VIERNES Ť 29 Ť JUNIO Ť 2001
COSAS DEL FUTBOL
Josetxo Zaldúa
Nada como el futbol para desatar las más bajas y, a la vez, hermosas pasiones de esta condición humana que nos cobija. Boca Juniors hizo valer su experiencia y su condición de local a la hora de definir la Libertadores desde los once pasos.
El Cruz Azul hizo más que lo posible para ganar y coronarse. No pudo rematar una faena envidiable, más que digna. A veces, sólo a veces, perder de esa manera duele menos. Cruz Azul, sus jugadores, su entrenador y su directiva deben estar muy orgullosos de su aventura latinoamericana.
Fueron ayer superiores al Boca en los casi 110 minutos que duró el partido. Poco qué decir del árbitro peruano. Fue una pesadilla para los cruzazulinos.
La maldición de los penales se cebó una vez más sobre los futbolistas mexicanos (y extranjeros). Algo pasa cuando nuestros pateadores se plantan ante el portero y el arco que defiende.
Es un pánico indescifrable. Hay que estar ahí para sentirlo y padecerlo. Es, salvando todo lo que hay que salvar, como enfrentarse a un pelotón de fusilamiento.
Cruz Azul hizo todo lo que debía hacer, todo menos meter el segundo gol. Y tuvo oportunidades. Pero por eso el futbol es bello.
La Bombonera del bonaerense barrio de la Boca, tan humilde como bello, fue ayer un espectáculo. Eso es pasión, nada que ver con nuestros gélidos estadios. Eso es ambiente, nada que ver con nuestra crónica indiferencia.
Por eso, y también por muchas cosas más, el futbol argentino está arriba y el nuestro abajo.
Cuestión de contrastes
Pero a pesar de esos factores, el desempeño del Cruz Azul en Buenos Aires fue espectacular. Demostró, donde debía, ser un equipo grande. Los jugadores de Trejo enseñaron el carácter que siempre se espera de unos profesionales bien pagados.
Fueron minutos y minutos de futbolera intensidad, tanta, que el DF se vació. De veras el futbol puede alcanzar la categoría de pócima. Sirve igual para un roto que para un descosido.
Insistimos desde ésta que pretende ser una francotiradora columna: ojalá hubiera futbol de ese calibre más a menudo. Los que no son fanáticos, es decir la mayoría, lo agradecerían infinitamente. Todos seríamos más felices.
Ya el Cruz Azul demostró ayer en La Bombonera que el futbol mexicano no es malo. Vivimos una suerte de esquizofrenia en este rubro deportivo. Buenos, o no tan malos, a nivel de clubes, y regulares tirando a malos a nivel de selecciones.
Se supone que una cosa debe llevar a otra. Tampoco México es el único país que sufre esa frustrante dicotomía futbolera. España, Inglaterra e Italia, por poner algunos ejemplos, tienen hoy los campeonatos ligueros más hermosos del mundo, pero cuando van como selecciones el fracaso es la tónica.
Todo lo contrario que Francia, cuya liga no apasiona a casi nadie. Pero su selección maravilla, porque además de ser una genial mezcla de arte, fuerza y disciplina, ganan a quien se les pone en frente.