JUEVES Ť 28 Ť JUNIO Ť 2001
Ť Ni el mar les impediría llegar ante los jefes de Estado de los países más poderosos
De Garibaldi a Sandokan, los héroes inspiran protesta contra el G-8 en Génova
Ť Los cuerpos de seguridad controlan los movimientos de los ciudadanos
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Genova, Italia, 27 de junio. La zona roja de Génova, el lugar donde los manifestantes en contra de globalización neoliberal tendrán prohibido el paso durante la realización del G-8 hacia la tercer semana de julio, comienza en la Avenida Gramsci.
El nombre de esta calle no es extraño. El puerto donde se reunirán Tony Blair, George Bush, Silvio Berlusconi, Vladimir Putin, Jacques Chirac, Junichiro Koizumi, Gerhard Schroeder, Jean Chretién y el presidente del Parlamento Europeo, Romano Prodi, todos en su papel de representantes de los países más poderosos del orbe, ha sido gobernado durante más de 50 años por los comunistas y sus herederos.
Génova parece ser el escenario de un nuevo Blade Runner. Por carretera se llega a ella a través de una interminable serie de largos túneles y puentes que atraviesan y unen las entrañas de montañas y barrancas con el mar. Durante años albergó grandes y poderosos astilleros. Hoy, esa industria no funciona ya más, y sus instalaciones abandonadas son ruinas industriales a la espera de la reconversión o la llegada de los arqueólogos del nuevo siglo. Cientos de obras de remozamiento y maquillaje se realizan en sus calles y edificios para presentarla adecuadamente embellecidas con los señores del poder. Plumas, grúas, maquinaria de construcción, arena y grava se ven por todos lados. Trabajadores y más trabajadores, enfundados en sus monos azules, laboran incesantemente. La ciudad toda vive una fiebre que las localidades mexicanas conocen en los días que preceden a las giras presidenciales donde se inauguran obras.
La geografía de Génova, alargada y estrecha, se parece a una especie de península de Baja California, solo que un poco más robusta. Sus edificios se levantan unos frente a otros, contenidos y apretados por el mar y las montañas. Como sucede en tantos otros puertos mediterráneos, los habitantes de un departamento del Centro Histórico pueden hablar con sus vecinos de enfrente sin ningún problema, pues están separados apenas por una calle de un par de metros de ancho.
Las negociaciones
Esta traza urbana se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para la policía encargada de frenar a los manifestantes que han declarado públicamente estar decididos a entrar a la zona roja entre el 18 y 21 de julio para expresar su descontento en contra del G8. Temen que se convierta en una ratonera y ellos en los roedores atrapados con un señuelo. Como saben tanto los urbanistas como los estudiosos de las revoluciones democráticas del Siglo XIX en Europa, las manifestaciones callejeras son mucho más fáciles de contener en las grandes vialidades que en callejones laberínticos. Los cascos urbanos de ciudades antiguas son una magnífico escenario para la revuelta. Adelantándose a los hechos, las fuerzas de seguridad han establecido un riguroso plan en el que se ha animado a los inquilinos a salir de vacaciones durante esos días, se ha fijado una estricta regulación de sus movimientos y han tomado el control de las llaves de varios departamentos.
Mientras tanto, el pulso entre el Genoa (sin v, de acuerdo a su nomenclatura en inglés) Social Forum y el gobierno italiano se mantiene. El 28 de junio se reunirán en el Palazzo Chigi Roma los representantes del Foro con Claudio Scajola, Ministro del Interior. El sentido y el alcance que las partes dan a ese encuentro está a debate.
Vittorio Agnoletto, el médico defensor de enfermos del Sida nombrado vocero de la convergencia antiglobalización, después de la lamentar el retraso del encuentro, señaló: "no vamos a una negociación con el gobierno sino a un diálogo". Según él, los derechos ganados, como el de la libre manifestación, son derechos reconocidos y conquistados que no están sujetos a negociación de ningún tipo. El diálogo con el gobierno se realizará sobre cinco puntos: eliminación de la zona "hielo" o intermedia, que separa la zona roja donde el libre tránsito está prohibido del resto de la ciudad; rechazo al bloqueo en ferrocarriles, puertos y aeropuertos; no al cierre de fronteras que pretende impedir la llegada de activistas de otros países; exigencia de que la policía no esté armada durante las protestas -punto particularmente sensible después de los acontecimientos en Gotemburgo, cuando las fuerzas del orden dispararon armas de fuego contra manifestantes hace dos semanas- y el uso del estadio Marassi para albergar a los manifestantes. En palabras de Agnoletto se trata de tener una ciudad abierta y a la policía desarmada.
Condicionado por un grave problema de credibilidad internacional, el gobierno de Berlusconi ha fijado por su parte tres posiciones: riguroso respeto del orden público; ofrecimiento de visibilidad a la protesta pacifica y rigor con los violentos. No ha precisado aún qué entiende por violencia, ni quiénes de los manifestantes encajan en esta definición.
