SABADO Ť 30 Ť JUNIO Ť 2001
SPUTNIK
Tres en uno
Ť Juan Pablo Duch
Moscu, 29 de junio. Para evitar posibles decepciones en los lectores que, a juzgar por el título y con justa razón, podrían esperar que se tiene la intención de dedicar este semanal espacio a hablar de las virtudes del homónimo aceite, cuya única diferencia con el que se vende en México es la etiqueta en ruso, conviene aclarar que es otro el tema de esta entrega.
El tema tampoco es la pareja de ese post-soviético producto que se conoce como businessman, sustantivo muy de la tierra de Pushkin, aunque usted no le crea, por venir escrito en caracteres cirílicos. Otra cosa es que aquí se pronuncie con oxfordiano acento de opositor legislador británico en acalorada polémica con el primer ministro Tony Blair, la saliva salpicando el micrófono.
Y como la pareja del hombre de negocios local, normalmente pero no siempre, es mujer, el título no correspondería y, en todo caso, debería ser Tres en una. Esto porque no hay alto y empresarial ejecutivo, chaparros incluidos, que no se sienta orgulloso de que su mujer sea como el aceite.
En otras palabras, de tres féminas que colman su vida, y a veces su paciencia, el empresario ruso hace una: la esposa de a de veras, la amante de mentiritas o mentirotas --dependiendo de cuánto dure la adúltera relación-- y la multilingüe secretaria. Esta última, se jactan en conversaciones con sus colegas extranjeros, supera en amatorias capacidades a las dos anteriores y, además, contesta el teléfono y sirve el café.
Se cuenta que un empresario japonés, a la postre arruinado, trató de sacar provecho de la triple adicción corporal de los ocupadísimos cazaviejas rusos, variante eslava de los tradicionales casanovas, que tienen más éxito con las mujeres, acaso porque no se estresan al tomar decisiones a cada minuto.
El japonés, al ver las cosas con su suspicaz y estrecha mirada, ofreció una solución más efectiva y sencilla: quiso vender en Rusia un computarizado robot con forma de voluptuosa muñeca inflable, que incluso podría mandar un fax programable para hacerlo coincidir con el orgásmico estallido.
Nadie le compró, a pesar de que el folleto publicitario prometía una doble satisfacción --que una canita al aire no provocara un mechón de canas al perder un gran negocio--, y aseguraba que para mandar el fax sólo había que presionar un pezón de hule.
Un tecnológico avance carece de perspectiva de comercialización cuando el potencial comprador lo considera un retroceso, dicen que repite el japonés, una y otra vez, mientras recorre las calles de Tokio, en busca de algún turista que quiera ser retratado por él, ahora ambulante fotógrafo de profesión.
La larga explicación de por qué este Sputnik se llama Tres en uno sugiere cambiar el título y ponerle Uno en tres (entregas consecutivas), pero los tres temas que se querían incluir este sábado, en realidad cabrían en media columna, justo el espacio que queda, a menos que se añada cuatro o cinco razones más de por qué no guarda relación alguna con el aceite.
No es esa la intención y usted comprenderá que no se le podía poner Tres en media, pues sonaría a lema de cervecera promoción. Al menos aquí, en Rusia, cuando se produjo el colapso del sistema financiero de 1998, la tradicional canastilla de seis botellas se empezó a vender en media canastilla de tres latas.
Dos para celebrar algo y la otra, por costumbre, para la imaginaria cruda del día siguiente, además de que la lata es más barata que el vidrio, sobre todo el que se podía romper después de consumir una docena de canastillas de a seis, al confundir la ventana con la puerta de la casa.
Después de tanto número, los tres temas ya se volvieron inexorablemente dos. Sin embargo, titular Dos en un uno, no permitiría hacer la ineludible referencia al aceite en el primer párrafo, sin la cual no se en-tendería cuál es el tema de esta entrega.
De los dos temas que quedan, solamente hay espacio para una fotografía, cuando iban a ser tres imágenes. Por eso, lo mejor sería ponerle a esta entrega Una foto. Pero, en ese caso, la sola fotografía merecería aparecer en la dominical plana de El planeta en imágenes de esta misma sección y hoy es sábado.
La solución, no hay más remedio, es que el título sea Pie de foto. Tras pensarlo un poco, mejor no. No vaya a pensar algún riguroso lector que esta gráfica columna se escribió con las patas. Y, si fuera el caso, no se sienta usted cohibido y póngale, con un plumón para que no se alcance a ver el título, Foto con patas.
Ahora sí, ni modo, ya se acabó el espacio y la entrega sigue llamándose Tres en uno. El uno que sobrevivió la explicación inicial es, en apretada síntesis, que rusos y mexicanos somos derrochadores, nada más que, mientras nosotros echamos la casa por la ventana, ellos prefieren bajar por un tubo el dinero, como define el dicho popular ruso.
También coincidimos, agotada la euferia, en pedir prestado a los cuates.