LUNES Ť 2 Ť JULIO Ť 2001
REPORTAJE
Carencia de recursos emocionales, detonante del abandono materno
En 95% de los casos, el maltrato lleva a los menores a las casas cuna del DIF
"Lo primordial es vencer las angustias y temores de los niños", señala la directora de la institución en Tlalpan
En México, la cultura de la adopción está muy limitada: "los candidatos quieren bebes recién nacidos o hasta los tres años, y totalmente sanos", afirma la especialista
CAROLINA GOMEZ MENA/I
Para María Fernanda - menor de tres años y medio, nada ha sido fácil, al menos hasta hace un año, cuando fue derivada a la Casa Cuna Tlalpan del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Llegó allí porque, quizá desde antes del primer año de vida, sufrió maltrato físico por parte de la pareja de su madre, experiencia que le dejó innumerables cicatrices de "golpes, pellizcos, quemadas de cigarro" y una "perforación del intestino" que la llevó al quirófano, pero que también permitió iniciar una averiguación previa contra su madre y el hombre que vivía con ella.
Irónicamente también le abrió la oportunidad de ser dada en adopción --una vez que esté liberada jurídicamente-- a una familia o a una madre que le "dé de comer tres veces al día, la proteja y le dé amor".
La historia de María Fernanda se repite muchas veces, pues el "maltrato infantil" es uno de los "casos más comunes" por los que los menores son canalizados a casas cunas y hogares de menores del DIF, relató Yolanda García Alatriste, directora de la Casa Cuna Tlalpan.
En entrevista con La Jornada, la doctora García Alatriste destacó que el país debe crearse una sana cultura de adopción en la que se dejen de lado exigencias, prejuicios y creencias que nada tienen que hacer en la adopción y que por el contrario la entorpecen.
Tajante, la especialista subrayó que los solicitantes (aspirantes a padres adoptivos) deben entender que adoptar a un menor "no es ir de compras ni acto filantrópico, sino un proyecto de vida" en el que "se concilian las expectativas de los padres adoptivos y las del chiquito".
Si lo anterior estuviera claro en todos los que aspiran a ser padres adoptivos --agregó-- ningún niño quedaría fuera de las exigencias interpuestas por éstos. "Qué importa que sean bebés, tengan tres o seis años o más, o padezcan alguna enfermedad o discapacidad; todos tienen derecho a tener una familia, a tener una mamá, un papá", comentó.
Lamentablemente, ello en México no ocurre porque la "cultura de adopción está muy limitada". Aquí la totalidad de los aspirantes quieren bebés , recién nacidos o hasta los tres años, y totalmente sanos, sin enfermedades o discapacidades, pues consideran que éstas "implicarán un conflicto de convivencia, y no tiene por qué serlo", remarcó la especialista.
Con 17 años de experiencia en el DIF, García Alatriste reconoce que su labor es "muy gratificante", sobre todo cuando se logra una adopción, porque se le define una expectativa de vida a alguien que parecía no tenerla.
Por todo lo anterior, no todos tendrán posibilidad de contar con una nueva familia, como en el caso de Alberto, de un año cuatro meses, abandonado por su madre en el hospital donde nació, tal vez, comentó una de las mamás que los cuidan, porque allí la señora se enteró de que su hijo tenía un retraso mental agudo (de 70 por ciento).
"Hasta hace poco no distinguía el origen de los sonidos --la encargada del área de psicopedagogía hace una demostración con los sonajeros que cuelgan de la silla portabebé y el niño voltea-- Ƒve cómo ahora sí? Incluso no podía mantener erguida la cabeza, y ahora sí, pero por su daño cerebral su desarrollo está atrasado casi un año", lamentó. Igual suerte puede correr Mariana, niña de cuatro años con retraso mental medio y que, al igual que María Fernanda, sufrió maltrato. Ella es muy alegre, cariñosa, bastante extrovertida y le gustan los celulares, más aún si pacta su entrega por un dulce. Y pese a que lleva sólo semanas en la Casa Cuna, su retraso sólo aparenta ser leve, pero seguramente, de no cambiar las expectativas de los aspirantes, tal vez ella no sea la hija ideal para ninguna pareja.
Caso opuesto es el de Adrián, niño de cinco años adoptado gracias a que en el extranjero las parejas no consideran que una enfermedad puede ser limitante para acogerlo como hijo. El tiene púrpura (enfermedad que genera problemas en la coagulación sanguínea) y la padecerá por siempre, y pese a ello hoy vive en España con sus nuevos padres y "está grande y feliz, porque es muy querido".
