EL ECO Y LA SOMBRA
Ricardo Yáñez
Hilo de voz
NO TRABAJES MAS por la fama que por el nombre, no trabajes más por el nombre que por la obra, no trabajes más por la obra que por la obra de lo que desde el espíritu obra en ti.
NO NUESTRA OBRA, la obra de la poesía en nuestra obra.
HE QUERIDO INDICARTE posibilidades de superación de un momento en el que puedes quedarte fijada. No lo estás aún, por supuesto, y acaso nunca llegues a ello. Mi preocupación, probablemente injusta, falta de fineza perceptiva y nada más, nace del impulso de soplar un poco de aire donde aunque aire hay se muestra enrarecido. Un halo de claridad en una obra oscura no deja de ser, me parece, signo bueno, y eso te proponía. Pero más proponía el ejercicio de la claridad, no una obra de claridad, debe quedar, precisamente, muy claro, sino su ejercicio, el en ella, en su atmósfera, ejercitarse. A partir de esa experiencia intuyo, eludiré decir ''estoy seguro", regresarás mejor, irás más preparada, a tu propia poética, ésa que yo no puedo definir pero que tienes tú bien definida.
OIA NO LAS palabras, sí la respiración de las palabras.
¿QUE CLARIDAD evoca tu propia oscuridad?
SI PUBLICAR TIENE su fiesta, escribir tiene su éxtasis. No hay pues dificultad en elegir entre ambas cosas, porque no hay que elegir.
NO HABLEMOS, PIDO, sino palabras que nos digan.
LA ETERNIDAD SE debe, toda, al tiempo.
SOLO EL TRABAJO, con el tiempo, pule. Sólo el lento relámpago del trabajo y el tiempo.
NO CONFUNDAS COHERENCIA con manía.
SE IMPACIENTABA PORQUE su paciencia no era suficientemente valorada.
QUIEN PUDIERA DECIRLO, lo que nos dice dice casi nada, y nosotros buscando estrepitosos modos de llamar la atención.
EL DECIR QUE nos dice es un decir liviano, que así, livianamente, deposita en la profundidad.
NO HAY MEJOR tiempo que el que se deja ir, igual que un río.
TODO POEMA ES sedimento, rastro, de experiencia, y sin embargo la experiencia misma, y en tal misterio, los poetas lo saben, no hay tanto misterio.
ENTRE LA INTENSIDAD frenética y la fina intensidad, dudas, ¿todavía?
IBA SIGUIENDO YO la línea del sentido, pero se me perdió, y apareció de pronto como un castillo ante mí, un gran castillo, en el que ya, también de pronto, sin transición alguna, estaba dentro, y allí un saquito de semillas. Al recogerlo, nada más: ni castillo, ni camino ni nada. Pero de esas semillas crecieron mis palabras.