DOMINGO Ť 1Ɔ Ť JULIO Ť 2001
Ť Beneplácito en Brasil
Condenan al militar que provocó una masacre en un penal
DPA, AP, AFP Y REUTERS
Sao Paulo, 30 de junio. La justicia brasileña condenó hoy a 632 años de cárcel al comandante del operativo militar que puso fin a un motín penitenciario hace nueve años, al ser hallado culpable de 102 de las 111 muertes que se produjeron, en lo que se considera la peor masacre carcelaria del país.
Después de 10 días de deliberaciones, el jurado consideró al coronel retirado de la policía militarizada Ubiratán Guimaraes, culpable de la muerte de los 102 presos en el penal de Carandirú, en el estado de Sao Paulo, y que fueron asesinados por los agentes que bajo su comando invadieron la institución para controlar el motín.
La jueza María Cristina Cotrofe impuso a Guimaraes una pena de seis años por cada una de las muertes, y 20 años más por el intento de asesinato de otros cinco presos.
No obstante, la fiscalía acusaba al coronel por las 111 muertes, pero por falta de pruebas decidió retirar la acusación por el deceso de nueve de los reos, ya que éstos presentaban heridas producidas por arma blanca, difíciles de ser atribuidas a un policía.
La jueza Cotofre también autorizó al acusado a aguardar en libertad el resultado del recurso elevado por sus abogados, que de-mandaron la anulación del juicio que resultó en su condena.
Aunque grupos de derechos humanos locales y sobrevivientes de la masacre calculan que el total de muertes ascendió a casi 300, María Luisa Mendoza, una de las directoras de Justicia Global, calificó la decisión "de histórica que puede significar el final de la impunidad policial en Brasil".
También Amnistía Internacional aplaudió la condena del principal implicado en la peor tragedia carcelaria de la historia brasileña, y señaló que ésta se debió a "las fallas del sistema policial", responsable de las "serias violaciones a los derechos humanos" durante la invasión del penal.
Tras la masacre del 2 de octubre de 1992, se determinó, de acuerdo con las investigaciones, que en la mayoría de los casos los reclusos fueron muertos por disparos a quemarropa y no pudieron defenderse.
Empero, Guimaraes alegó durante el juicio que sus tropas entraron a una prisión llena de reos fuertemente armados y que sus tropas dispararon en defensa propia, a pesar de que ningún policía resultó herido y sólo se encontraron unas cuantas pistolas viejas dentro de la prisión.