año pasado y el director general es Hugo Aréchiga, quien estaba al frente de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES) y anteriormente en la Academia Mexicana de Ciencias. La sugerencia de crear el Copaes fue divulgada con anterioridad por la ANUIES; además de figurar en el año 2000 como parte de las propuestas de su documento La educación superior en el siglo XXI, había sido una idea expresada en su 28 asamblea, en noviembre de 1997, en donde se acordó "promover la creación de una asociación civil, autofinanciable a mediano plazo... para conjuntar voluntariamente a los distintos organismos que realizan tareas de evaluación y acreditación." Pero el origen del consejo todavía puede ser localizado unos años antes. En el informe sobre el estado de los estudios superiores en México, realizado por examinadores de la OCDE entre 1994 y 1995, se señaló que estaba en proceso la conformación de una cultura de la evaluación, pero que faltaba un verdadero sistema de acreditación que garantizara la calidad de los estudios, por lo que recomendó "establecer un sistema nacional de acreditación de las instituciones y sus programas." La puesta en marcha del Copaes es el primer peldaño de ese sistema, y de su funcionamiento dependerán los pasos subsecuentes. Actualmente la acreditación y la evaluación del sistema educativo son responsabilidad del Estado. Por ejemplo, la Ley General de Educación establece que corresponderá a la SEP la evaluación del sistema educativo nacional (art. 29) y que todos los estudios realizados dentro de ese sistema tendrán validez en toda la República (art. 60), mientras que los realizados fuera del sistema "podrán adquirir validez oficial, mediante su revalidación, siempre y cuando sean equiparables..." (art. 61) A pesar de que los principios del Copaes señalan que su labor de reconocimiento no será una "estrategia sobrepuesta" a las que ya operan sino que estará en estrecha relación con ellas, no parece un proceso sostenible en el plazo medio. Las evidencias de diferentes "umbrales de calidad de los programas de educación superior" y la imposibilidad de conciliar posiciones, seguramente modificarán la normatividad y remplazarán los actuales mecanismos. La influencia del Copaes, sin duda, será importante para la orientación de la educación superior. Además de que se prevé un alcance nacional de la iniciativa, incluyendo instituciones públicas y privadas, la acreditación se extenderá a todas las áreas de conocimiento que comprenden los niveles de técnico superior universitario, licenciatura y posgrado. Todo el subsistema. Es innegable que hoy persiste en el campo de la educación superior, tanto en el ámbito público como en el privado, una oferta muy heterogénea de programas académicos. No se puede menos que celebrar la aparición de iniciativas que pretenden contribuir al mejoramiento de las instituciones formadoras de los futuros profesionistas; sin embargo, también es necesario reconocer la complejidad de las organizaciones humanas que las conforman. Estas instituciones no se comprenden únicamente por los discursos formales que las presentan o por la normatividad que marca sus propósitos y formas de operar de cada uno de sus integrantes, sino también por la dinámica en la interacción de cada uno de sus actores que va a reflejar la historia y las condiciones actuales de la organización. Una situación similar puede pensarse al considerar que solamente una sola iniciativa podrá, por sí misma, orientar todo un proceso de cambio de las instituciones; tal parece ser la apreciación al suponer que las políticas del sector educativo sobre la evaluación pueden garantizar la calidad de los sistemas educativos del nivel superior. A una década de la aplicación de políticas que han puesto el énfasis en la evaluación como mecanismo fundamental para el desarrollo institucional, se impone el conocimiento de sus efectos, deseados y no previstos, para calibrar lo adecuado de tales medidas. En el caso concreto del Copaes sería interesante que analizara los resultados de las experiencias de los CIEES, sobre todo, qué aprendizajes se han obtenido, cuáles han sido sus repercusiones y por qué no han sido altamente visibles para la sociedad en general. Los autores son investigadores del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU-UNAM) |