SABADO Ť 30 Ť JUNIO Ť 2001
Ť Juan Arturo Brennan
Un gran recital de piano
La quinta versión del festival internacional de piano En blanco y negro, que recientemente culminó en el Centro Nacional de las Artes, ha sido igual de interesante y variada que las anteriores; sin embargo, la asistencia del público disminuyó de manera sensible respecto de ediciones previas y como evidentemente esto nada tiene que ver con la calidad del festival, habrá que atribuirlo al simple hecho de que todo en este país está en decadencia, en picada, en retroceso y en desaceleración, y los asuntos relativos a la cultura y las artes no se han salvado de tal situación.
Una prueba contundente del buen nivel ofrecido en ese festival fue el recital de primer nivel que ofreció la noche del miércoles, en el Auditorio Blas Galindo, el pianista Alberto Cruzprieto. De entrada, un recital basado en un programa atrevido, retador y hasta cierto punto heterodoxo, en el que no podía faltar una columna vertebral de música francesa, uno de los pilares más sólidos del extenso repertorio de Cruzprieto. Para iniciar, una versión muy sofisticada del Preludio, fuga y variación de César Franck, ejecutada bajo una inteligente visión múltiple: si un preludio y fuga es barroco, y si una variación es clásica, y si Franck es romántico, nada de ello faltó en la versión de Cruzprieto en la que las partes más densas de la obra surgieron con una claridad poco usual.
Después, dos soberbias obras de Gabriel Fauré, el Nocturno No. 4, Op. 36 y la Barcarola No. 3. En el Nocturno, Cruzprieto hizo favor de recordarnos que ni Chopin tiene el monopolio de la nocturnidad, ni que todo nocturno es chopiniano. Aquí, como en el resto del recital, destacó el sensible manejo que Cruzprieto suele hacer de los arcos melódicos, ya sea compás a compás o en grandes episodios, lo que le viene de su gran conocimiento de la música vocal, de todo lo cantable, ya sea para voces o para su instrumento. En la Barcarola, mantuvo bajo discreto control el ondulante acompañamiento (que en pianistas menos sensibles suele convertirse en un moto perpetuo), y sobre él construyó pulcros diseños melódicos a los que, además, dio una fluida continuidad a pesar del diseño fragmentario de la pieza.
De inmediato, una versión espléndida de la Sonatina de Maurice Ravel, delineada con gusto impecable en cada uno de sus movimientos y matizada con numerosos e iridiscentes colores. (ƑCuándo volverá Cruzprieto a sacar a la luz su igualmente formidable Gaspard de la nuit?) Para la segunda parte, el pianista trajo a primer plano al mejor Manuel M. Ponce que puede haber, el Ponce plenamente actualizado en su tiempo, el Ponce que ya dejó atrás la incertidumbre, a través de una nítida ejecución de sus Cuatro piezas para piano, rica combinación de dos importantes fases del pensamiento del compositor (la moderna y la francesa) en la que el equilibrio de voces y líneas permitió apreciar el austero, a veces complejo lenguaje bitonal de Ponce.
Y si alguien duda que hay tal cosa como el American jícamo (oximorón aparente, si los hay), basta mencionar las tres piezas de George Gershwin ejecutadas por Cruzprieto (organizadas inteligentemente, además, como una micro-sonata de movimientos contrastantes), ricamente sazonadas con el agridulce condimento del blues, rítmicamente impecables y cabalmente asumidas como la música popular que son.
ƑAlguien duda que Cruzprieto pudiera haber sido un gran pianista de saloon o de cabaret? Para concluir, el reto formidable de la Sonata (1952) de Alberto Ginastera, superado con energía y aplomo por el pianista, y con varios aciertos: preservación inexorable del espíritu motor de la toccata en los movimientos externos, sólido manejo de los feroces movimientos paralelos que Ginastera propone en el último, diáfana reiteración de los motivos que forman la memoria temática de la obra, y disciplinada continuidad en la tensión sonora indispensable para el buen desarrollo del Presto misterioso. En suma, un recital completo y satisfactorio, programado, preparado y realizado comme il faut.
En octubre, dentro del Ciclo de Música Contemporánea que en buena hora ha revivido el Festival Cervantino, Cruzprieto ofrecerá un recital con obras de Dutilleux, Ohana, Messiaen, Ginastera, Trigos, Takemitsu y Urreta, otra combinación de autores, obras e intérprete que sin duda valdrá la pena escuchar.