JUEVES Ť 28 Ť JUNIO Ť 2001
Ť Fueron 20 minutos de cerrado tiroteo, recuerdan los sobrevivientes de la matanza
Los deudos de las víctimas de Aguas Blancas, divididos en el sexto aniversario de la masacre
Ť Todo listo en el monumento a los 17 caídos para la conmemoración luctuosa y social
Ť Vigente aún, el clamor de que se aplique la justicia contra responsables de los asesinatos
ROSA ELVIRA VARGAS ENVIADA
Aguas Blancas, Gro., 27 de junio. Cualquier otro con menos sufrimiento y pobreza curtiéndole la piel y los recuerdos no podría ni siquiera pisar de nuevo el lugar donde no sólo estuvo a punto de morir, sino que también al paso, mientras obedecía órdenes de la policía sin poder hacer nada, vio de reojo las heridas mortales en el cuerpo de su hermano Pacito.
Juan Hernández regresa cada año, como otros sobrevivientes de la masacre del vado de Aguas Blancas (28 de junio de 1995) y los hechos de aquella mañana siguen exactos, precisos en su mente, y así los narra.
"Cuando llegamos aquí nos ordenaron bajarnos de la camioneta. Pensamos que harían una revisión en el carro, que traía una lona encima y yo venía hasta arriba. Y como había muchos retenes por la zona, pensamos que eso iban a hacer, a registrarnos... Y cuando empezamos a bajarnos, ellos enseguida tiraron al carro. Por eso varios murieron adentro...
"Como yo venía en la lona, me tiré por aquí (y señala el sitio exacto en la cuneta, al lado del camino, entonces de terracería y hoy pavimentado) y me fui rodando hasta quedarme debajo de la camioneta y ahí me quedé. Y se dio un cerrón de aquella balacera con todos tirando hacia la camioneta desde todos lados; el vehículo nada más se balanceaba con tanta bala que nos estaban tirando.
"El chofer les gritaba: 'šYa no tiren, que me están acabando la gente!', y como sacaba la mano, le tocó un tiro en un dedo... Fueron como 20 minutos, porque primero se cerró aquella balacera y luego se fue calmando hasta quedar sólo tiros ralones hacia donde se estaba moviendo la gente, para acabarla. Y luego se calmó, pero vino otro cerrón. šNo se detenían!
"Cuando me salí arrastrando de debajo de la camioneta, me preguntaron si no estaba lastimado, y cuando divisé hacia un lado, ahí estaba mi hermano tirado. Ya le habían dado en la mano y le habían dado en la cara. Se llamaba Pacito Hernández. Yo le pasé a un ladito; estaba muerto".
Don Juan, Marino y otros sobrevivientes de aquella mañana, lo mismo que otros hermanos, padres y viudas llevan ya días preparando la ceremonia luctuosa en el monumento levantado en memoria de los 17 caídos aquí. Se distribuyen las tareas, reciben las tarimas para instalar el templete, preparan la carne para la barbacoa, limpian el terreno para el servicio religioso...
En medio de todo ello y llevando la voz cantante, Rocío Merino, como todos, de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), debe admitir que por primera vez la jornada de recordación de los caídos aquí no será una, sino dos, porque no hubo manera de resolver las divisiones con el grupo de Benigno Guzmán, del Frente de Organizaciones Democráticas de Guerrero y quien, aseguran, no bien salió del penal de Puente Grande, en Jalisco (acusado de ser dirigente guerrillero), hace unos meses, cuando formalizó su ruptura con aquel grupo.
Por eso este jueves, Guzmán y su gente han anunciado que marcharán desde Coyuca de Benítez hasta aquí, mientras quienes han decidido seguir al lado de Merino en la OCSS pernoctarán en el propio vado, por la mañana irán al pueblo de Aguas Blancas, ofrecerán una conferencia de prensa y desde ahí marcharán hasta llegar de nuevo al sitio de la masacre.
Rocío Merino lamenta en todo momento esta, hasta ahora, insalvable diferencia, porque dice que son la misma gente, han sufrido por igual persecución y muerte y temen que al verlos divididos, el gobierno "aproveche esto para reprimir".
Dijo que todavía ayer se buscó a Benigno y a su gente para hacer un acto unificado, pero no se logró. Hay, sin embargo, quienes temen que más que conmemoraciones por separado, las diferencias políticas puedan tomar otro derrotero y pasar a actitudes violentas.
Mañana se verá, pues, si la memoria de quienes hace seis años venían de Paso Real y de Atoyaquillo para llegar hasta Coyuca a reclamar la presentación de Gilberto Romero Vázquez -a quien para entonces hacía un mes tenían desaparecido- y fueron asesinados por fuerzas del orden, será lo suficientemente fuerte para conseguir que depongan diferencias y enconos.
Porque una cosa es cierta y todos lo saben, unos y otros: no se ha hecho justicia.