domingo Ť 1o. Ť julio Ť 2001

Alejandro Zapata PerogordoŤ

ƑComisión de la verdad?

En los procesos latinoamericanos de transición se han formado "comisiones de la verdad", cuyo objetivo principal ha sido convertirse en tribunales morales, sin mayor facultad que la denuncia, cuyo peso específico es de gran magnitud, transformándose sus señalamientos en verdaderos juicios inquisitorios.

Creo necesario abordar el tema, procurando analizar las tendencias a favor y en contra de formar una comisión de la verdad, bajo las experiencias latinoamericanas, frente a las circunstancias mexicanas.

En principio, la búsqueda de la verdad es fundamental, dentro de un proceso histórico que nos permita conocer de los diversos episodios de la vida del país, muchos de los cuales han estado vetados para la sociedad. Aquí se presenta la primera disyuntiva, el objetivo: Ƒse trata de establecer un proceso de transparencia que dé continuidad y bases de confiabilidad para la definición del rumbo nacional, o la intención es de ajustar cuentas, propiciar rencores, ánimos de venganza y persecución?

Lo primero es producto de la idiosincrasia, coadyuva en confirmar nuestra identidad y otorga certidumbre. Lo segundo obliga a reaccionar, crea divisiones, confrontación y excesos.

Es obligado señalar la existencia de crímenes, dispendios, derroches, corrupción, persecución, desaparición de personas, torturas, abusos, latrocinios, impunidad, pobreza, incertidumbre y muchas otras acciones que han sido parte vergonzosa de nuestra realidad mexicana. No tenemos conocimiento de los detalles y particularidades de muchos de esos acontecimientos que cambiaron la vida de este país. En buena medida, por la percepción que de ello teníamos fue entre otras causas que se dio la alternancia.

En La Jornada del 19 de mayo pasado, en el artículo Fox ante los desaparecidos, Jaime Avilés expresa: "Ayer salió a la luz, por ejemplo, que hace 10 años la Procuraduría General de la República, entonces bajo el mando de Ignacio Morales Lechuga, sepultó una denuncia relacionada con la desaparición de 60 militantes políticos en Guerrero, en la cual se señalaba como presuntos responsables a los generales del Ejército Mexicano Arturo Acosta Chaparro y Humberto Quirós Hermosillo, hoy por hoy presos por delitos de narcotráfico".

Es evidente que como esos ejemplos existen infinidad. Son casos que, cuando menos, producen coraje e indignación. No podemos olvidar, sería la negación de la verdad, cuando los recuerdos nos traen a la memoria muchas infamias. Introducirnos a un esquema donde se borre el pasado sería negar nuestra existencia, negarnos a nosotros mismos, claudicar de las luchas y comenzar un proceso donde seguramente se pueden presentar los mismos errores.

Sería lamentable y enorme error histórico caer en las tentaciones de la venganza. Es ahora cuando queremos que México sea un país de instituciones, y además, que éstas respondan a su misión y objetivos. Ese es el reto principal: recomponer todo aquello que, mediante un despiadado afán de conservación del poder, dejaron hecho un lastre.

Una comisión de la verdad no puede sustituir al encargado de procurar justicia, ni al poder cuya misión es administrarla. Por otra parte, la verdad puede tener diferentes matices, desde la real, legal, política, social, económica, cultural y hasta la virtual. Todo es cuestión de interpretación, documentación, justificación, motivación y también de comunicación y difusión. Cada persona puede alcanzar su propia verdad, dependiendo de aquellos elementos que llegue a conocer y que la induzcan a determinado punto.

En contrapartida, es una deuda social, a la cual se debe responder con voluntad política para establecer cimientos de confianza y credibilidad. Una conclusión inicial es la división en dos fases: la primera, sobre la forma de enfrentar el pasado. La segunda, en relación con los mecanismos de transparencia y certidumbre que posibiliten construir el futuro. Ambas se encuentran íntimamente vinculadas.

Tanto en Chile como en Argentina se presentaron procesos de transición bajo circunstancias muy diferentes a las actuales. En principio, esos países tuvieron regímenes militares, pasando por una fuerte represión y persecución, que podríamos calificar como generalizada. No había los índices de pobreza creciente que ahora existen, ni tampoco el acentuado fenómeno de la delincuencia organizada que padecemos. Tampoco el elemento globalizador de la economía y los grandes contrastes que ha producido.

En Argentina se hizo caso omiso por parte de los académicos a estudiar el pasado, depositándose en el Poder Judicial su revisión, con una memoria oficialista, que culminó con la promulgación de dos leyes, la llamada de "Punto Final" y la de "Obediencia Debida".

De 1974 a la fecha han existido en Latinoamérica una veintena de "comisiones de la verdad", con funciones en buena medida de desahogo social, en algunas ocasiones cuasijurídicas, de indagación, con dirección al registro y reconocimiento de los excesos del autoritarismo en casos específicos de represión.

No estoy convencido de que en México tengamos que recurrir al esquema de formar una comisión tal, sin dejar de lado la necesidad de abordar el pasado, pues el olvido, en este caso, no es el mejor remedio para enfrentar el futuro; es menester conocer nuestra realidad, generando el debate público, para la afirmación de los valores democráticos y los fundamentos morales de la sociedad.

Creo que se debe recurrir a las instituciones establecidas, con la finalidad de fortalecerlas y hacerlas corresponsables en esta fase de la transición. Existe la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Procuraduría General de la República, la Secretaría de la Contraloría y el Poder Judicial. Principalmente, tenemos un sistema de leyes, cuya finalidad es garantizar la convivencia armónica entre las personas, y por lo tanto se trata de aplicar el derecho sin prejuicios, sin excesos y sin distingos.

Muchos autores han escrito sobre el tema, y seguramente podríamos entrar a mayor profundidad sobre su análisis y conveniencia. Sin embargo, cabe una última reflexión, pues en cada ocasión que se lleva a alguna persona al banquillo de los acusados por la comisión de un delito de carácter político, de alguna manera, como atinadamente afirma Elster ("Coming to Terms with the Past. A Framework for the Study of Justice in the Transition to Democracy", Archives Européennes de Sociologie, XXXIX, 1 (1998), pp. 7-48.), la sociedad se juzga también a sí misma.

Ť Vicecoordinador de la fracción parlamentaria del PAN en la Cámara de Diputados.