jueves Ť 28 Ť junio Ť 2001

Sergio Zermeño

Fox, Ƒel rumbo?

El lunes entrante se cumplirá un año del triunfo electoral de Vicente Fox y del fin apoteósico de la era priísta. Sin embargo, tomando en cuenta ese arranque, el balance político le ha venido siendo cada vez menos favorable. Si hubiéramos de resumir el estado de ánimo tendríamos que decir que hay un problema serio: no sabemos cuál es el rumbo de nuestro gobierno, o más bien, para no ser tan exigentes, no queda claro cuáles son los principales rieles sobre los que debería correr el nuevo pacto social y político. Una vez pronunciados los grandes discursos de la toma de posesión, la primera etapa de acciones prácticas fue excelente: a través de la marcha indígena y la cuestión chiapaneca, Fox, con una actitud que parecía inmune a los excesos verbales del radicalismo, irradiaba seguridad en sí mismo y tuvo la virtud de comunicar a todo mundo que enfrentaría el resto de las demandas sociales con una actitud positiva, con comprensión hacia los temas candentes de la desigualdad y la injusticia, en los hechos y en los derechos.

La segunda etapa fue muy desconcertante para la opinión pública, pero sin duda también para el propio Presidente: todo el Poder Legislativo, encabezado por su partido, le hizo efectiva su frase de toma de posesión; "el Ejecutivo propone y el Legislativo dispone". Lo más impactante a la distancia es que de los cambios hechos a la ley Cocopa y sus implicaciones no parece haberse dado cuenta ni él mismo (y la verdad creo que ni los senadores perredistas), hasta que, gracias a la intervención de los asesores zapatistas y a algunos diputados del PRD, nos percatamos de los vericuetos de aquellas modificaciones. Eso provocó un primer brinco en el tren de rodaje, pues si bien al principio no fue evidente, con el correr del tiempo quedó claro que el Presidente "se hizo pato", le arrebataron la banderita y ni chistó ante los legisladores. No hubo consistencia: Ƒpara qué, entonces, tanto apoyo a la cuestión indígena y a la marcha zapatista?

Todos los pasos que se han dado a partir de entonces parecen salidos de una estrategia absolutamente distinta: lo que era preocupación por la sociedad y la cultura se convirtió en discurso macroeconómico, en reforma fiscal, en rasero impositivo sin misericordia, en cifras del déficit público, en geopolítica, en venta de empresas, en búsqueda loca de irreversiones (por ahí un tímido apoyo a la microempresa con derroche publicitario). Llegamos así a este primer año del triunfo del foxismo escuchando, entre tantísimas críticas, a Andrés Manuel López Obrador haciendo un llamado a la clemencia, a no ir muy lejos en el desprestigio de la figura presidencial porque a nadie nos conviene la ruptura del orden político: el perdedor del horario de verano se encuentra en esta nueva etapa como pez en el agua, denunciando con gran oportunidad los términos de la venta de Banamex y llamando a todo mundo a una tregua que seguramente él será el primero en no respetar.

Decía Sánchez Susarrey en días pasados que Fox, sin duda por la avalancha de asuntos en que se ha metido, no está teniendo capacidad para reflexionar y establecer prioridades; no está encontrando la distancia, agregaríamos nosotros, para entender y manejar las orientaciones históricas de esta sociedad en la época en que le tocó comandarla. Pero bueno, uno se pregunta si los gabinetes son colecciones de especialistas o los primeros y más altos consejeros del príncipe. ƑQué es lo que hizo que se pasara de una primera etapa social a una segunda económica (macro, financiera, trasnacional...)? Una respuesta descarnada nos recordaría que todos los regímenes latinoamericanos (y también muchas socialdemocracias y laborismos europeos) llegaron al poder con programas de centro izquierda y orientados a los problemas de la gente, pero que muy pronto tuvieron que alejarse de esos postulados. Las ideas de Francisco Weffort, ministro de cultura y sociedad de Cardoso en Brasil, en corto tiempo pasaron al anecdotario y él permaneció como un buen hombre en medio de la tempestad neoliberal. Una respuesta más agresiva se preguntaría por la capacidad de las fuerzas social-demócratas y social-cristianas en el interior de la administración foxista, y en las bases panistas, para hacer imperar los contenidos de la primera etapa del régimen (en realidad, para hacer imperar el panismo histórico y la era Clouthier); porque no es lo mismo una América Latina de hace un decenio, con un liberalismo triunfante, que el cuestionado escenario actual. Susarrey dice que Castañeda, Aguilar Zinser y Creel son incapaces de ponerse de acuerdo, y por lo tanto de establecer una orientación más social, más humana a esta dinámica, pero a este respecto, naturalmente, la palabra la tienen ellos.