domingo Ť 1o. Ť julio Ť 2001

Guillermo Almeyra

El sí de los síes y el no de los noes

La magnitud de la protesta contra la reunión del Grupo de los 8 en Génova coloca en la picota a la política del capital financiero y quita legitimidad a la reducida oligarquía que gobierna el mundo y que se expresa políticamente en los gobernantes de los países más ricos y los altos funcionarios de las organizaciones que sirven los intereses de las grandes trasnacionales. Sin duda la protesta contra el G8 -que abarca sectores tan dispares como el Vaticano, el Dalai Lama, los grupos cristianos sociales, los ecologistas, los pacifistas, los defensores de los derechos humanos y los izquierdistas de todos los matices- es importante porque une a grupos heterogéneos en torno de un objetivo común y es, por consiguiente, una escuela de democracia. Pero lo es también, sobre todo, porque erosiona el pilar fundamental del "pensamiento único", o sea la resignación y la pasividad provocada por la idea -propalada por todos los medios- de que no hay alternativa a la política neoliberal.

Sin embargo, Wilhelm Reich nos recordaba que más importante que ver por qué algunos hacen huelgas o se rebelan es estudiar por qué los demás no lo hacen, a pesar de estar en condiciones iguales o peores que los que actúan. Estudiar los mecanismos mediante los cuales se ejerce la dominación y las clases dominadas hacen suyos los valores de las dominantes es fundamental para luchar por la hegemonía político-cultural y dar la batalla en el campo de las mentalidades, del "sentido común", así como para invertir la relación de fuerzas actual, que hace que los que se oponen a la oligarquía financiera dominante sean una minoría reducida, aunque creciente, y que buena parte del mundo sufra los efectos de la revolución pasiva o conservadora.

¿Por qué tienen la mayoría de los votantes los Berlusconi o los Fox y otros Bush ?que sacó menos votos que Gore, pero se apoya en la despolitización y el conservadurismo de la mitad del electorado que no votó por ninguno de los dos- ¿Por qué el Palacio de Hierro hace propaganda por televisión, o sea, para cientos de miles de personas y no sólo para un puñado de niñas -y no tan niñas- fresas con dinero? Si la mayoría de las mujeres que ven los avisos necesitan "para matar" por lo menos una ametralladora, ¿por qué una doméstica indígena llega a identificarse con la esbelta y hermosa modelo con escote hasta el ombligo que va dejando el tendal de muertos por infarto amoroso? ¿Cuál fue la base del éxito popular de las novelas rosas de Corín Tellado, con sus ambientes exóticos y de gente adinerada?

La incongruencia entre la propia condición social, étnica, cultural y la modelo "vestida para matar", o entre las propias posibilidades económicas y el éxito comercial prometido por el changarro, no basta para impedir que amplios sectores acepten el modelo "totalmente Palacio" falso e inalcanzable o que persigan el sueño de opiómano de la independencia lograda con el "cuentapropismo" o la "libertad" de la economía llamada informal (la cual, dicho sea de paso, es altamente formal en el sentido en que es controlada por los mayoristas proveedores de las chucherías que ella vende y está subsumida por el capital).

En los "no" de muchos al capital financiero y el neoliberalismo hay en la vida cotidiana demasiados "sí" a los valores dominantes: el consumismo, el éxito estimado monetariamente, la idea de la propiedad privada, la aceptación de las normas estéticas y de las jerarquías sociales que establecen quienes viajan en primera clase en este barquichuelo planetario, y todos los etcéteras que se quieran poner. Por consiguiente, no basta con asumir posiciones políticas, por justas que sean, contra el G8, el ALCA, el Plan Colombia u otros problemas semejantes. Es indispensable hacerlo, pero "no sólo de política vive el hombre", recordaba nada menos que un animal político como León Trotsky. Es necesario también librar en la vida cotidiana la batalla por las mentes, sabiendo sin embargo que el viscoso "sentido común" ha sido amasado por siglos de sumisión, de ignorancia, de dependencia de fuerzas religiosas oscuras, y tiene bases culturales, antropológicas, sociológicas, históricas que explican por qué, incluso durante o después de grandes movimientos sociales o de revoluciones, se recae "en la vieja mierda", para usar la frase de Marx que, sin embargo, era optimista.

No basta con "hacer política" si no se lucha por cambiar los valores de las clases dominantes que hacen suyos los dominados. El "hombre nuevo" no se construye con los viejos materiales y sin ética y, sobre todo, no se construye a corto plazo y sólo con medidas políticas. El poder está en todo y todos tienen también "un pequeño fascista en la cabeza", decía Foucault. Conviene tenerlo en cuenta.

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