LUNES Ť 2 Ť JULIO Ť 2001

José Cueli

Rafael Ortega en Madrid

Rafael Ortega, torero tlaxcalteca curtido por el campo bravo, los ruedos y carreteras mexicanas, flanqueado por peligros mortales, ha caminado como una palma abatida por los vientos pero con el tronco rugoso y firme. Andó y andó, dejando en las plazas de toros jirones de sus avíos, y la piel, al herirle las piedras de los redondeles y las cornadas los pies y las piernas, hasta dejarle callo torero.

Con una nueva piel que le dieron las cornadas y sufrimientos marchó este año a España, en busca de otra piel, para enfrentar humillaciones y burocracias del negocio del toro. No consiguió entrar en la feria de San Isidro, mas no se dio por derrotado y aceptó un contrato en las corridas dominicales para turistas japoneses y "archicabales" dispuestos a enfrentar temperaturas de 40 grados.

Por si fuera poco, al debutar este domingo pasado, los ecologistas españoles decidieron hacer su "numerito" a la entrada de la plaza madrileña gritándoles "asesinos" a él y sus alternantes. Al partir plaza su rostro serio escondía la rabia y los temblores al mirar el cielo lleno de luz madrileña. En los toriles lo esperaban los toros de Los Derramaderos, que saldrían broncos, de feo estilo e impresionante trapío. Esos toros ad hoc para toreros de verano, valientes a carta cabal a los que les "falta" eso que llaman chispa, singularidad, personalidad. Y ya sabemos que en el toreo la personalidad, lo es casi todo.

Rafael Ortega, triunfador en la México, cortador de orejas como ninguno, chipén puso banderillas y dominó en una actuación muy digna. Mas le falta esa chispa que enciende a los aficionados. Sin embargo, es digno de todo elogio su carácter que no se amilana ante las adversidades y lo llevará a torear en la temporada española provinciana y a conseguir imponerse.