SABADO Ť 30 Ť JUNIO Ť 2001

Carlos Marichal

Las reformas fiscales en Estados Unidos

Para evaluar qué tipo de reforma fiscal conviene adoptar en México es útil conocer las políticas y estructuras impositivas de otros países. Podríamos comenzar por revisar la experiencia del país más poderoso de la tierra, los Estados Unidos, en materia de impuestos. La pregunta central es si el modelo estadounidense reciente es el que debiera adoptarse en México. Al parecer, la actual administración hacendaria considera que debemos copiar todo lo que se hace en el poderoso vecino del norte. Sin embargo, la historia demuestra lo contrario.

Como es bien sabido, el pilar fundamental de la poderosa maquinaria fiscal del gobierno de Washington durante buena parte del siglo XX ha sido el impuesto sobre la renta (income tax). Este fue introducido en octubre de 1913 por el presidente Woodrow Wilson con objeto de recaudar impuestos directos de los sectores de ingresos altos hasta un máximo de 67% sobre los ingresos de aquellos ciudadanos que ganaran más de 2 millones de dólares al año. Sin embargo, en la década de 1920 el secretario del Tesoro, el multimillonario, Andrew Mellon, luchó para reducir las tasas, logrando convencer al Congreso de establecer un rango de 15% sobre ingresos para la clase media y un máximo de 25% para los más ricos. Esta reducción impositiva tuvo un efecto contradictorio ya que alentó el auge especulativo en Wall Street que desembocó en la gran crisis de 1929.

Durante la Gran Depresión de los años de 1930, la administración de Herbert Hoover autorizó un aumento de las tasas máximas de los impuestos sobre ingresos a 63%. Bajo la presidencia de Franklin Delano Roosevelt la tasa subiría a 79% en 1936. Sin embargo, sería durante la Segunda Guerra Mundial que se llevaron a cabo las reformas fiscales más radicales. Con las leyes de 1940-1942 se amplió la base de contribuyentes, incluyendo al conjunto de los trabajadores formales. A partir de entonces todas las empresas fueron autorizados a efectuar retenciones de parte del salario de sus trabajadores para cubrir el impuesto sobre la renta. Pero, al mismo tiempo, se aumentaron los impuestos sobre los ricos, adoptándose gravámenes del 88% sobre todos aquellos que ganaban más de 200,000 dólares al año. Ť

Estas altas tasas, además de impuestos sobre las grandes empresas e impuestos indirectos al consumo permitieron un incremento de 744% de los ingresos del gobierno entre 1939 y 1944 para financiar la mayor guerra de la historia. Después de la guerra, no bajaron las tasas. En los años de 1950, bajo la administración del general Eisenhower, la tasa máxima subió al nivel impresionante de 91% de los ingresos de todos aquellos individuos que ganasen más de 400,000 dólares al año. Estos años fueron la época de bonanza para las grandes mayorías en los Estados Unidos. El número de personas que eran propietarios de sus propias viviendas subió de 44% a 62%. El número de automóviles registrados aumentó de 27 millones a 62 millones.

Paradójicamente, fue bajo la administración de John Kennedy a principios de los años de 1960 que comenzarían reformas para reducir lentamente los impuestos sobre los ingresos de los sectores más acaudalados. Sin embargo, no sería hasta la presidencia de Ronald Reagan, quien asumió en enero de 1981, cuando comenzaría la revolución fiscal a favor de los ricos y en contra de la clase media. Fue con la Ley Fiscal de 1986 que se logró reducir los impuestos sobre las personas con ingresos superiores a 200,000 dólares a una tasa fija de 28%. Desde entonces, los multimillonarios y billonarios no tendrían que pagar más que esta tasa. Este sector- que representaba verdaderamente a la clase acaudalada de los Estados Unidos- recibió así un extraordinario beneficio fiscal, que se estima en casi 200 mil millones por año.

Así, con la revolución neoliberal se cambió medio siglo de historia fiscal en los Estados Unidos. Así, también, comenzó la declinación de los niveles de la educación pública en el país vecino y el enorme deterioro de la atención en salud pública para las clases trabajadores y los pobres, incluyendo millones de trabajadores mexicano-americanos. Esa reforma fiscal va propiciando la consolidación de una sociedad dual en los Estados Unidos, con crecientes desigualdades en ingresos. Sin duda como reforma fiscal y como modelo para un sistema impositivo más justo en México, deja muchísimo que desear.

ŤDonald L. Bartlett y James B. Steele, America: Who Really Pays the Taxes?, Nueva York, Simon and Schuster, 1994.