SABADO Ť 30 Ť JUNIO Ť 2001

Ť José Cueli

Freud y la religión

Comentaba la semana pasada el acto realizado acerca del pensamiento junguiano que convocó a psicoanalistas mexicanos de diversas instituciones y que hizo posible el encuentro de diversas corrientes del pensamiento psicoanalítico.

El encuentro entre Jung y Freud ocupa un importante capítulo en la historia del psicoanálisis. Vislumbrado por Freud como su posible sucesor, ambos tenían en común inteligencia, talento, tenacidad, creatividad, un apasionamiento por el mundo de los sueños y la fantasía y un interés particular por el tema de la religión. El final de la relación que culminó en un distanciamiento insalvable es de todos conocido. A propósito de ello Julio Casillas, psicoanalista, lamentó la interrupción del diálogo Freud-Jung, al considerar que el intercambio de ideas y las aportaciones de ambos hubiesen sido de una riqueza insospechada.

El interés por la religión llevó a Freud y a Jung por diferentes caminos. El texto de Freud, Moisés y la religión monoteísta es una muestra de la lucidez y la profundidad del pensamiento del padre del psicoanálisis. Publicado hacia el final de su vida (un año antes de su muerte) es una obra testamentaría en la que no hace concesiones de ninguna especie. Al inicio del texto Freud sostiene:

''Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera y menos todavía si uno pertenece a ese pueblo.

''El hombre Moisés, que para el pueblo judío fue libertador, legislador y fundador de su religión pertenece a tiempos tan remotos que no se puede esquivar una pregunta previa, a saber, si fue una personalidad histórica o una creación de la saga".

La decisión de publicar ese texto quitó muchas horas de sueño a Freud. Las circunstancias en que fue redactada la obra son singulares: cuatro años o más de revisiones constantes aunadas a las dificultades de índole externa de la fase final, cuando Austria vivió serias perturbaciones políticas que culminaron con la ocupación de Viena por los nazis y la inevitable emigración de Freud a Inglaterra.

La obra en su conjunto, según Strachey, debe considerarse continuación de los estudios anteriores de Freud sobre los orígenes de la organización social humana: Tótem y tabú (1912-13) y Psicología de las masas y análisis del yo (1921).

Las reticencias de Freud por la publicación del texto apuntaban a sus inquietudes en torno de una suficiente fundamentación de sus argumentaciones y a la reacción que provocaría la publicación entre los dignatarios de la Iglesia católica romana que en esos momentos tenía un papel dominante en el gobierno austriaco.

Una de las argumentaciones fundamentales con las que inicia el texto es el planteamiento del origen egipcio de Moisés. Asunto que había sido ya propuesto por otros autores en laboriosas y serias investigaciones y que Freud retoma y afina para dar paso y enlazar con hallazgos de índole metapsicológica postulados a lo largo de sus casi 40 años de trabajo indagando con minuciosidad el inconsciente humano.

En el texto se enlazan y alternan una revisión histórica exhaustiva con una profunda elaboración metapsicológica de los principales fundamentos de la teoría psicoanalítica postulada por Freud para llegar a planteamientos y conclusiones que sin concesión alguna nos confrontan con la naturaleza humana, carencias primordiales y desamparo originario, angustia existencial y la dolorosa renuncia a lo pulsional impuesta ''por la presión de la autoridad que sustituye y prolonga al padre".

Alusión al padre primordial e inmemorial sacrificado desde los tiempos de la horda primigenia, parricidio originario, acto fúndante, del cual Freud deriva el origen de lo sagrado. En sus propias palabras: ''Quedamos en la confiada expectativa de que el estudio de todos los otros casos de prohibición sagrada arroje el mismo resultado que el del horror al incesto, y que en su origen lo sagrado no sea otra cosa que la voluntad prolongada del padre primordial".