SABADO Ť 30 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Fue nombrado director para asuntos de democracia y derechos humanos

Rehabilita la Casa Blanca a Elliot Abrams, quien administró la guerra de la contra nicaragüense

Ť Se declaró culpable de mentirle dos veces al Congreso, pero fue perdonado por Bush padre

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

Washington, 29 de junio. La Casa Blanca optó esta semana, el 30 aniversario de la difusión de los Pentagon Papers, para anunciar el nombramiento de Elliot Abrams, ex secretario asistente de Estado, como su nuevo director para asuntos de democracia y derechos humanos del Consejo de Seguridad Nacional.

El nombramiento y el aniversario han renovado el debate en este país sobre si el gobierno confía en el pueblo lo suficiente como para decirles la verdad, y qué tan frecuentemente miente el gobierno del pueblo al pueblo que los elige.

023f1.jpgLa decisión de George W. Bush de nombrar a Abrams al puesto en la Casa Blanca indica que el presidente, por su parte, cree que el hecho de que un funcionario mienta al Congreso y al pueblo no debería necesariamente descalificarlo de volver a prestar servicios al gobierno.

Bush aparentemente cree que debido a que Abrams ayudara a administrar la guerra encubierta ilegal de la contra nicaragüense, y que subsecuentemente se declarara culpable de mentir, en dos ocasiones, al Congreso de Estados Unidos, no debería descalificarlo (Abrams fue posteriormente perdonado por el presidente George Bush, padre del actual presidente).

"El presidente piensa que eso es un asunto del pasado y que fue abordado en su momento, y que el señor Abrams es respetado tanto por demócratas como republicanos y que realizará una labor excelente en su puesto", afirmó hoy el vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, en respuesta a preguntas sobre el nombramiento.

Irónicamente, aunque no a propósito, la Casa Blanca decidió anunciar el nombramiento en el mismo mes que marca el 30 aniversario de la publicación de los Pentagon Papers, documentos secretos preparados por el gobierno en los años 60 que contenían, entre otras, la explosiva conclusión de que cada presidente estadunidense entre 1945 y 1968 deliberadamente mintió al pueblo de este país sobre la participación y el papel de Estados Unidos en Vietnam.

Prohibición frustrada

Cuando el diario The New York Times em-pezó a publicar fragmentos del famoso do-cumento hace 30 años --lo cual marcó un momento histórico de la era contemporánea--, el gobierno estadunidense acudió a la Suprema Corte para intentar prohibir su publicación, pero sin éxito.

Leslie H. Gelb, el ex funcionario del Pentágono que supervisó la preparación de los 36 estudios secretos que conjuntamente se-rían conocidos como los Pentagon Papers, recordó esta semana que él se oponía a la publicación del documento en el rotativo.

"Sí, funcionarios del gobierno mintieron al público sobre la guerra", afirma Gelb en un artículo publicado hoy en el New York Times, pero argumenta que éste no fue el punto central del asunto de los Pentagon Papers y expresó su preocupación de que "la gente pensaría que los estudios comprobaban que la guerra de Vietnam fue principalmente una historia del gobierno para mentirle al pueblo estadunidense".

La importancia clave de los Pentagon Papers, continúa Gelb, fue su valor académico para demostrar el funcionamiento de la política exterior estadunidense, sus me-canismos y formas de toma de decisiones.

Pero que un solo ex funcionario del Pentágono no piense, 30 años después, de que hay cualquier problema fundamental, y hasta constitucional, en promover mentiras oficiales ante el pueblo estadunidense tal vez no es sorprendente a estas alturas, pero tal vez más asombroso es que Gelb hoy día es presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, la organización privada sobre política extranjera mas influyente y prestigiosa de Estados Unidos.

Daniel Ellsberg, el ex funcionario del Pentágono que arriesgó cadena perpetua con su acto de valentía al filtrar los Pentagon Papers al New York Times, escribió esta semana que hace 30 años decidió que revelar estos documentos secretos podría ayudar en acabar con la guerra contra Vietnam al provocar un debate público.

"Una generación de presidentes, que creyeron que el curso que seguían era en el mejor interés del país, no obstante optaron por ocultar al Congreso y al público que era la política real --explicó en su artículo pu-blicado también hoy en el New York Ti-mes--. Su determinación (de los presidentes) de no sufrir las consecuencias políticas de perder una guerra era más importante, para ellos, que el costo humano de continuarla".

Los Pentagon Papers fueron publicados en 1970, pero 15 años después Ronald Reagan y su secretario asistente de Estado Elliot Abrams, entre otros, aparentemente aún creían que había algunas verdades que eran demasiado peligrosas para compartir con el Congreso o el pueblo.

Irónicamente, después de dejar el servicio público, Abrams ocupó la presidencia del apropiadamente llamado Centro sobre Ética y Política Pública en Washington.

"El nombramiento de Abrams marca la más generosa de las rehabilitaciones --ar-gumentó este mes el comentarista David Corn en la revista The Nation--. No sólo aceptó su culpabilidad por dos acusaciones... de mentir al Congreso sobre el programa contra del gobierno de Reagan, (sino que) él fue uno de los pugilistas ideológicos más feroces de los 80..."

Sin embargo, más que una rehabilitación, el nombramiento de Abrams provoca interrogantes de nuevo sobre si el presidente actual también considera que hay circunstancias en que mentirle al Congreso y al pueblo de este país podría ser justificable.

Como director sobre asuntos de democracia y derechos humanos en el Consejo Na-cional de Seguridad de la Casa Blanca, el nombramiento de Abrams no es sujeto a la ratificación del Congreso, pero el comentarista Corn cree que hay otras interrogantes que deberían presentarse.

En su artículo, le recuerda al lector que Abrams declaró ante el Congreso en 1985 que los informes sobre la masacre de 800 civiles en El Mozote, en El Salvador, eran "propaganda comunista".

Después de señalar que la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas subsecuentemente confirmó los detalles de la masacre, Corn sugiere que una pregunta que se le podría hacer al nuevo funcionario de la Ca-sa Blanca es la siguiente: "¿Cómo se sentiría usted si su esposa e hijos fueran brutalmente violados antes de ser macheteados a muerte por soldados durante una masacre militar de 800 civiles, y después dos go-biernos intentaran encubrir la matanza?"