Casi todos por averiguación previa
Casi 95 por ciento de los infantes canalizados a casas cunas y hogares del DIF están relacionados con una averiguación previa, por lo que la mayoría proviene, en el caso de la capital, del albergue temporal de la PGJDF, donde son captados en la "etapa crítica, luego de la consumación del delito en su contra", señaló García Alatriste.
Cuando se vislumbra que el egreso de estos espacios no se realizará con prontitud, es el momento en que se los envía a las casa cuna o a los hogares para menores, también pueden provenir de otros estados, de otros casas DIF en las que no existan las posibilidades de darles la atención que requieren.
Los juzgados de lo familiar donde se ventilan estas controversias también son proveedores de estos menores, especialmente si los entregan en custodia para "salvaguardar su integridad y así evitar daño emocional".
Una última posibilidad es mediante la comunidad: madres que por su juventud, soltería, condiciones deficientes en el plano económico, social o emocional "consideran que no van a poder hacer frente a todos los requerimientos de desarrollo de sus hijos; entonces vienen y los exponen para adopción y dan el consentimiento respectivo ante el juez familiar".
Otras lo hacen por condiciones más extremas, como cuando sus hijos son producto de una violación, como en el caso de "una chica de 20 años violada por dos sujetos, embarazada a raíz de ello y quien tuvo al hijo con intención de quedárselo, pero después que éste nace se da cuenta de que no le genera ninguna emoción, sólo el recuerdo de la vejación. En lugar de abandonarlo, buscó una alternativa para que él tenga una familia".
Para García Alatriste es evidente que no es "la pobreza por sí misma la que hace que una madre abandone a su hijo(a)", sino sobre todo la "ausencia de recursos emocionales, más aún si ésta va acompañada de falta de dinero, apoyo familiar, o que ellas vislumbren que no hay otra salida más que abandonar a su bebé y en el mejor de los casos en una casa cuna u otra institución similar.
Por ello, el perfil de las mujeres que renuncian a la maternidad en esta modalidad es casi siempre el mismo: jóvenes o adolescentes, solteras y con reducida capacidad financiera, intelectual, emocional y cultural.
Una vez que el hecho se consumó --subraya-- sea por esas razones o maltrato infantil, el pequeño "entra en una nueva circunstancia de crisis, pues aunque la casa cuna u hogar le ofrece una alternativa mucho mejor de vida, para el chiquito ingresar a la institución siempre es perder la posibilidad de estar con quien más lo debería haber querido y defendido: su madre, y aunque nosotras le demos mucho cariño, no somos sus madres... él perdió su entorno anterior" y eso pesará por algún tiempo.
Por eso la casa cuna u hogar cuenta con puericulturistas, enfermeras, pediatras, terapeutas de lenguaje y de rehabilitación física, trabajadoras sociales, sicólogas y toda una infraestructura para darles el apoyo necesario y los programas integrales que requieren.
Acostumbrarse a la institución
Cuando los menores llegan a la casa cuna, sin importar su edad deben sumarse al programa de inducción que dura un mes en promedio, dependiendo de su daño físico o emocional. En otras palabras entran al área de admisión, en la que se adaptarán a su "nueva vida". Es cuando se les debe dar toda la atención "cálida y de calidad" que necesitan para que "disminuyan sus angustias y temores" y conozcan al personal y la dinámica de la casa cuna.
Allí estuvo María Fernanda hace un año, y en ese lugar la "apapacharon" después de que fue sometida a la colostomía (intervención para restaurar el intestino).
Fue su primer paso para dejar a tras el síndrome de Kempe (síndrome del niño maltratado), y empezó a recibir cinco comidas diarias --las tres acostumbradas y dos colaciones-- para superar su desnutrición de segundo grado.
Allí se la empezó a socializar, a disminuir sus temores para que olvidara que "quien la debió querer y cuidar más, su madre, quizá apoyó y solapó sus golpizas".
Hoy se espera que la averiguación previa y un posible juicio de pérdida de patria potestad la libere jurídicamente y pueda ser adoptada, pues "están dadas las condiciones para que la madre pierda su derecho como tal".
En esa época María Fernanda, pese a tener dos años y medio, "no hablaba nada, no miraba a los ojos, tenía temor, era introvertida, una niña triste". Por eso fue sumada al programa de estimulación múltiple y ahora "es una niña preciosa, está alimentada, hasta un poco gordita, ya dice este juguete es mío y en la estancia tiene una mami que la apoya, la cuida, lee, juega con ella y la peina como ella quiere y la deja escoger su vestido".
María Fernanda "se recuperará en lo físico y lo emocional", asegura Yolanda García.
Ť Los nombres de los menores fueron cambiados a petición de la directora Yolanda García para proteger su intimidad.