LUNES Ť 2 Ť JULIO Ť 2001
Ť Reúne en un libro testimonios de artistas e intelectuales
La infancia es un hierro ardiente que nos marca: Elvira García
Ť Recupera sueños y visiones de la niñez en 51 versiones
RENATO RAVELO
Elvira García llegó con un plumero a quitarle la telaraña a grandes personajes de la cultura nacional que en la década de los ochenta eran prácticamente desconocidos. Así lo cuenta ella y confiesa que alrededor de la mitad de sus entrevistados, que llegaron a más de 300, tenían una estatura especial que no les era reconocida. De aquel trabajo ahora surge un fragmento, una escala que es Cuando los grandes eran chicos. Memorias de la infancia.
El libro fue presentado este domingo en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes con las intervenciones de Jorge Meléndez, José Luis Cuevas, Giussepe Amara y María Engracia por Alas y Raíces, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Este libro es un largo viaje en distintas etapas de mi vida, comentó García, el cual inició con el impulso y apoyo de Fernando Curiel en Radio UNAM. El programa se llamaba Retrato hablado. Alrededor de diez años de trabajo, cuando tenía 28 años, le llevaron a rescatar un poco del olvido lo mismo a Alfredo Zalce que a Héctor García Cobo. Casi al final de la década dejó el tema y se fue a Sinaloa, con Ignacio Toscano, con Francisco Labastida, con quien colaboró desde entonces y hasta hace exactamente un año.
Sin embargo, ya desde 1996 Susana Ríos le había propuesto que se hiciera un libro sobre la infancia de los grandes artistas e inició el proceso de transcripción de los programas, se eliminó como entrevistadora y los dejó en primera persona. El proyecto descansó, no obstante, hasta que se conocieron los resultados electorales del año pasado.
En una sala llena, a pesar de la coincidencia de la presentación con el juego de la selección mexicana de futbol, García escuchó a Meléndez expresar: "Elvira se puso a la altura de los grandes y los hizo hablar de algo que normalmente nos da pena".
Amara destacó esa parte de obsesión, de regreso del yo que tiene como característica la infancia. Celebró el tino de la autora de plasmarlo en pequeñas biografías, breves testimonios que con claridad expresan algún dato de esa foto que es la infancia.
Escribe García que dijo Héctor Azar: "Gran parte de las vivencias de mi infancia las vertí en Inmaculada, una obra de teatro que recoge los sueños fantasmales de mi niñez".
En el libro se recuperan 51 testimonios: Rufino Tamayo, Renato Leduc, Manuel y Lola Alvarez Bravo, Luis Herrera de la Fuente, Gabriel Figueroa, Raúl Flores Canelo, José Luis Cuevas, Nacho López, Ricardo Pozas, Mariana Frenk, Eduardo Mata, Juan Soriano y Edmundo Valadés, entre ellos. Se entrega asimismo al final de cada uno la semblanza sobre su trayectoria.
Para José Luis Cuevas el mérito de García fue que a pesar de que el pintor ya había tenido largas sesiones con Alaide Foppa acerca de su vida, de los recuerdos recios de su padre, con las entrevistas de la autora de Cuando los grandes... tuvo ocasión de recuperar la imagen de su abuelo, que pasaba 20 minutos cepillándose las botas y que a la pregunta de los nietos: 'Ƒabuelito, adónde vas?', contestaba con un escueto: 'Al Zócalo', y ahora que lo pienso seguramente iría a coquetear con las muchachas, porque era viudo".
Cuevas recordó con Amara la lectura que se hacía anteriormente del libro Cuore (Corazón, diario de un niño), de Edmundo de Amicis, en el que ya se les relacionaba con la infancia como un territorio nostálgico, de personajes que batallan y respetan a sus mayores.
En ese punto la intervención de Elvira García cayó de manera justa, porque a pesar de que se hablaba de un libro de infancia, salió lo de ese abandono en el que casi todos los grandes artistas e intelectuales nacionales terminan, y del que se fue enterando cuando acudía a los familiares para pedir la autorización de publicar.
Fernando Escalante, director de Radio Universidad, define uno de los sentidos del volumen: "por la sencillez y brevedad de cada una de las historias, resulta ser no sólo un viaje de encuentros con viejos amigos, sino una invitación a admirar el empeño, dedicación y trabajo de los personajes por alcanzar sus aspiraciones. Este es precisamente una de las múltiples aportaciones que el libro ofrece a través de monólogos biográficos para difundir entre nuestros estudiantes, maestros, investigadores y trabajadores, así como entre el público en general".
Para Elvira García es más simple: "La infancia es un hierro ardiente que nos marca".