Si todo marcha bien para ellos, los hombres de Estado que asistirán al G-8 no tendrán que enfrentar personalmente la ira y la fiesta de sus detractores. Los organizadores han construido un bunker acuático dentro del bunker. Aunque se piensa realizar el encuentro en el Palacio Ducal de Génova, en caso de dificultades siempre existe la posibilidad de trasladarlo al European Vision, un lujoso barco de 250 metros de longitud y una tripulación de 711 personas, que será, también, el lugar donde, con excepción de George Bush, se hospedarán los poderosos invitados de las reunión. Por lo pronto, la nave será inaugurada la noche del 27 de junio, con una faraónica fiesta con dos mil 500 invitados que podrán degustar un menú consistente en 7 bufetes distintos con 94 platos diferentes.
Aunque, en un descuido, ni en el European Vision estarán a salvo los hombres del poder. Desde Nápoles, un grupo de manifestantes ha anunciado que zarpará en barco rumbo a Génova para visitar a tan distinguidos huéspedes en su fortaleza naval. Rememorando al General Giuseppe Garibaldi, que en 1860 salió de Génova por mar rumbo al sur con mil hombres para liberar esa región italiana de la dinastía de los Borbones, los nuevos marineros antiglobalización han decidido fletar el barco de los mil para efectuar el mismo recorrido que el antiguo patriota, ataviados con la camisa roja que los antiguos garibaldinos obtuvieron de una carnicería de Uruguay, pero en la dirección contraria. Convencidos del riesgo de que su travesía sea bloqueada, han anunciado, además, que, como parte de las acciones de desobediencia civil, navegarán sin alimentos ni agua.
Como parte del ansia de historia que viven los manifestantes, Garibaldi se ha hecho presente frecuentemente durante la preparación de las jornadas de protestas de julio. Su estatua en la ciudad de Bolona apareció la mañana del 22 de junio con un letrero que decía: "Las camisas rojas a Génova contra el G-8", mientras que en la de Sicilia podía leerse: "Los mil contra el G-8". En una acción inspirada en la novela de Paco Ignacio Taibo II, Heroes Convocadis, el héroe de ambos mundos -que luchó también por la independencia de Brasil y Uruguay- y personajes de comics como Sandokan, o el Capitan Kirk de la película Star Trek, han comenzado a escribir cartas invitando a la gente a asistir a las protestas de Génova.
En su misiva -elaborada 119 años después de su muerte- Garibaldi decía que después de su alejamiento y su exilio voluntario viajó por el mundo, encontrando en todos estos años de viajes mucha gente que lucha por las mismas causas y se hace las mismas preguntas. Afirmaba, además, que desde el 99 descubrió este mismo movimiento en los países del norte y que desde Seattle le llegó la noticia de que estaba en marcha una respuesta al Imperio. Concluyó su mensaje reconociendo haber cometido varios errores militares y políticos -porque no es un militar perfecto- y adhiriéndose a las causas que inspiran las nuevas protestas planetarias, pero como un simple soldado más y no como su comandante en jefe.
La convocatoria a los viejos héroes por parte de los integrantes del Genoa Social Forum ha sido acompañada de todo tipo de iniciativas para ganar crear un nueva narración. Si es cierto, como afirman, que otro mundo es posible, ello comienza por desearlo e imaginarlo.
Clandestino
Parte de estas acciones fue el concierto que brindó Manu Chao en Génova la noche del 26 de junio. Unos 20 mil espectadores -en una ciudad que difícilmente tiene mas de 800 mil habitantes- escucharon música, bailaron , tomaron cerveza y fumaron a tope haciendo de su diversión parte de la protesta.
Manuel Thomas Arthur Chao, hijo de un republicano español refugiado en Francia, donó la mitad de las regalías de su concierto -cerca de un millón de pesos- para financiar la construcción de regaderas y alimentar a los manifestantes contra el G-8. Sus canciones fueron celebradas y cantadas por la multitud. Cada vez que anunciaba "Próxima estación: Genoa" era aclamado.
Don Andrea Gallo, un sacerdote católico de unos 70 años de edad de la parroquia de San Benedetto, pacifista, promotor del comercio justo e impulsor de la red Liliput, conocido por su trabajo en la regeneración de adictos y su propuesta de legalización de drogas, tomó la palabra poco después de la mitad del concierto. Había sido precedido por la grabación de la voz del subcomandante Marcos y miles de expresiones de solidaridad y afecto al zapatismo. Envuelto en una enorme bufanda roja a pesar del calor de la noche, habló a favor de las protestas contra los poderosos, hizo referencia a los rebeldes mexicanos y a los Monos Blancos, y encendió los ya de por si prendidos ánimos de los asistentes. Ovacionado, obsequió la bufanda al cantante y compositor, quien siguió el concierto con la interpretación de Mariguana Boogie en la mejor tradición manonegresca.
Con personajes como Garibaldi, Manu Chao, Sandokan y Don Andrea Gallo del lado de los manifestantes, con estatuas que reviven y multitudes que se divierten luchando, no parece haber alma humana capaz de frenar la protesta contra el G-8.