Ť Ceremonia en el vado para recordar a los 17 campesinos asesinados en 1995
A seis años de la matanza de Aguas Blancas siguen incumplidas las exigencias de justicia
Ť Palpable división al interior de la Organización Campesina de la Sierra del Sur
ROSA ELVIRA VARGAS ENVIADA
Aguas Blancas, Gro., 28 de junio. En junio de 1995, cuando el gobierno de Rubén Figueroa Alcocer dispuso impedir a toda costa que los campesinos que venían de Paso Real y de Atoyaquillo llegaran a Atoyac, y sin más se les acribilló en el vado de Aguas Blancas, una de las primeras versiones oficiales del hecho fue la de calificar a los muertos de ''guerrilleros'' y a Benigno Guzmán como ''cabecilla'' del grupo.
Han pasado seis años desde entonces. Benigno Guzmán pasó cuatro años en la cárcel, acusado de ser dirigente del EPR; siguen incumplidas las exigencias de justicia; los campesinos de la sierra sur de Guerrero sobreviven en una miseria a la que suman el llanto por la orfandad o la viudez, y los que ordenaron la masacre y aquellos que la ejecutaron en su mayoría están libres.
También la división entre la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) es palpable y, sin asomo de rubor, una estación radiofónica de Acapulco, 105.5 FM, realiza hoy una burda defensa del figueroísmo y sus personeros, en un programa pretendidamente cómico donde de manera rotunda se insiste en que los muertos pertenecían a grupos armados, y que Rubén Figueroa fue víctima de una conjura política que incluso ''manipuló'' los videos del hecho para responsabilizarlo.
¡Ah! Y de paso las locutoras terminan recomendándole a los campesinos que en lugar de andar en politiquerías se pongan a trabajar, a producir.
Comisión de la verdad, ¿para qué?
Al escuchar en red estatal ese estructurado mensaje exculpatorio, ya no resulta tan obvio el razonamiento que horas antes había expresado Benigno Guzmán ante la pregunta de si sería necesaria una comisión de la verdad para conocer todo lo que ocurrió en Aguas Blancas. ''La verdad todos la sabemos, para qué queremos comisión, con que apliquen la ley contra los que masacraron a estos compañeros sería suficiente'', dijo.
Convertido en altar de la lucha política guerrerense, el monumento a los masacrados en el sitio exacto del vado convoca lo mismo a quienes siguen exigiendo justicia en nombre de los 17 campesinos asesinados, que a un hombre que denuncia fraudes y peculado del alcalde panista de Tulancingo, Hidalgo, o la de un estudiante de derecho de Oaxaca, que habla de los porros y de las autoridades corruptas en su destruida escuela.
Muchos caminos conducen a Aguas Blancas desde decenas de procedencias. Asistieron pueblos indios que siguen su campaña ante el Congreso local para impedir la aprobación de la ley indígena; estudiantes de la UNAM hicieron una discreta aparición ante el micrófono para patentizar solidaridad. También maestros y defensores de derechos humanos, partidos políticos, legisladores y organizaciones de distinto signo que actúan abiertamente y manejan discursos radicales, como el de la Larsez:
''El pueblo tiene el legítimo derecho a organizarse para plantear sus demandas; el gobierno se opone a la resistencia popular, porque ésta perjudica a los caciques y malos funcionarios, por eso las masacres de Aguas Blancas, Acteal, El Charco, El Bosque, por eso la represión en los Loxichas. Por eso están ilegalmente en la cárcel Erika Zamora Pardo, Efrén Cortés Chávez, Rodolfo Montiel, Teodoro Cabrera, y se encuentra desaparecido el profesor Gregorio Alfonso Alvarado López''.
A todos ellos los congrega hoy Aguas Blancas. Dicen que, ciertamente, las divergencias al interior de la Organización Campesina de la Sierra del Sur influyeron para que esta vez viniera menos gente que en los años anteriores. Ellos, sin embargo, los que marchan al lado de Rocío Mesino, y los que lo hacen horas más tarde con Benigno Guzmán, piensan que en todo caso eso lo discutirán luego.
''Son etapas ?dice él?, tal vez no nos pusimos de acuerdo y vamos a llegar así, de esta manera. No nos podemos dedicar a esto (discutir las causas de la divergencia), porque eso no importa; ustedes deberían preguntar cosas que sirvan más al pueblo. Lo que queremos hacer notar es que estamos exigiendo justicia todavía, a seis años de la masacre. Que sepa el pueblo de México y del mundo que no ha habido voluntad política del gobierno para resolver los hechos que sucedieron aquí el 28 de junio''.
Y respecto a si con Fox pudiera vislumbrarse un panorama distinto, tampoco se mostró muy optimista. ''Para nosotros, son ya suficientes los meses que lleva en el gobierno y no vemos que se preocupe por hacer justicia. No nos da muchas señales, pero no vamos a quitar el dedo del renglón hasta que se castigue a los verdaderos responsables''.
Por la mañana, antes de caminar desde el poblado de Aguas Blancas hasta el vado, Rocío Mesino hace su propio balance de lo que hoy sucede con su causa: ''Con dolor y rabia vemos cómo somos torturados, desaparecidos y asesinados por los enemigos del pueblo; así también con dolor y tristeza vemos que nuestra organización está tratando de ser dividida por el gobierno al tratar de infiltrarnos y aniquilarnos por personas deshonestas, como las guardias blancas''.
En el mitin, ella exigió que el gobierno de la República cumpla, para este caso, las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que retome las resoluciones que sobre la masacre hiciera la Suprema Corte de Justicia para que se castigue a los responsables y que el Congreso de la Unión disponga reabrir el expediente de Aguas Blancas, lo que más tarde es anunciado por el diputado Félix Castellanos, del Partido del Trabajo, como una propuesta que se llevará la semana entrante ante la Comisión Permanente.
Juntos pero no revueltos
El acto político se prolongaba y cuando finalmente llegaron Benigno Guzmán y Rocío Mesino, muchos pensaron que la memoria de los caídos lograría la reunificación. Y no fue así. Los aplausos a los recién llegados y los llamados desde el micrófono para que Benigno pasara a hablar al templete dejaron a él y a su gente impávidos. Y así permanecieron, juntos pero no revueltos.
Algunas horas se quedaron así, bajo un sol y un calor que arrancaban la piel, con una sed que no saciaban las paletas heladas, las bolsas de agua fría, los refrescos, uno y otro grupo permanecieron en el mismo lugar, pero sin estar realmente juntos. No hubo manera.
Alejados, sumidos en sus recuerdos, sobrevivientes y familiares mandaban su mirada a ningún lado y aunque al principio lucían estoicos, poco pudieron resistir.
Doña Sofía Ventura, quien hace seis años perdió a su hijo Florente, y que a esa pérdida suma hoy el que a su hijo Joviel Rafael lo tienen detenido en Acapulco acusado de portación de armas, secuestro y muchas cosas más (que ella desmiente con vehemencia), no puede contenerse.
Cuando los puños se levantan y se guarda silencio total por un minuto, doña Sofía rompe en llanto y no detiene su lamento. Lo contagia a las demás mujeres familiares de los asesinados que están con ella en la primera fila del templete. Cubriéndose la cara con un pañuelo, doña Sofía retrata con ese gesto la dimensión y el significado total de una masacre ocurrida aquí, hace seis años.