LUNES Ť 2 Ť JULIO Ť 2001

Ť Cien mil aficionados apoyaron al Tri de Aguirre

Revive el grito de ¡México! durante 90 minutos de nervios y pasión

 soccernal_2ROSALIA A. VILLANUEVA

"El Gigante no ha muerto'', era el cántico de las más de cien mil personas que salieron afónicas de gritar nuevamente "¡México, México, México!'', agitando orgullosos las banderas en todo el estadio Azteca, donde hacía buen tiempo no presentaba un lleno.

Caras contentas y lágrimas por el triunfo conseguido con un equipo que mostró actitud en la cancha fue el rostro de los aficionados que vivieron noventa minutos de nervios, entrega, pasión, coraje, y apoyó a la renovada selección de Javier Aguirre, quien se llevó un prolongado aplauso del público que tanto convocó en los últimos días: "Vasco, contigo hasta el fin'', era la respuesta del respetable hacia el timonel y la oncena que no lo defraudó.

Desde las 9 de la mañana la gente comenzó a llegar al Azteca. Familias enteras, niños, jóvenes y adultos vestidos con uniformes del Tri, pintarrajeados de verde, blanco, rojo, en la cara y cabello, banderas de todos los tamaños, trompetas. Bueno, hasta plumas en la cabeza; todo, cualquier adorno fiel a su selección, se pusieron.

Afuera, pese a que las taquillas estaban abiertas y había boletos para adquirir hasta el segundo tiempo, la reventa, como siempre, hizo su agosto, ofreciéndolos a 250, 200, 120, o con mucha suerte hasta 100 pesos. Al mediodía, el inmueble, estaba repleto.

La gente, impaciente, quería ver al milagroso Tricolor del Vasco con el Beto, Palencia, el rapado Torrado y el Cabrito, y cuando éstos saltaron a la cancha fueron vitoreados incansablemente. Cuando se entonó el Himno Nacional Mexicano, cien mil gargantas cantaron con la diestra posada en el corazón, pero no respetó, y con abucheos y silbidos callaron al de los estadunidenses.

Cuando la selección dominaba la pelota o se acercaba al marco contrario, se escuchaba el ¡ole, ole!; si el árbitro coreano no marcaba la falta o permitía pequeños roces entre los jugadores, el público lo agredía con "¡cabrón, por eso tienes los ojos cerrados!''; y aplaudía al Vasco con su estilo altisonante de cómo animaba a los seleccionados.

El clímax llegó con el único gol de Borgetti y aquello fue un alarido. La gente festejó con porras, brincos, olas, aplausos... Y la esperanza nuevamente floreció. Hasta los directivos Alberto de la Torre y Rafael Lebrija, sentados en su palco de honor, se levantaron para fundirse en un abrazo por su salvación. A un lado, Nelson Vargas con sus hijos, sonrientes, celebraron también la anotación.

Y aunque la gente imploraba otro más, esperaban con ansias que el tormento acabara ya, porque el equipo contrario cada vez se acercaba. Al pitazo final, el ¡México, México, México!, retumbó, y los jugadores se pararon en medio de la cancha y sellaron con un aplauso la reconciliación de su afición que salió contento del estadio, ondeando banderas y tocando las bocinas de sus autos por Tlalpan y Periférico para continuar la fiesta en el Angel de la Independencia.