DOMINGO Ť Ť JULIO Ť 2001

Angeles González Gamio

Expedicionario audaz

El nombre de la calle y el número de la casa constituyen el domicilio de toda persona física o social. En teoría, estos dos datos son suficientes para identificar el lugar de residencia en una localidad, pero en la zona metropolitana de la ciudad de México es indispensable añadir a toda dirección la entidad federativa, la delegación política o el municipio, la colonia, el código postal y aún, si se trata de orientar a un mensajero, las calles transversales en cuya medianía se encuentra el destino propuesto. A quien se invita por primera vez, hay que proporcionarle un plano o croquis del camino que debe recorrer a fin de que no extravíe el rumbo, pierda el tiempo y retrase la reunión a la que es convocado. A sus múltiples facetas, el metropolitano ha añadido la de cartógrafo improvisado y la de expedicionario audaz".

Estas palabras son el inicio de un delicioso artículo de José Rogelio Alvarez, autor de la Enciclopedia de México, que aparece en el último número de la revista del Consejo de la Crónica de la ciudad de México, del cual es miembro distinguido, sobre las obsesivas reiteraciones en la nomenclatura de la capital.

Comenta el autor que en cierto modo estas repeticiones entrañan un índice de popularidad y pueden equipararse a una encuesta. También hay que considerar que esos nombres repetidos constantemente, fijan en la conciencia del vecindario el convencimiento de que los personajes aludidos algo muy importante hicieron para merecer esa distinción pública; esto permite advertir que la nomenclatura conlleva un mensaje cívico, didáctico y aun político.

El opina que sin que nadie al parecer se haya propuesto establecer un orden de preferencias en la estimación popular por estos personajes, la nomenclatura urbana entraña una jerarquía que en muy poco discrepa de los fallos de la historia, y como prueba nos presenta una lista que en algunos casos resulta escalofriante; una pequeña muestra del número de calles que llevan el nombre de determinada persona: Juárez 514; Morelos 473; Hidalgo 466; Zapata 387; Cuauhtémoc 263; Guerrero 242; Cárdenas 237; Sor Juana Inés 43; Amado Nervo 39; López Velarde 12; Octavio Paz cuatro. Y hasta aquí vamos bien, pero luego aparecen: López Portillo con 50; Echeverría 34; Díaz Ordaz 30 y De la Madrid y Salinas, tres cada uno.

Esta es una de las cuestiones que llevaron al Consejo de la Crónica a solicitar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, cuando era jefe de Gobierno del DF, que reviviera la Comisión de Nomenclatura, con una integración plural, que incluyera historiadores, para establecer con precisión qué criterios deben normar el nombramiento de calles, ya que el gozo o castigo por un mal apelativo lo cargan los ciudadanos, que ya de por sí sufren otras penas. Muy sanamente se logró que ya no se pongan nombres de personas vivas, aunque esto prive a algunas con todos los merecimientos y que sería grato homenajear mientras todavía se encuentren en este mundo; pero bueno, siempre quedan plazas y jardines que no tienen esta restricción.

En esta misma revista viene el segundo artículo sobre los mapas más antiguos de la ciudad de México, de otro notable miembro del Consejo de la Crónica: Miguel León Portilla, en el que nos habla del célebre plano de 1524 conocido como de Nuremberg, por haberse realizado la copia al latín, en esta ciudad alemana, junto con la segunda carta de relación de Hernán Cortes. La información que nos brinda es riquísima, pues no obstante la apariencia del plano, un tanto europeizada, el autor identifica y explica los principales edificios de México- Tenochtitlán.

Otro ensayo de interés es el del arquitecto Juan B. Artigas, quien explica la reciente restauración de la soberbia casona del conde de Heras Soto, en Chile 8, sin duda uno de los palacios más bellos de la capital, que aloja al archivo del antiguo Ayuntamiento y al Fideicomiso del Centro Histórico. Y como siempre, una parte del opúsculo se dedica al programa Historia Oral de los Barrios y Pueblos, que hoy nos lleva al "Obstinado Tepito: barrio de gestas y gestos". Se encuentra en las librerías Pórtico, Sanborn's y Gandhi del sur, entre otras.

Si andamos por esos rumbos de la ciudad, hay que aprovechar para comer en el restaurante Costa Vasca, en Lousiana 16, en la agradable colonia Nápoles. Con la atención personalísima del dueño, Luis Marcet, periódicamente ofrece, además de su carta normal, con exquisiteces de la península, muestras gastronómicas especiales; en julio será de setas silvestres. Regularmente tiene el pescado a la sal, el jamón bellotero, la zarzuela de mariscos y el cordero. Remate indispensable: un pastel vasco con un café express y un pacharan, el digestivo de esas regiones españolas.

[email protected]