CONCAMIN: IGNORANCIA O TOTALITARISMO
En
lo que constituye un hecho por demás preocupante, dos altos directivos
de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), León
Halkin Bider y Manuel Reguera Rodríguez, pidieron al presidente
Vicente Fox que imponga,"por decreto" juicios sumarios y penas de cadena
perpetua a los culpables de secuestros, violaciones y homicidios calificados.
Para argumentar semejante propuesta, enviada al mandatario por medio del
procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha,
Reguera Rodríguez afirmó sin empacho que "no queremos tener
problemas de tiempo con el Legislativo ni largas discusiones con Derechos
Humanos".
Ciertamente, sería necio ignorar la grave inseguridad
en que vive la sociedad mexicana, el embate de las organizaciones delictivas
y la ineptitud de las instituciones responsables de la seguridad pública
y de la procuración e impartición de justicia.
Pero es indignante e inaceptable que ante estas circunstancias
indeseables y lacerantes, generadas por la precariedad del estado de derecho,
los representantes empresariales referidos propongan como solución
acabar de una vez por todas con ese mismo estado de derecho: trastocar
el orden constitucional de la separación de poderes, acabar con
las garantías individuales ("no queremos largas discusiones con
Derechos Humanos"), atropellar el federalismo y conjurar una Presidencia
mucho más autoritaria que en los peores tiempos del priísmo,
cuando al menos se cuidaban las formas de la dignidad del Legislativo.
Desde la perspectiva de Halkin Bider y Reguera Rodríguez, el desempeño
de sus funciones por parte del Congreso de la Unión es, simplemente,
una "pérdida de tiempo"; para evitarla, quedaría plenamente
justificada la instauración de un Ejecutivo totalitario que absorba
las tareas del Legislativo e imponga, sobre una población ya acosada
por la criminalidad rampante, el equivalente a una suspensión de
garantías.
Es deplorable, pero ante actitudes como la reseñada
lo mejor que podría esperarse es que fuera fruto de una ignorancia,
así sea abismal, de la realidad nacional y de los principios elementales
de la política y el derecho contemporáneo, y no expresión
de una mentalidad autoritaria y de un desprecio consciente a los derechos
humanos.
Aun así, en la menos peor de las hipótesis,
resultaría alarmante que entre la directiva de los industriales
del país se manifestara un desconocimiento y una carencia de sentido
común tan avasalladores que no permitiera reconocer lo obvio: que,
en un contexto en el que la impunidad es norma y la justicia, excepción,
antes que endurecer las sanciones penales vigentes es necesario preocuparse
por sanear las instituciones policiales y judiciales del país para
garantizar que tales sanciones se apliquen de manera efectiva; que el derecho
penal establece delitos del fuero común y otros del ámbito
federal y que en un entorno democrático como el que la sociedad
mexicana aspira a construir y consolidar, las leyes y los códigos
los hacen los Congresos --el de la Unión y los estatales--, no el
Presidente.
Independientemente de si es producto de la ignorancia
o de un empeño antidemocrático y contrario a la vigencia
de las leyes, la propuesta de la Concamin es una provocación y un
agravio a los principios básicos del orden social y de la convivencia
cívica.
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